CAPÍTULO 14

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P.O.V Blake

Cierro la puerta cuando Helena sale a la calle y me quedo solo en el camerino. Me siento y respiro hondo hasta que consigo bajar la erección. Joder. Voy a soñar con ese maldito vestido y con el culo que le hace. Si se hubiera quedado cinco minutos más se lo hubiera arrancado y me la hubiera follado aquí mismo. No estoy ciego, ya me había dado cuenta antes de que Helena es guapa. Pero hoy cada una de las curvas de su cuerpo estaban perfectamente marcadas por la fina tela. Y no lo negaré, he estado a punto de perder el control.

Sin perder más tiempo, busco mi teléfono y marco el número de Miles. Como de costumbre, responde enseguida. Hicimos ese acuerdo cuando ambos teníamos doce años, y aún lo mantenemos.

Conocí a Miles cuando la empresa de mi padre quebró y nos vimos obligados a mudarnos a este barrio, el más marginal de la ciudad, ambos teníamos entonces diez años. Ya no vivo aquí, me fui de casa cuando cumplí la mayoría de edad y conseguí reunir el dinero suficiente para alquilar mi apartamento actual. Sin embargo, conozco cada uno de los callejones y paso más tiempo del que me gustaría en ellos, por lo que soy bastante respetado. Miles ha vivido aquí toda la vida, y sigue haciéndolo.

Cuando llegué al barrio los niños no me aceptaron y me costó bastante adaptarme al cambio. Nunca antes había conocido la pobreza ni nunca antes había pasado hambre. Mi familia siempre había tenido dinero más que suficiente. Mi padre era un prestigioso abogado y su buffet uno de los más famosos de la ciudad. Y eso fue precisamente lo que hizo que el resto de niños me odiara y me llamaran pijo de mierda.

Miles fue mi único amigo los primeros dos años, hasta que el resto de niños acabó por incluirme en el grupo. En ese periodo mis padres empezaron a drogarse y cada vez estaban más ausentes. La situación en casa de Miles era incluso peor, su padre era alcohólico y su madre se prostituía para poder alimentar a la familia. Aunque eran más atentos que los míos, ninguno de los dos recibimos la atención que un niño necesita por parte de sus padres, por lo que decidimos apoyarnos el uno en el otro.

A los doce ambos conseguimos comprar nuestro primer teléfono en una tienda de segunda mano con el dinero que ahorramos haciendo la compra a señoras mayores durante un año entero, y nos prometimos responder siempre lo antes posible al otro, no importa en qué estuviéramos metidos. Ambos éramos el único punto de apoyo incondicional del otro y ese pacto fue nuestra forma de demostrarlo.

A día de hoy, seguimos respondiendo rápido a las llamadas del otro, aunque afortunadamente ahora es más por costumbre que por necesidad.

–Dime, tío.

–Oye Miles, necesito que lleves a Helena a su casa. O que te asegures de que llega bien. Acaba de salir por la puerta trasera de mi camerino. Ya sabes que yo hoy no puedo.

–Tranquilo, voy para allá. ¿Seguro que no quieres que te acompañe o que te cubra la espalda?

–Seguro, ya has hecho mucho por mí últimamente. Y además yo fui el retrasado que aceptó este caso, no tú.

–Está bien, ya sabes que si cambias de opinión puedes llamarme. Estaré atento. Buena suerte, y nos vemos mañana.

Miles cuelga y yo respiro hondo, ojalá podamos vernos mañana.

Miro el reloj, solo faltan diez minutos para las doce. Abro el viejo armario de la habitación y me cambio mi pantalón corto rojo de las peleas por uno negro, me coloco también el cinturón táctico y lo cubro con una sudadera negra.

Abro entonces el último cajón y sujeto la pistola entre mis manos. No es la primera vez que veo una, ni siquiera es la primera vez que la llevo conmigo. De hecho, sé manejarla a la perfección, pero esta noche será la primera vez que dispare fuera de la sala de entrenamiento.

BLAKE [#1] ✔️  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora