CAPÍTULO 2

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Ya ha pasado una semana desde que seguí a Matt hasta aquel sombrío antro. A la mañana siguiente, se enfadó al descubrir que le había robado la droga y registró toda mi habitación para encontrarla, cosa que no logró porque me encargué de deshacerme bien de ella. Cuando su enfado disminuyó, conseguí que entrara en razón y aceptó ver a un especialista, el martes tuvo la primera sesión. Así que más o menos, se puede decir que las cosas van bien. O eso creía hasta este preciso momento.

–¡Ya estoy aquí, querida hermana mía!

Dejo de prestar atención al libro que estaba leyendo y observo como un Matt extrañamente sonriente entra a casa. Sin ni siquiera cerrar la puerta principal, se deja caer en el sofá a mi lado y me abraza. Frunzo el ceño, Matt casi nunca me abraza. Aprovecho su cercanía para analizarlo y sus ojos, con las pupilas extremadamente dilatadas, confirman mis sospechas.

–¿Estás colocado?

–Para nada, hermanita –suelta una carcajada.

–Joder Matt, ¡son las once de la mañana!

–Son casi las doce, ¿por qué no te unes a la fiesta? –alza las cejas, sugerente– Hecho de menos a la Helena alocada.

Sus manos se mueven exageradamente mientras habla y su pierna tiembla en una especie de tic nervioso. La energía que desprende es abrumadora.

–Pensé que la terapia te estaba ayudando –susurro con tristeza.

–Deja de preocuparte tanto, solo es un poco de diversión, estoy mejor que nunca.

Niego con la cabeza y me levanto del sofá, necesito alejarme de él y aclarar mis ideas.

–Me voy Matt, no hagas nada peligroso.

–¿Peligroso? ¿Qué hay de peligroso en sentir? ¿Qué hay de peligroso en vivir la vida? Ya te lo digo yo, ¡nada! –vuelve a soltar una carcajada ante sus propias palabras y después me mira, repentinamente serio –Así que deja de ser tan aguafiestas.

Ruedo los ojos y salgo lo más rápido que puedo de casa, cerrando la puerta a mis espaldas y rezando para que no le pase nada. Quizá mi huida es un poco cobarde, pero no soporto ver a Matt así, tan diferente de su estado habitual. Y necesito estar sola para pensar.

Quiero ayudarle, pero no sé cómo hacerlo. Confiaba ciegamente en las sesiones terapéuticas, pero empiezo a sospechar que Matt simplemente aceptó ir para que me quedase tranquila, y que no tiene en realidad ninguna intención de hacerles caso. O quizá lo de hoy sea una simple recaída normal, dejar las drogas no es fácil. Quizá simplemente tengo que darle tiempo y ser un poco más paciente. Camino por las calles soleadas hasta que se acerca mi hora de entrar al trabajo y decido volver a casa para darme una ducha y cambiarme. Mi hermano ya no está en el salón ni me recibe eufóricamente, aunque escucho el sonido de la play procedente de su habitación. Paso de largo porque no tengo ganas de enfrentarme a él.

El turno de la cafetería se me hace eterno, los sábados son movidos y eso suele gustarme porque me mantiene ocupada. Pero hoy estoy desconcentrada. Mi mente no deja de darle vueltas al asunto de Matt y ya me he confundido con los pedidos tres veces. Cada una de las tareas rutinarias, hoy me supone un reto. Después de darle mil y una vueltas al asunto, cuando queda apenas media hora para cerrar, una idea viene a mi mente. Una idea que no sabría decir si es brillante o es la peor idea que he tenido en la vida. Pero que estoy dispuesta a ejecutar, porque por mucho que me he esforzado, no tengo nada mejor.

Me despido de James y camino en dirección a casa, pero me desvío cuando reconozco la calle por la que giró Matt la semana pasada. Para mi desgracia, la lluvia y mis nervios impidieron que me quedara con demasiados detalles, por lo que ahora me cuesta recordar el camino. Al principio lo consigo sin problema, pero a medida que avanzo todos los callejones me parecen iguales entre sí, oscuros y espeluznantes. 

BLAKE [#1] ✔️  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora