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Altair revoloteó en torno al Coloso de Madera, alocadamente

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Altair revoloteó en torno al Coloso de Madera, alocadamente. Éste se volvió para mirarla al fin, siguiéndola con sus enormes y brillantes ojos naranjas. La estrella intentó hacerle señas, indicándole toda la vegetación que él mismo estaba creando. No obstante, el Coloso no terminaba de entender adónde quería ir aparar, y Altair se dio cuenta de que al fin, contaba con otra forma de explicarse. No estaba acostumbrada, y se le había olvidado. Aunque mal aún, ahora podía hablar.

Se aclaró la garganta y, tras varios sonidos fallidos, alzó la voz. Era una voz de hada, fina y suave, casi infantil. A Lai le resultaba muy agradable oírla.

—Plantas. Muchas —le dijo, señalándole.

El Coloso se quedó allí, forcejeando con la niebla, interrogante.

—Muchas plantas —prosiguió la pequeña, y se volvió para señalar al Coloso de Piedra—. Él con fuego. Incendio.

El Coloso de Madera dio un respingo. Lo entendió. Tal vez él no pudiese pasar por la niebla, pero su vegetación no tenía por qué tener impedimento. La hierba y la tierra se extendían por debajo de la niebla, podría luchar desde el suelo. Su vegetación podría crecer por dentro, como un parásito.

Cuanto más la hiciera crecer, más cubriría. Y si el Coloso de Piedra la incendiaba, crearían un incendio que él mismo podría controlar con agua y humedad, pero que sería tan grande, que originaría una gran cantidad de luz. Era arriesgado, pero tendría que confiar en la humedad que guardaba en su cuerpo de madera. La luz del fuego sería suficiente para profanar la muralla de niebla.

El Coloso de Madera se puso manos a la obra inmediatamente. Sus poderes se salían de control muy fácilmente, pero ahora tenía su oportunidad de darles rienda suelta de forma justificada.

El Coloso de Metal también lo había entendido, y él, tuvo una idea como aportación propia.

 Detuvo a Altair y le hizo un par de gestos. Ella de primeras no supo si lo había entendido, aunque alegró de que les pareciese una buena idea.

El fuego chocó de lleno contra él, arrastrándole hacia el interior dela torre por un par de metros

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El fuego chocó de lleno contra él, arrastrándole hacia el interior dela torre por un par de metros. Por desgracia, la maldita niebla aplacaba los ataques. Le obedecía como una mascota bien adiestrada.

𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora