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La bruja hizo un movimiento rápido y elegante con sus manos

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La bruja hizo un movimiento rápido y elegante con sus manos. Altair lo reconoció enseguida. Fue lo mismo que le hizo a ella para ponerle un hechizo protector, justo cuando partió hacia el Abismo de Tierra.

Eso quería decir que pretendía separarse de ella.

Cuando ya lo tuvo asegurado, la bruja soltó la mano de Altair y ella, trató de volver a ofrecerle la mano. No quería dejarla ir, sabiendo que sus hechizos ya no eran tan fuertes como, al parecer, solían ser.

Ankra negó, ominosamente.

—Te necesitamos en la retaguardia. E irás mucho más ligera sin mí. No te preocupes, pequeña. La niebla ha perdido fuerza, trataré de resistir todo lo que pueda.

La bruja la miró, como si buscara una respuesta afirmativa a cualquier precio. Altair lo entendió y acabó por dársela. La mujer sonrió y se internó en la niebla despacio.

Lai miró a Altair, y ella a la manta. Intensificó su luz y levantó el vuelo por sí sola.

 Intensificó su luz y levantó el vuelo por sí sola

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Los alardes de Scuti no fueron en vano. Sin embargo, su propósito de defender una parte de la ciudadela, lo que ella consideraba más importante, era algo demasiado notorio para pasarlo por alto.

Scuti no había dicho nada, pero se imaginaba que habían maquinado algo a sus espaldas. Miró a Alnilam desde lejos. No confiaba en ella. Y estaba deseando decírselo a la cara, con pruebas contundentes.

Después de todo eso, estaba decidida a concertar un Consejo. Si Altair faltaba, tenía motivos de sobra para incriminarla. Y por fin, podría echarla de la ciudadela. Alnilam era consciente de que se le venía una tormenta encima igual o peor que el ataque de los asteroides. A pesar de ello, trató de obviarlo y concentrarse en lo que ahora tenían encima de la mesa.

Vio la formación de asteroides romperse poco a poco. Sin nombre hacía rato que se había marchado con ella, y no podía evitar preguntarse si estarían bien. Esperaba que volviese pronto.

Alnilam avanzó, intentando enterarse de lo sucedido. Al parecer, los asteroides lograron dañar mucho más de lo esperado el distrito delas estrellas menores, y habían abierto una importante fisura en una zona en particular. La estrella suspiró, pensando en los daños que tendrían que reparar, hasta que le dijeron que ese no era el problema, ni por lo que se había armado revuelo.

Las Estrellas Ancianas estaban enteradas, aunque algunas casi prefirieron olvidarlo. Alnilam lo supo por Vega, hacía mucho tiempo. Y le preocupó desde el primer momento.

Se trataba de ese rumor. Y no esperaba volver a escuchar sobre él en una circunstancia como esa.

Era una especie de leyenda urbana. Una estrella que de golpe, con la caída del Gran Atractor al atardecer, desapareció sin dejar ningún rastro. Así, sin más, como si una estrella, por pequeña que fuese, pudiera desaparecer tan fácilmente.

Todas las estrellas se quedaron como témpanos al enterarse de que la leyenda era cierta. Esa estrella había estado desaparecida por mucho tiempo, pero no exactamente por los motivos que se esperaban.

Alnilam se sobrecogió al saberlo.

La grieta que abrieron los asteroides la había liberado de un confinamiento del que nadie era consciente.

La estrella desaparecida había estado siempre en el distrito. Stephenson había sufrido un crecimiento tan acelerado dentro de su hogar, que no pudo salir cuando se lo propuso. Esos crecimientos no eran habituales en estrellas menores, aunque ocurrían alguna que otra vez.

 Y cuando vieron a la estrella liberada de su prisión, entendieron el por qué no pudo volver a salir.

 Y cuando vieron a la estrella liberada de su prisión, entendieron el por qué no pudo volver a salir

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Altair estiró el brazo y creó un gran haz de luz que golpeó directamente a la niebla. Sintió que se debilitaba, pero se recuperaba rápido. Era demasiado densa.

Los Colosos habían iniciado un forcejeo contra las tinieblas. La niebla no les dejaba avanzar, como si se hubiese creado en torno a la torre una suerte de muralla invisible.

Altair batió sus aletas para subir más alto. Desde que se fue a la retaguardia, había dejado de ver a la bruja. No tenía ni idea de qué era lo que planeaba hacer, ni de en qué punto de la colina estaba exactamente. Lo único que esperaba es que se encontrase bien.

Fue incapaz de vislumbrar la torre. La negrura no la dejaba ver nada en absoluto a través de ella, y cargó un nuevo haz de luz para intentar disiparla.

Simultáneamente, el Coloso de Piedra vio sus intenciones y se clavó con aún más fuerza en el suelo para lograr empujar con más ímpetu.

 Sus esfuerzos, hasta el momento, no daban resultado. La niebla no se disipaba lo suficiente como para poder ver nada, y se recuperaba enseguida. A ese paso, no iban a conseguir nada, y daba la sensación de que los Colosos no sólo no avanzaban, sino que retrocedían.

 A ese paso, no iban a conseguir nada, y daba la sensación de que los Colosos no sólo no avanzaban, sino que retrocedían

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𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora