Se despidieron de Hagrid y regresaron al castillo. Apenas habían puesto un pie en el vestíbulo cuando oyeron una voz.
—Con que están aquí, Potter y Weasley. —La profesora McGonagall caminaba hacia ellos— Cumplirán su castigo esta noche.
—¿Qué vamos a hacer, profesora? —preguntó Ron, asustado.
—Tú limpiarás la plata de la sala de trofeos con el señor Filch —dijo la profesora McGonagall— Y nada de magia, Weasley… ¡Frotando!
—Y tú, Potter, ayudarás al profesor Lockhart a responder a las cartas de sus admiradoras —dijo la profesora McGonagall, Sky hizo cara de disgusto y asco, realmente el castigo de Harry apestaba.
—Oh, no… ¿no puedo ayudar con la plata? —preguntó Harry desesperado.
—Desde luego que no —dijo la profesora McGonagall— El profesor Lockhart ha solicitado que seas precisamente tú. A las ocho en punto, tanto uno como otro.
Pasaron al Gran Comedor, tanto Ron como Harry pensaban que les había tocado la peor parte del castigo.
—Filch me tendrá allí toda la noche —dijo Ron— ¡Sin magia! Debe de haber más de cien trofeos en esa sala. Y la limpieza muggle no se me da bien.—Sin duda el peor castigo es el de Rayito, ¿imagínate quedarte un rato solo con el profesor Lockhart? ¡Qué horror! —exclamó Sky.
— Gracias Sky, Ron te lo cambiaría de buena gana —dijo Harry— He hecho muchas prácticas con los Dursley. Pero responder a las admiradoras de Lockhart… será una pesadilla.
Pasó la tarde y dio la hora, Harry se dirigió al despacho de Lockhart por el pasillo del segundo piso. Llamó a la puerta, se abrió de inmediato. Lockhart lo recibió con una sonrisa.
—¡Aquí está el pillo! —dijo— Vamos, Harry, entra.
—¡Tú puedes poner las direcciones en los sobres! —dijo Lockhart a Harry— El primero es para la adorable Gladys Gudgeon, gran admiradora mía.
Los minutos pasaron tan despacio como si fueran horas. En aquel momento oyó algo, algo que no tenía nada que ver con el chisporroteo de las velas ni con la cháchara de Lockhart sobre sus admiradoras.
Era una voz, capaz de helar la sangre, fría como el hielo.
—Ven…, ven a mí… Deja que te desgarre… Deja que te despedace… Déjame matarte…
—¿Qué? —gritó.
—Pues eso —dijo Lockhart— ¡seis meses enteros encabezando la lista de los más vendidos! ¡Batí todos los récords!
—¡No! —dijo Harry asustado— ¡La voz!
—¿Cómo dices? —preguntó Lockhart, extrañado— ¿Qué voz?
—La… la voz que ha dicho… ¿No la ha oído?
—¿De qué hablas, Harry? ¿No te estarías quedando dormido? ¡Por Merlin, mira la hora que es! ¡Llevamos con esto casi cuatro horas! Ni lo imaginaba… El tiempo vuela, ¿verdad?.
Harry salió, aturdido. Era tan tarde que la sala común de Gryffindor estaba prácticamente vacía y Harry se fue derecho al dormitorio. Ron no había regresado todavía.
Media hora después llegó Ron, con el brazo derecho dolorido.
—Tengo todos los músculos agarrotados —se quejó, echándose en la cama—. Me ha hecho sacarle brillo catorce veces a una copa de quidditch antes de darle el visto bueno. Y vomité otra tanda de babosas sobre el Premio Especial por los Servicios al Colegio. Me llevó un siglo quitar las babas. Bueno, ¿y tú qué tal con Lockhart?
En voz baja, Harry le contó a Ron con toda exactitud lo que había oído.
—¿Y Lockhart dijo que no había oído nada? —preguntó Ron— ¿Piensas que mentía? Pero no lo entiendo… Aunque fuera alguien invisible, tendría que haber abierto la puerta.
—Lo sé —dijo Harry— Yo tampoco lo entiendo.
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Sky Swift y la Cámara de los Secretos
FanfictionUn nuevo año juntos, más aventuras, más problemas, algunos secretos y tal vez algunos sentimos flotando... La historia le pertenecen a J.K Rowling, solo algunas partes son mías y el personaje de Sky.