Capítulo 16

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Juncal

El plan estaba en marcha. No era muy complicado, pero sí que constaba de varios frentes de actuación en un espacio de tiempo determinado. El cuándo y el dónde eran tan importantes como el quién.

Llevar un contingente de tropas, por sí era necesario contar con un refuerzo armado, era lo más complicado. El planeta natal de los verdes era un castillo difícil de asaltar, sus controles de acceso eran estrictos, como solo pueden implementarlos un gobierno militar.

Pero los mercenarios eran especialistas en saltarse controles de adunas y de acceso a planetas, y no hay que olvidar que los rojos, el ejército de la reina blanca, habían sido mercenarios antes de formar parte a sus filas. Entrar no sería demasiado complicado, siempre y cuando se hiciese de manera que no alertase a las autoridades.

Centrándome en la parte del plan que me atañía a mí, debía acceder al criadero de dragones y descubrir todo lo que pudiese sobre Crew y sus actividades y contactos. Cuando el séquito de la Reina Blanca llegase al planeta, yo tendría que estar preparada para poder darle tanta información como fuese posible. Lo mío no era otra cosa que trabajo de campo, o así lo llamaba Kala.

Y hablando de Kala, ella era el único refuerzo con el que contaba, porque no podíamos contar con Shun. Los ángeles que pisaban suelo krakatoniano no estaban bendecidos, su brillante piedra índigo sería casi una condena de muerte. Los verdes eran muy estrictos con los intrusos en su planeta, y un ángel bendecido nunca ha pisado suelo verde, al menos no lo haría hasta la llegada de la Reina Blanca.

En cuanto a los rojos, mi padre dijo que era más fácil hacer que un rojo pasase desapercibido, pues muchos de sus congéneres aceptaron contratos de servidumbre en Krakatoa. Los esclavos, les pusieran el nombre que los pusieran, eran los únicos extranjeros que podían justificar su presencia en suelo krakatoniano. Salvo los comerciantes, que solo pasaban por el planeta o se demoraban en estancias cortas, ningún rojo querría asentarse allí. Las heridas todavía estaban demasiado abiertas, y el pueblo verde había esquilmado y maltratado a los trabajadores del pueblo rojo.

Me recordaba a lo que ocurría en algunos países de la Tierra, como en los pueblos enriquecidos por el petróleo, que usaban mano de obra barata de países como la India, explotándola en condiciones inhumanas. Sí, los pagaban, tenían un contrato, pero las condiciones no solo eran duras, sino peligrosas. Y los rojos aceptaban, porque tenían una deuda que saldar y necesitaban dinero para pagarla y mantener a sus familias. Estaban casi obligados a aceptar cualquier cosa que les ofreciesen. Y los verdes se aprovecharon de ello sin ningún escrúpulo.

Nuestra tapadera era más sólida porque éramos una amarilla descarriada y una mestiza roja. Hacernos pasar por contrabandistas nos abría algunas puertas un tanto alejadas de las convencionales, justo las que queríamos utilizar.

Así que allí estábamos Kala y yo, acercándonos a Krakatoa con un pequeño cargamento ilegal en nuestras bodegas, rezando porque la información de nuestras fuentes fuese correcta, y nuestra maniobra nos saliese bien.

—Hora de comprobar si nuestro contacto era de fiar. —Kala hizo avanzar nuestra nave hasta el control de aduanas de Krakatoa. Todos los planetas tenían los suyos, así evitaban que naves no autorizadas descendiesen a la superficie.

No era plan que tratásemos de introducirnos en el planeta sin autorización, más que nada porque no queríamos que nos derribase una fragata militar de las que custodiaba la órbita, ni que nos persiguieran una vez atravesásemos la atmósfera. Intentar colarse en Krakatoa era una misión suicida, y no queríamos arriesgarnos a ser derribados antes siquiera de comenzar con nuestra misión. Además, como dijo Silas "nada como mostrarse para que no piensen que te escondes", más o menos quería decir que si quieres esconder algo, nada mejor que dejarlo a la vista.

Jinetes de dragón - Estrella Errante 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora