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Los tres Colosos iniciaron la subida por la colina, y llegaron hasta la torre en menos de cinco pasos

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Los tres Colosos iniciaron la subida por la colina, y llegaron hasta la torre en menos de cinco pasos. Ankra, sintiendo al fin un respaldo, se sintió segura para salir de su escondite, agotada y sintiendo más que nunca el peso de la edad.

Observó el maremágnum de niebla oscura alrededor de la torre, en incendio en los alrededores. El gigantesco Coloso de Metal al rojo pasando a través de las llamas.

Buscó a Altair. No le fue muy difícil dar con ella, ya que su intenso brillo llamaba la atención en varios metros a la redonda, en todas direcciones.

La vio allí, volando sobre lo que se había convertido en un campo de batalla. No supo por qué, pero tuvo la impresión de que la estrella estaba maquinando algo más.

Al final, por su cuenta, iba a hacer mucho más de lo que esperaban.

Aysab, Atdras y Ardriel rodearon la torre, y esta vez dejaron que se encargase el Coloso de Metal. Pese a que el incendio continuaba en los alrededores, había que continuar contraatacando con toda la luz que fuesen capaces de reunir.

El Coloso de Metal se había convertido en una masa de acero candente, que brillaba como una estrella misma. Él fue el primero que intentó hacer frente a la niebla, y después los otros dos que faltaban. Sin embargo, la luz de la atmósfera y su enorme envergadura, tiñó la escena de un carácter apocalíptico.

Ankra avanzó, resistiendo el fuerte viento que levantaba el forcejeo entre los Colosos y la niebla. Se tapó la nariz y la boca, el ambiente estaba ya muy cargado de humo.

Tal vez no fuese la gran cosa, pero ella creyó que podría ser de ayuda al menos. Colaboraría en lo que pudiera. Decidió cargar con un hechizo ígneo, con toda la potencia que pudiese, para reforzar el forcejeo al rojo vivo de Atdras.

De golpe, un fuerte vórtice de llamas salió despedido directamente contra la niebla, y comenzó un duro forcejeo que continuó durante el tiempo que a Altair le tomó posicionarse con Lai a lo lejos, para algo que ninguno sabía con certeza.

Ankra la observó, forzándose a mantener el equilibrio.

«¿Qué harás, pequeña...?»

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𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora