CAPÍTULO 11

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Con la adrenalina en el cuerpo, recorro los pocos metros que me separan de la puerta de mi casa y entro, dando un fuerte portazo al cerrar. Sin saber muy bien qué hacer, me dirijo a mi antigua habitación, pero no me da tiempo a llegar. La puerta tarda menos de cinco segundos en abrirse de nuevo. Bien, aquí empieza la acción.

–¿Problemas con el chico? –escuchar de nuevo su voz me provoca arcadas– ¿Dónde estás, preciosa?

Dos minutos. Eso es lo que Miles necesita para poner el dispositivo rastreador. Vuelvo lentamente sobre mis pasos hasta que Bill aparece en mi campo de visión, junto a un asqueroso olor a alcohol.

–¿Dónde está mi hermano?

Sonríe al verme, mostrando sus amarillos dientes.

–Hablaremos de eso más tarde, cielo. Antes ven aquí, deja que te vea.

No me muevo ni un centímetro, aunque él sí que da un par de pasos en mi dirección. Nos miramos en silencio unos segundos, yo con odio y él con una especie de deseo que me hace querer salir corriendo muy muy lejos.

–Ese no es el trato, me prometiste liberar a mi hermano si me entregaba. Libéralo, y entonces me entregaré.

Atisbo una pizca de rabia y de duda en sus ojos, pero acaba cediendo.

–Como quieras. Sígueme entonces.

Comienza a caminar en dirección a la puerta y lo sigo, un poco preocupada. ¿Han pasado ya dos minutos? ¿Debería intentar retenerlo más? Espero que Miles haya tenido el tiempo suficiente para hacer lo suyo. La calle está desierta y rápidamente nos subimos en su furgoneta. Bill bloquea las puertas y empieza a conducir. Observo por la ventanilla cómo nos alejamos de la ciudad. A nuestro alrededor hay cada vez menos edificios y más campos. Al principio son campos habitados, se pueden ver casas y algunos cultivos. Pero poco a poco, simplemente hay tierra, ni rastro de vida humana.

–Has tomado una buena decisión, cariño. Tu hermano se alegrará de verte, si es que te reconoce.

Dejo de mirar por la ventanilla y me giro incrédula hacia él.

–¿Qué has dicho?

–Está un poco debilitado.

Cuento los días que Matt lleva desaparecido. Uno y medio. No es mucho tiempo, pero no sé las condiciones en las que ha estado y 36 horas sin agua son suficientes para que comiencen los síntomas de la deshidratación. Lanzo una mirada cargada de odio a Bill y me giro hacia la ventana.

Durante el resto del trayecto se intercalan momentos de silencio con susurros por parte de Bill en los que me insulta y fantasea con todo lo que quiere hacer conmigo, antes y después de matarme. No respondo porque sé que no habla conmigo, ni siquiera sabe que está hablando en voz alta. Ahora entiendo a lo que Blake se refería cuando dijo que estaba demente.

Unos treinta minutos más tarde, después de una larga y sinuosa carretera solitaria, al fin aparece una especie de fábrica abandonada ante nosotros y Bill detiene la furgoneta. Como vimos en el mapa, hay una gran puerta principal en el centro. Cuando Bill desbloquea las puertas del vehículo, empiezo a correr hacia la puerta gritando el nombre de mi hermano. Error. Bill me alcanza rápido y me sujeta con demasiada fuerza la muñeca, me la retuerce y siento un agudo pinchazo de dolor que me hace soltar un grito. Después me da una bofetada en la mejilla izquierda, con la fuerza suficiente para que me arda toda la zona. Me estremezco al percatarme de que aquí nadie puede oírme.

–¡Estate quieta, zorra!

Ahora entiendo que el pacto que me propuso era solo un cebo. No tiene intención de liberar a Matt. Aunque lo hiciera, Matt tardaría mínimo un mes en llegar andando a la ciudad más cercana, eso teniendo en cuenta que fuera capaz de encontrar el camino correcto. No nos hemos cruzado con ningún coche de camino aquí y dudo que alguien circule por esa vieja y peligrosa carretera. Estamos en la mismísima nada, y los planes de este señor son matarnos a los dos. Y hacer que yo sufra. Estoy bastante segura de ello, puedo verlo en su mirada cargada de odio.

BLAKE [#1] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora