Narra Dean
—¿Qué es lo que quiere ahora?
—Me cuesta ocultar mi cabreo, pero ella está demasiado distraída por el mensaje como para darse cuenta.
Me acerca la pantalla y mi cabreo crece: Podemos vernos para 1 cafe? D verdadnecesito hablar contigo.
—Di que no —le aconsejo.
Sus dientes se clavan en su labio inferior. —Es difícil.
—No pareces tener ningún problema en decírmelo a MÍ.
—No he estado saliendo contigo durante tres años —señala.
Con delicadeza cojo el teléfono de su mano y lo pongo sobre la mesa. —Bueno. ¿Estás lista para una charla seria?
Asiente con la cabeza temblorosa. —Sean va a seguir mandándote mensajes al móvil. Va a seguir enviándote emails, y llamando y haciendo todo lo posible para recuperarte. ¿Quieres saber por qué? Porque eres inteligente y divertida y estás buenísima, y él sabe que es un idiota por dejarte marchar.
Sus ojos se llenan de sorpresa.
—Él va a seguir haciéndolo. Y eso significa que tienes que aprender a ignorarlo. — Estudio su rostro—. Bueno, si vas en serio con lo de seguir adelante.
Asiente de nuevo, esta vez con decisión.
—Voy en serio.
—Entonces, pasa página, linda. No puedes huir a la casa del novio de tu amiga o esconderte en tu residencia cada noche. Dile al tío que no quieres hablar con él, y después sal por ahí y distráete. Puedo ayudarte a eso si quieres.
—Déjame adivinar —dice ella con sequedad—. Te ofreces como voluntario para un homenaje de sexo.
—No. Por una vez no estoy hablando de sexo.
—¿Qué sugieres entonces?
Sonrío. —Creo que necesitas vivir «La vida de Dean».
—Eh. Bueno. Así que debería ponerme unas protecciones de hockey y dejar que unos cuantos gigantes me empotren contra la valla todas las noches, para después recompensarme a mí misma con una cadena sin fin de rollos sexuales de una noche o un rato. Lo pillo.
Me inclino hacia adelante y tiro de un mechón de su cabello. —No seas capulla.
—Te ofrezco mis disculpas. —Sonríe—. Por favor, cuéntame más cosas de «La vida de Dean».
Mi mano se desplaza por su suave mejilla hasta cogerle de la barbilla.
—Mírame, Allie-Gátor. ¿Te da la sensación de que tengo muchos problemas? ¿Alguna vez crees que podrías encontrarme en mi habitación abatido o estresado por gilipolleces triviales?
—No —dice lentamente. —Se podría decir que soy una persona feliz en general, ¿verdad?
Su mirada sospechosa se clava en mis ojos.—Sí. Pero ¿cómo es eso posible? Nadie es feliz TODO el tiempo. —Es absolutamente posible. —Paso el dedo pulgar por su labio inferior. Sus labios son la hostia de suaves. Me muero por otro beso suyo
—. ¿Quieres saber mi secreto?
—¿Eh? —Parece distraída. Le acaricio los labios de nuevo y me gusta cuando su respiración se entrecorta. —Yo hago lo que quiero, cuando quiero. Y no me importa una mierda lo que los demás piensen de mí.
Eso llama su atención. —Suena bien eso de poder hacer lo que uno quiere todo el tiempo. Por desgracia, no es así como funciona la vida.
—Hay que hacer que la vida funcione para ti, baby. —Mis dedos se desplazan por su cuello esbelto, rozando su punto de pulso
—. ¿Qué quieres, Allie? Dime una cosa que lleves tiempo muriéndote por hacer pero para la que no has tenido tiempo.
Arruga la frente mientras se lo piensa. —Vale. Llevo tiempo queriendo empezar una nueva limpieza, pero no hago más que posponerla.
—¿Eh? Ni idea de lo que dices.
—Un par de veces al año tomo solamente unos zumos especiales —explica—. Es una mierda, porque uno está a dieta líquida durante dos semanas enteras, pero cuando acabas te sientes mucho mejor.
—Eres muy friki. Elige otra cosa. ¡Algo normal, por Dios!
Hace una pausa y vuelve a sumirse en sus pensamientos de nuevo. A continuaciónsu expresión se ilumina. —Siempre he querido aprender a bailar salsa.Joder. Qué típico de tías.
—Pues hazlo —le digo.
Ella se muerde el labio de nuevo. —No sé... Se lo mencioné a Sean una vez, pero no quería recibir clases conmigo y me daba demasiada vergüenza ir sola. Lo estuve mirando y me enteré de que si uno se presenta ahí solo, te ponen con una pareja al azar.
—¿Y qué? Es una oportunidad de hacer nuevos amigos. —Me encojo de hombros —. Creo que deberías apuntarte.
—¿Estás ofreciéndote a ir a clase de salsa conmigo? —Su expresión es de esperanza.
Resoplo. —Ni de coña. Yo solo hago lo que quiero, ¿recuerdas? Y no quiero bailar salsa.Pero creo que TÚ deberías hacerlo.
—Quizá lo haga —dice pensativa.
—Ese es el espíritu. —Le doy un pellizquito en la barbilla—. Quédate conmigo, chavala, y tu vida cambiará para mejor. Esa es la garantía Di Laurentis. Allie exhala un suspiro.
—¿Qué pasa? —exijo.
—Me resulta imposible decidir si estás siendo sincero conmigo o si estás tratando de meterte en mis pantalones otra vez.
Subo y bajo las cejas.
—¿Quién dice que no pueden ser las dos cosas a la vez? —Cuando eso me haceganarme otro suspiro, mi voz se vuelve ronca—. Estoy siendo sincero.
—Uau. Creo que lo dices de verdad.
Por alguna razón, su examen exhaustivo hace que me mueva inquieto. Y derepente, soy totalmente consciente de que llevo el torso desnudo. A ella le pasa lomismo, porque sus grandes ojos azules bajan y se centran en mis abdominales antesde apartar la mirada de golpe. El aire entre nosotros parece arder. Las pupilas de Allieestán dilatadas y no hay duda del rápido aleteo de su pulso en el centro de su cuello.Reconozco la excitación sexual cuando la veo. La pequeña Dean también lareconoce y se ensancha rápidamente detrás de mi cremallera.
—Allie... —Mi voz sale ronca.
Se levanta del sofá antes de que pueda parpadear. —Yyyyyy... es el momento perfecto para que te vayas a casa.
Suena excesivamente alegre y noto perfectamente que está haciendo un granesfuerzo para controlar las mismas oleadas gigantes de deseo que me golpean contra el fondo del mar y me tragan entero.
Como me quedo sentado, frunce el ceño con fuerza.
—Vístete y vete a casa, Dean.
—Allie. —Poco a poco me levanto para ponerme de pie. Mi boca está llena de grava cuando digo—: Quiero...
Levanta la mano. —No te atrevas a terminar la frase. Lo digo en serio, es hora de que te vayas.
Quiero preguntarle cuánto tiempo va a seguir luchando contra esto, pero como séque solo conseguiría enfadarla aún más, mantengo mi boca cerrada y hago lo que laseñorita me pide: me largo.
De camino a casa, me resigno a otra noche de acercamiento íntimo y personal a mimano derecha.
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THE SCORE
RomanceAllie está en modo crisis. No sabe qué hacer con su vida, acaba de dejar a su novio y, en un momento de locura, se enrolla con Dean Di Laurentis, el tío más guapo y más ligón del campus. Hay que reconocer que no estuvo nada, nada mal. Pero lo último...