Juncal
Traté de aparentar que la visión de Rise encarcelado no me había afectado, porque Clep parecía demasiado interesado en saber si me había afectado.
—Este es el palco principal. —Clep me cedió el paso con cortesía.
—Oh, vaya. Ya estáis aquí. —saludó Crew con demasiada efusividad.
Estudié toda la estancia y la gente que había en ella. La sala era grande, demasiado para albergar solamente a las 7 personas que estábamos dentro. Me recordó a uno de esos palcos privados de los estadios de futbol americano. Había comida en una mesa junto a la entrada, enormes y cómodos asientos para seis personas, y unas vistas espectaculares de la arena, a través de un estrecho, pero ancho ventanal, sin cristal de protección. Desde donde estaba, podía sentir el aire que llegaba desde el exterior; caliente, reseco y con ese particular olor a roca quemada.
—¡Qué guardada tenías esta sorpresa! Eres malo, Crew. —comentó un hombre con sonrisa depredadoramente traviesa.
Estaba empezando a disgustarme que me trataran como un objeto sexual. Está bien cuando tratan de conquistarte, de seducirte. Pero cuando se creen que la única razón de mi existencia era hacerles felices, destrozaban cualquier buena imagen que tendría de la persona. No estoy aquí para servirles ni para complacerles.
Apreté mis puños con fuerza, mientras le dedicaba una mirada hostil. Si no tuviese una misión que cumplir, no me habría importado patearle el culo y lanzarle por la ventana. Pensándolo bien, tenía demasiada tripa para caber por ella con facilidad. Para ser un verde, hacía tiempo que había dejado de cuidar su forma física. Ya no era apto para la pelea, salvo que esta fuera por conseguir el último canapé de su plato, labor que se había tomado muy en serio.
—Sé respetuoso con mi invitada, Leys. —Crew se puso en pie para presentarme sus respetos, al tiempo que me señalaba el asiento libre a su izquierda. —Por favor.
Asentí con la cabeza y ocupé mi sitio.
—Siento que tu amiga no esté aquí para disfrutar del espectáculo, pero no podemos demorarlo por más tiempo. —Crew pulsó un botón en su reposabrazos, que provocó un sonoro pitido en el exterior. Los espectadores gritaros eufóricos, sabedores de que lo bueno iba a empezar.
De varias compuertas en la base del coliseo, pegadas a la arena, empezaron a salir dragones. Desde allí podía apreciar a los jinetes encaramados en el lomo, muy cerca de su cabeza. Como si se tratase de una danza coreografiada, sus abdómenes se inflaron hasta triplicar el tamaño de cada dragón. Sus alas se extendieron y todos alzaron el vuelo.
Los animales volaron de un extremo a otro de la arena, trazando ágiles formas en el aire. De vez en cuando lanzaban una bola de fuego contra algunas dianas esparcidas aquí y allí. Agilidad, destreza, pero sobre todo, control y potencia, eso era lo que estaban mostrando a sus compradores. Sí, compradores, porque había cuatro personas en aquel palco que lanzaban ofertas por los animales que se exhibían. Los precios no solo subían con rapidez por las mejores piezas, sino que eran cifras exageradamente astronómicas. Crew realmente debía de ser muy rico.
Cuando la arena fue despejada, advertí que arrastraban a un hombre encadenado hacia el centro. Desde allí no podía apreciarlo bien, así que me acerqué a la ventana, que hacía las veces de enorme mirador, para tener una mejor perspectiva.
Algunas luces artificiales se encendieron, para dar más claridad a lo que sucedía allí abajo.
—¿Te apetece beber algo fresco? —Me ofreció Clep a mi espalda. Giré ligeramente para tomar la copa que me ofrecía.
—¿No será cerveza krakotiana? —Él sonrió.
—No, es algo más refinado. —Podía disfrazarlo como fuera, pero al tocar sus dedos para tomar la copa, advertí lo que ocurriría después de beber aquello. No, no iba a hacerlo, pero tampoco podía rechazarlo.
Fingí que algo me llamó la atención en la arena, justo cuando estaba a punto de beber.
—¿Qué está ocurriendo allí? —Señalé con el dedo al hombre encadenado. A aquella distancia era demasiado difícil asegurar de quién se trataba, eran como si estuviera en el balcón a cinco pisos de altura. Pero lo reconocí, no dudé, era de Rise. Y si su semblante triste y derrotado me hubiese despistado, en cuanto lo dejaron solo en el centro de la pista y alzó la vista hacia mí, ya no tuve duda alguna. Lo reconocería en medio de una multitud.
Su postura altiva, desafiante, como la de un guerrero que está dispuesto a morir por lo que cree, era todo lo que precisaba para saber que verme era todo lo que necesitaba para cerrar los ojos y morir en paz.
—Lo que vas a presenciar es lo que les ocurre a aquellos que no saben cuál es su lugar. —En la Tierra, Crew no sería más que un racista de mierda. Alguien que se autoproclama superior al resto, cuando realmente no lo es.
Inspiré profundamente, tomando del aire los restos del aroma del hombre encadenado, aquellos que era imposible que llegasen a mí, incluso para alguien medio roja como yo.
—No sientas pena por él. Sabía perfectamente lo que ocurriría si sobrepasaba los límites. —¿Pena? Lo que sentía era rabia.
Pero todo desapareció cuando la mano de Crew se posó sobre la mía. Su contacto abrió un camino hacia su mente que aproveché sin vacilar. Estaba allí para averiguar qué tramaba, cuál era su plan. Todo lo que escondía en su retorcida cabeza me fue revelado.
Mi respiración se entrecortó, pero no fue solo porque nuestras miradas conectasen, sino porque podía ver las imágenes que se recreaban en su mente. El pasado, el presente, el futuro...
Rise no solo iba a ser castigado, iba a convertirse en un recordatorio para todos aquellos que estaban por debajo de la condición de un verde, amos y señores de aquellas tierras. No solo iba a ser ejecutado, sino que iba a perecer con la peor de las muertes conocidas, iba a ser entregado como ofrenda a un dragón. Pero no uno cualquiera, sino a uno que estaba a medio domar. Ese dragón le odiaría mucho más de lo que le respetaba, y en cuanto le retirasen su collar de castigo, atacaría con saña al hombre que había tratado de domarlo hasta ahora. Lo iba a destrozar, lo sabía Crew, lo sabía Clep, y ahora lo sabía yo. Seguramente lo sabrían todos los que verían al dragón acercándose a su presa.
Pero aquello no era lo peor. Crew había seguido las órdenes del Eterno para atraer a mi madre hasta sus dominios. Aquella guarida no solo era un templo a ese ser que veneraba más de la mitad de la población, sino una trampa en sí mismo. Si la Reina Blanca atravesaba aquellas puertas, solo había dos posibilidades para que saliese de allí; o lo hacía convertida al culto y sumisa, o caería, y con ella todos los que la acompañarían.
Atravesar aquellas puertas era ponerse a la merced del Eterno, y no importaba si eran uno o diez, sin armas con las que defenderse, todos menos uno, serían aniquilados. Y no solo eso, había un plan perfectamente organizado para aniquilar no solo a mi madre, sino a sus protectores; mi padre, el tío Kalos, Protea... No quedaría ninguno en pie allí dentro. Y en el exterior, las tropas de la reina que tratasen de ir en su auxilio, también sería exterminadas.
Era una trampa, todos ellos iban a ser eliminados sin compasión. Podrían luchar, de hecho, lo esperaban, pero los verdes estaban en su terreno, estaban preparados, y no iban a escatimar recursos.
Si la reina claudicaba, saldrían impunes de sus actos, ella los exoneraría. Pero si ella moría, habrían iniciado una guerra, y estaban preparados y dispuestos para librarla.
Un mensaje llegó en ese momento a mi comunicador. Distraídamente me giré de nuevo hacia la arena, y lo leí. Era de Kala, tenía asignado un punto de extracción casi inmediata, y una advertencia; sal de ahí a toda velocidad. ¿Ella había descubierto lo que pasaba? Seguramente Timun conocía también el plan, pero dudo que todo. Ella apenas sabía una parte, porque no podía conseguir información de quién no la tenía.
Respiré profundamente, sopesando mis opciones, decidiendo lo que estaba en mi mano cambiar.
Un dragón sin jinete salió a la arena, provocando gritos en las gradas superiores. Todos sabían lo que iba a ocurrir. En ese momento tomé la decisión, y que el gran kupai me diese fuerzas, porque no iba a haber marcha atrás.
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Jinetes de dragón - Estrella Errante 5
RomanceSolo hay una mujer por la que todo rojo sería capaz de entrar en batalla, la reina blanca. Pero antes que ella, está la hembra a la que se unirán de por vida, aquella sin la que no pueden vivir. Un aroma endiabladamente intenso, unos instintos prima...