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El fuego se había extendido tan deprisa que ahora la colina era un caos infernal de llamas

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El fuego se había extendido tan deprisa que ahora la colina era un caos infernal de llamas. El paisaje se había llenado de crujidos masivos de madera y, antes de que pudiera extenderse hacia algún lugar que ellos no quisieran, el Coloso de Madera trató de redirigir su nueva vegetación hacia el interior de la niebla.

 Poco a poco, todos vieron cómo el fuego le ganaba terreno a las tinieblas y los tres Colosos sentían menos oposición de la oscuridad. Aquella era la señal, y empezaron a empujar y a oponerle resistencia. El plan de Altair estaba funcionando.

El Mago también se dio cuenta de lo que estaba sucediendo

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El Mago también se dio cuenta de lo que estaba sucediendo. Olvidó la existencia de la bruja en el patio, y redirigió toda su atención hacia el muro de niebla para evitar que los Colosos lograsen atravesarlo.

Trató de controlar la niebla, poniendo todas sus fuerzas en que siguiera donde estaba, inamovible. Sin embargo, las llamas ya atravesaban todo el muro, y se podían ver desde la misma torre. La niebla retrocedía, por mucho que él tratase de impedirlo.

Maldición, pensó, aterrado.

La sombra, siempre coloreada de negro, empezó a teñirse gradualmente de rojo, capa por capa, como un lienzo que se estaba pintando con acuarelas.

Tal vez con la bruja pudiera, aunque le costase dada la falta de práctica. Sin embargo, al otro lado de la niebla le esperaban los otros tres Magos. Ni siquiera cuando los maldijo fue porque los hubiese derrotado. Logró colocarles la maldición en un momento de descuido, y él, en lo más hondo de su alma, lo sabía.

Todo era por culpa de aquella estrella. Y a ese paso, los tres accederían a la torre.

Ankra no se dio cuenta, pero Akaun retrocedió un par de pasos hacia el interior de la torre. Si los Colosos se acercaban, debía cambiar de estrategia.

 La bruja se asomó por un borde de las ruinas del muro, y la vio de forma muy borrosa, enfrascado en reforzar sus defensas. Aquel le pareció un buen momento, y cargó un nuevo ataque de fuego, que le dio la impresión de que impactó de lleno en Akaun.

	En medio del incendio y de las enormes lenguas de fuego, escucharon un fuerte impacto, seguido de una retirada inesperada de la niebla

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En medio del incendio y de las enormes lenguas de fuego, escucharon un fuerte impacto, seguido de una retirada inesperada de la niebla.

Los Colosos no lo pensaron dos veces y sacaron los pies fuera de la tierra para ponerse en marcha por fin.

No tardaron en ver que no había sido pura casualidad.

Sabiendo que tarde o temprano atravesarían la niebla, había retirado el muro y lo había condensado en un espacio mucho más apretado en torno a la torre.

Altair lo vio mientras volaba a cierta altura de los Colosos. La torre se había transformado en una vorágine giratoria de nubes profundamente negras. Eran mucho más espesas, y mucho más densas que las que habían logrado quitar. No obstante, tal vez no fuese tan complicado.

Lo que sí quedaba claro, a juzgar por la pésima estrategia, era que esa serpiente negra en forma de niebla, era su último recurso.

Antes luchaban contra una masa relativamente grande, pero ahora, podrían condensar sus fuerzas en un punto mucho más pequeño.

 Miró a Lai, y se preguntó cuánta más luz bastaría para dispersarla.

 Miró a Lai, y se preguntó cuánta más luz bastaría para dispersarla

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𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora