Cuando salgo del baño, Blake está en el salón, sentado en la que ahora es mi cama fumando un cigarro sin importarle llenar toda la casa de humo. Toso al respirar el cargado aire, haciendo que se percate de mi presencia. Me mira unos segundos antes de volver a desviar su mirada al frente.
Me tomo la libertad de abrir la ventana y el aire fresco va llenando poco a poco el ambiente.
Después me acerco cautelosa y me siento en uno de los taburetes de la barra de la cocina. Lo observo en silencio, intentando descifrar qué demonios le sucede. Los músculos de su mandíbula están tensos, y sus ojos me parecen más negros de lo habitual. Cuando acaba el cigarro, se pone de pie y comienza a caminar alrededor del salón. Su rostro transmite una mezcla entre enfado y preocupación.
–¿Estás bien? –me atrevo a preguntar.
–Sí –responde sin ni siquiera mirarme.
Sé que miente, es evidente, pero decido no insistir más. Sus pasos se vuelven cada vez más rápidos. Desaparece en el interior del baño y un par de segundos más tarde escucho un golpe seco seguido del estruendoso sonido de cristales haciéndose añicos.
–¡Joder! –grita.
Sale del baño con los nudillos ensangrentados y clava su mirada en mí.
–No estoy bien.
–Lo sé –le sostengo la mirada e intento que mi tono sea suave–. ¿Qué pasa?
–Que soy imbécil, eso es lo que pasa.
Me gustaría ayudarle, pero no sé qué diablos hacer ni decir. Si no me cuenta lo que sea que lo tiene tan angustiado es imposible, y no parece estar por la labor de hacerlo. El silencio se alarga y ninguno de los dos lo rompe. Finalmente camina decidido en dirección a la puerta.
–¿Dónde vas?
–Eso no te importa, no te muevas de aquí.
Me levanto de inmediato, dispuesta a impedir que se marche. Estoy intentando ser comprensiva con él, porque es obvio que algo grave le sucede. Pero mi hermano está secuestrado y cada minuto que pasa será más difícil llegar hasta él y rescatarlo con vida. No puedo permitir que desaparezca sin más. Corro tras él y consigo agarrar su brazo justo cuando está a punto de alcanzar el pomo de la puerta.
–¡Espera! –me mira con fastidio– No puedes irte. Estamos perdiendo tiempo valiosísimo, tenemos que buscar a mi hermano.
–Sinceramente, ahora mismo me importa una mierda tu hermano.
Sus palabras me enfadan muchísimo y no me esfuerzo en disimularlo. Por lo que parece él también está enfadado conmigo, no sé muy bien por qué. Tras un duelo de miradas cargadas de odio, se libra de mi agarre y abre la puerta.
–¡Dijiste que me ayudarías! –le reprocho mientras sale del apartamento.
–Al parecer digo demasiadas cosas.
Me dedica una última mirada asesina y cierra la puerta con fuerza en mi cara antes de que pueda decir nada más.
–¡Imbécil! –grito a todo pulmón para asegurarme de que lo escuche.
Tras maldecirlo internamente como mínimo un millón de veces consigo relajarme.
Recorro el salón con la mirada y encuentro la carpeta sobre la barra de la cocina. Me acerco decidida, no pienso quedarme de brazos cruzados ni perder más el tiempo. Si Blake no me ayuda, buscaré a Matt yo sola. Después de todo, ya tengo algo por donde empezar.
Abro los ojos sorprendida por lo que encuentro. Información personal, datos básicos como su nombre, número de teléfono y dirección. También hay muchísimas fotos, de un par de vehículos y de lo que parecen ser documentos de identidad falsos, con otros nombres. Informes psiquiátricos y de antecedentes penales.
Trago saliva al descubrir que este tío ha estado ya tres veces en la cárcel, dos de ellas por homicidio.
Continúo ojeando el resto de documentos de la carpeta mientras intento pensar en mis próximos movimientos. Por muy tentador que me resulte no puedo simplemente plantarme en la puerta de su casa, sería un suicidio.
Así que me decanto por mi segunda mejor idea, llamarlo.
No es brillante, lo sé. Pero necesito hacer algo ya y es lo único que se me ocurre. Usaré un número privado e intentaré sacarle algo de información. Busco sin éxito mi teléfono en los bolsillos del pantalón, después a lo largo del sofá y finalmente por todo el apartamento de Blake. No está en ningún lado. Hago memoria de la última vez que lo usé.
Mierda. Ha sido esta mañana en mi casa. Con los nervios y las prisas he debido de olvidarlo allí.
Sonrío ampliamente al ver que esta vez Blake no me ha dejado encerrada bajo llave. Y sonrío aún más al imaginar lo furioso que se pondrá al percatarse de su error.
Que le den.
Camino deprisa durante unos veinte minutos hasta que veo a lo lejos mi casa, o la que era mi casa hasta hace unas horas. Acelero el paso para llegar cuanto antes y la familiaridad del lugar me abraza, haciéndome sentir que estoy haciendo lo correcto. Al abrir la puerta reconozco el olor al que tan acostumbrada estoy, pero el caos todavía sin recoger del salón me recuerda que las cosas no van bien.
¿Cuándo volverá todo a la normalidad? Ojalá sea pronto.
Camino hasta mi habitación y encuentro el teléfono tirado sobre la cama, todavía con más de la mitad de su batería. Aprovecho que estoy aquí para preparar una pequeña mochila con un poco más de ropa, esta mañana he ido tan deprisa que apenas he cogido nada. Cuando lo tengo todo listo, echo un último vistazo a mi habitación antes de salir, dispuesta a volver al apartamento de Blake para hacer la llamada.
Recorro el pasillo y cuando llego a la habitación de mi hermano no puedo evitar entrar en ella. Todavía huele a su colonia. Una lágrima resbala por mi mejilla y la seco enseguida. Tengo que ser fuerte, esto se va a arreglar muy pronto.
Es entonces cuando escucho unas llaves girar en la cerradura.
Mi corazón bombea tan fuerte que temo que pueda salirse de su lugar. Mil pensamientos pasan por mi cabeza en apenas un segundo. ¿Será Matt? No, no puede ser él. Me quedo paralizada, de pie en medio de la habitación sin saber qué diablos hacer. Escucho como la puerta se abre y se cierra de nuevo.
Alguien acaba de entrar en casa.
¿Blake? No, Blake no tiene llaves y tampoco tendría sentido alguno que estuviese aquí.
De repente lo recuerdo y mi sangre se congela.
Flashback:
–¿Qué hacemos ahora? –pregunto impaciente.
Se toma unos segundos para pensar y luego clava su mirada en mí con decisión.
–No creo que vaya a gustarte –lo apremio con la mirada para que continúe hablando–, vendrás a vivir conmigo.
Incluso yo me sorprendo cuando suelto una carcajada nerviosa.
–Ni de coña.
–No puedes quedarte aquí.
–¿Por qué no?
–¿No es obvio? –da una vuelta sobre sí mismo mientras señala todo el desastre que nos rodea–. Ese tipo ya ha entrado dos veces, probablemente tenga hasta una copia de las llaves.
Fin del flashback.
Mierda, mierda y más mierda. Estoy muy jodida.
ESTÁS LEYENDO
BLAKE [#1] ✔️
RomanceCuando su hermano es secuestrado y unas inquietantes notas aparecen en su casa, a Helena solo le queda una opción. Recurrir a Blake, el amenazante chico de los tatuajes. Frío, cortante, insensible y condenadamente sexy. Para su sorpresa, él está dis...