—Algún día lo entenderás.
Era una de las frases que más escuchaba. En particular, desde que se quedó sola.
En realidad, estaba harta de escucharla. Porque, lejos de ver algún resultado, el momento de comprender las cosas que las Estrellas Ancianas veían y decían, cada vez las entendía menos.
Alnilam dejó que Altair descansara un rato antes de seguir enseñándole más cosas que necesitaría en su viaje. La había notado distraída desde que empezaron. Aunque, a decir verdad, se había vuelto algo normal. Más aún desde que se celebró el Consejo. Su maestra ya sabía en qué estaría pensando, pero no dijo nada.
Había estado enseñándole a manejar su luz, tanto para sí misma para dosificar su energía, como para ayudar con ella, iluminar los alrededores o incluso, defenderse.
Altair no sabía que su luz podía llegar a tener tantos usos, aunque ese día no logró siquiera dominar uno solo de ellos. Alnilam ya le había dicho que no era tan sencillo, que no esperase conseguirlo todo a la primera. Por otra parte, no podía dejar de pensar en el tiempo que tenía antes del Consejo en el que su deseo pasaría a manos de otra estrella. Si de verdad quería acudir a Oz, tenía que dominarlo cuanto antes.
Aunque la presión de tener que hacerlo en muy poco tiempo, le traía miedo a no lograrlo por mucho que lo intentara.
Alnilam era consciente de la presión que le habían puesto encima a la pequeña. No solo Scuti, sino ella misma. Creyó estarlo haciendo con buena intención, para que al fin tuviese una oportunidad para hacerse un hueco entre las estrellas. Ahora, no sabía hasta qué punto lo estaba haciendo bien.
Aunque no quería dar marcha atrás con su decisión. Le daría la razón a Scuti, pero sobre todo, le arrebataría algo muy importante a Altair y acabaría de destruir su confianza por completo.
Si iban a hacerlo, tendrían que seguir hasta el final. La tercera semana... costara lo que costase.
—Muy pronto entenderás el por qué de todas las cosas que estoy enseñándote ahora. Y ya te he dicho que no te desanimes. No estás tan lejos como te crees.
Alnilam dio un golpe en el suelo con su bastón.
—Sigamos practicando. Recuerda: controla el flujo de luz a través de tu hhe'lir. Dirígela a tus manos, condénsala ahí y libérala, controlada, hacia tu satélite. Así, además de tu propio flujo de luz, tu satélite creará otro más con su reflejo.
Era más fácil decirlo que hacerlo. Altair no creía que eso le fuese a hacer falta en ningún momento de su viaje. Al fin y al cabo, ¿para qué querría ella proyectar su luz a través de Lai?
—Tu hhe'lir es muy importante —le recordó Alnilam—. Es tu sangre de estrella, tu vida en estado puro. Sangre extremadamente caliente que solo tú u otra estrella podemos tocar. Arde más que el fuego y, si un mortal la tocara, o incluso tu propio satélite, recibiría algo mucho peor que una simple quemadura. Se derretirá. El hhe'lir mueve la luz dentro de nosotras y nuestra energía con ella. Es imprescindible no perder una cantidad demasiado grande. Si lo haces, te enfriarás.
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𝐄𝐥 𝐚𝐦𝐚𝐧𝐞𝐜𝐞𝐫 𝐝𝐞 𝐎𝐳
Fanfic«Akaun, el único Mago que queda, al que se conoce como "el Mago de Oz" hace varios siglos lanzó una maldición sobre los Magos que le acompañaban. Los tres Magos que fueron malditos, antes de sucumbir por completo a su poder, pidieron al unísono un d...