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Jamás pensó (en el poco tiempo que llevaba allí) que fuese a alegrarse de volver a ver la niebla, ni ese siniestro bosque

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Jamás pensó (en el poco tiempo que llevaba allí) que fuese a alegrarse de volver a ver la niebla, ni ese siniestro bosque. Lai la recibió con una inmensa alegría, rodeada del croar de muchas ranas, cientos de ellas. Altair no lo comprendió al momento pero, más adelante, imaginaría que fue Lai quién las avisó, de alguna manera.

El enorme ser que la empujaba desde abajo salió también. Altair era una bola de barro irreconocible, aunque ya no le dio importancia. Estaba viva, había vuelto a la superficie, independientemente de los métodos.

Varias ranas se dejaron ver. Algunas se acercaban, otras, simplemente se iban. Y pese a lo que vio, no se asustó tanto como podía haberlo hecho momentos antes de quedar atrapada en el fango. Por la euforia del momento, el cansancio o cualquier otro motivo, no se sintió aterrada al ver que esas ranas eran cualquier cosa menos normales. O al menos, no normales según lo que le habían enseñado.

Todas ellas tenían alguna deformidad. Todas, sin faltar una, tenían algo que no encajaba en sus siluetas.

Observó a una rana con tres patas traseras. Otra, no tenía patas delanteras. Una de ellas tenía una cantidad de ojos en la cabeza imposibles de contar. Otras parecían amasijos inciertos de huesos y extremidades mal colocadas, que se desplazaban como podían.

Y la última rana que vio, directamente era una cabeza con boca, carente de ojos y de cualquier otra característica.

Pensó después, que tal vez se lo tomó de forma más calmada ya que vio que no iban a atacarla. De hecho, lo que la había sacado del fango había sido una rana más grande, que al parecer tenía dos cabezas fusionadas de una forma retorcida e incomprensible.

Altair se había quedado encima de ella y, antes de que tuviese tiempo de bajarse y acariciarla o cualquier otra seña de agradecimiento, la rana comenzó a moverse rápidamente.

Al principio, era como si nadase entre el lodo, tal y como vio hacer a otro par de ranas antes. Luego, desplegó sus enormes patas traseras y comenzó a avanzar a una gran velocidad, dando brincos que casi dejaban a Altair tocar las ramas de los árboles.

 Luego, desplegó sus enormes patas traseras y comenzó a avanzar a una gran velocidad, dando brincos que casi dejaban a Altair tocar las ramas de los árboles

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𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora