━━𝟎𝟕

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Ese día podía percibirla de nuevo

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Ese día podía percibirla de nuevo. No como antes, no tan fuerte. Era casi como un hilo, fino, casi invisible a los ojos, pero que estaba ahí a pesar de todo.

La presencia de sus compañeros, enterrada por el paso del tiempo en cada uno de los reinos. En las entrañas de un cenagal; en la garganta de una honda cueva; en la cima de una montaña que siempre arde.

Esa sensación no le gustó en absoluto. Hacía mucho tiempo que dejó de notarla. Eso siempre le hizo sentir que era el que tenía el control de la situación.

Se levantó de su trono, avanzando con paso lento y pesado, como si su cuerpo fuese más bien una columna de plomo macizo.

Cuando salió al balcón, una fina y triste brisa llegó para recibirle. Estiró su brazo y lo internó en la niebla. Su mano se tiñó de negro, y de ella salieron fragmentos de sombra.

De un momento a otro, los alrededores de la torre se volvieron más oscuros, y la vegetación, si cabía, se marchitó todavía más. No se detuvo hasta sentirse un poco más seguro. Sus poderes ya no eran lo que fueron, pero aún seguía estando lúcido, pese a los años que transcurrieron.

La niebla se arremolinó alrededor de él, dejando entrever ligeras descargas eléctricas, como una pequeña tormenta.

Hacía mucho que no trataba de controlar nada. Hacía mucho que la dejaba deambular a su antojo por Oz.

La niebla casi parecía una serpiente enroscándose en los muros de la torre. Nadie sabía qué era o de qué estaba hecha. Nunca nadie lo había descubierto y, después de todo lo que sucedió, nadie ya tenía energías para siquiera intentarlo.

Por ende, solo él podía saber con quién hablaba.

—Sea lo que sea... no lo perdáis de vista.

	Altair vio la senda entrecortada, a la par de que esa sensación de estar siendo observada volvía, y de manera bastante más agresiva

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Altair vio la senda entrecortada, a la par de que esa sensación de estar siendo observada volvía, y de manera bastante más agresiva. En realidad no era exactamente que la senda se desdibujara o se interrumpiera. El camino seguía, sí, pero lo único que hacía era surcar el paisaje, que cambió de repente. Serpenteaba a través de la maleza, danzando en las tinieblas de un bosque, plagado de árboles enormes y sonidos extraños que salpicaban un silencio tenebroso.

𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora