Capítulo 18

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Juncal

Nunca me había pasado antes. Aquellos extraordinarios ojos me habían atrapado como si fueran arenas movedizas. No podía salir, y tampoco es que quisiera. Había algo allí dentro, asomando desde las profundidades, que transmitía un calor incendiario por todo mi cuerpo. Era más que pasión, más que deseo, era necesidad. Como si me necesitase para seguir viviendo. Ese hombre había conectado conmigo de una manera que no podía explicarse, primitiva, primaria, inmensa...

No quería abandonar aquel vínculo que nos ataba, pero algo tocó mi brazo, abrasándolo de una manera diferente, lo que sentí era dolor, rechazo. Rompí aquel vínculo con su mirada, para centrarme en aquello que me lastimaba. Y allí, aferrando mi mano, estaban los dedos de aquel oficial. Solo sus dedos, no el hierro candente que esperaba encontrar.

Pero no fui yo el que apartó aquel contacto dañino de mi piel.

—No la toques. —La voz del hombre sonó ruda, posesiva, profunda, al tiempo que le daba un manotazo para que me soltase. Y sentí alivio, aunque no tanto como cuando mi hombre de ojos grises tomó mi mano entre la suya. Su contacto fue... una caricia dulce, reconfortante, mucho más que agradable. Era como si esa parte de mí supiera que había llegado a casa.

No me di cuenta de lo que ocurría a nuestro alrededor, hasta que él fue arrancado de mi lado. Lentamente me di cuenta de que Kala me estaba sujetando, y me llamaba tratando de que le respondiese.

—Vemos pequeña, regresa. —Sentí la fuerte sacudida en mis hombros, y el ruido de gritos y golpes a nuestro lado. Una pelea. La cantina se había convertido en el campo de batalla de una multitudinaria bronca. Sillas, mesas, botellas... Todo servía como arma cuando no bastaba con los puños.

—Yo, estoy bien. —Le aseguré. —¿Qué demonios ha pasado? —pregunté al tiempo que dejaba que Kala me alejase de allí.

—Lo que ocurre cuando docenas de hombres se pelean por la misma mujer. —Sus ojos me dijeron que esa era yo.

—Pero yo no he hecho nada esta vez. —me defendí. Ella puso los ojos en blanco, como si para ella mi respuesta no sirviese de gran cosa.

—Son rojos, pequeña. Solo han tenido que olerte. Y la escasez de hembras por estos lugares ha hecho el resto. —Giré la cabeza para comprobar que efectivamente había muchos rojos implicados en la pelea, pero no solo eran ellos.

—Hay más que rojos repartiendo puñetazos. —Contaba bastantes verdes, incluidos algunos militares, entre ellos nuestro oficial.

—Te dije que algún día te pasaría factura, y aquí lo tienes. —Fruncí el ceño enfadada. Yo no había propiciado todo esto, no al menos de forma voluntaria, así que no estaba bien echarme la culpa.

—¿A qué viene ahora eso? —Kala me arrastró hacia el exterior, no quería que los de allí dentro nos escuchara.

—Tenemos una misión, no lo olvides. —No, no podía olvidarlo.

—Lo sé.

—Entonces deja esas cosas fuera. —Sabía a qué se refería, nada de tontear con hombres, nada de flirtear, nada de divertirse. La misión era lo primero.

—Sin problema. —llegar hasta las personas que amenazan la vida de mi madre era mucho más importante que cualquier hombre de ojos subyugantes, por muy fuerte y atractivo que fuera. Y sí, me había fijado que era el que más repartía allí dentro, y su cuerpo... Mmmm, sabía cómo moverse. Estaba claro que no era la primera vez que tenía que abrirse paso a golpes.

—Iremos a buscar a nuestro contacto. —Kala oteó calle arriba, tratando de encontrar el local que nos habían indicado. Ya que no lo habíamos visto en nuestro camino hacia aquí, tendría que estar en aquella dirección.

Jinetes de dragón - Estrella Errante 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora