Capítulo 29

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Kala

Elevé la nave para alejarme del atraque. Ni siquiera pedí permiso, solo avisé de que iba a realizar un vuelo de prueba. Los motores rugieron antes de que nadie pudiese detenerme. Realicé una rápida ascensión, como si mi intención fuese salir de allí pitando, para después activar el camuflaje y que nadie pudiese detectarme. Después me realicé un rápido descenso para regresar a la superficie del planeta y me pequé tanto como pude al suelo para no ser detectada.

Abrí las comunicaciones codificadas para contactar con el general Rigel, el encargado de la seguridad de la Reina Blanca. Conocía nuestra misión y lo que habíamos ido a buscar, pero no contactaba con él porque nosotras estuviésemos en peligro, sino porque lo estaban ellos.

—¿Necesitáis una salida? —Su hija no es que estuviese a salvo del todo, pero era mucho más importante la seguridad de la reina.

—Vais hacia una trampa. —resumí. —El prisionero que escapó no era más que un cebo para traeros aquí.

—Contábamos con ello. —Su respuesta me confundió, hasta que comprendí.

—Vosotros le habéis dejado escapar. —deduje.

—Era la única manera de que nuestra visita tenga una justificación para ellos. Necesitábamos una excusa, y ellos nos la han facilitado. —Apreté los dientes, porque lo que habían hecho nos había puesto en peligro a su hija y a mí.

—El prisionero ha ido directo a la casa de su jefe, y no solo nos reconoció, sino que se mostró ante nosotras. —informé.

—Sopesamos ese hecho. Con vuestra tapadera no corréis peligro, salvo que la hayan descubierto. ¿Crees que lo han hecho? —Sopesé la respuesta con la información que me había transmitido Juncal.

—Por ese lado creo que estamos cubiertas, pero la actitud del preso con Juncal es demasiado posesiva. —Sopesé esa palabra antes de decirla, no podía contarle a su padre que su pequeña de 15 años era un imán sexual para los hombres de cualquier raza humana.

—¿Cómo de posesiva? —El tono de Rigel cambió. Como esperaba, estaba preocupado por los hombres que se acercasen a su pequeña. Podía sentir su tensión.

—Él y un lobo se pelearon por ella. —Tampoco era cuestión de mentirle.

—¿Un lobo? —Podía entenderle, los rojos se volvían muy persistentes cuando una mujer les atraía con fuerza. Esperaba que no estuviera pensando en ese vínculo que ellos llamaban "la llamada", porque entonces lo dejaría todo de lado para saber qué hombre trataba de arrebatarle a su pequeña.

—Sí, hay trabajadores de muchas razas en la granja. —Lobos solo le había visto a él, y fue el único en saltarse los límites por llegar a Juncal. Supongo que tener un puesto elevado le dio la confianza de poder ir un poco más allá.

—¿Dónde está ella? —No podía decirle que se la habían llevado a la arena, no era buena idea preocuparle más. Ya me las apañaría para llegar hasta ella y sacarla de allí.

—En la granja. He venido sola a transmitir el mensaje, pero ya estoy de vuelta con la nave para recogerla y salir de allí. —No tenía que decirme lo que tenía que hacer.

—En cuanto la tengas a bordo salid del planeta a toda velocidad, esto se va a poner caliente. —¿Qué iban a hacer?

—Necesitaréis apoyo. —Ni juncal ni yo éramos de las que abandonarían a sus padres a la primera señal de peligro, y no podría ocultarle esa información por mucho tiempo.

—Sólo mira hacia arriba. —Seguro que se habían traído a media flota, y estaba orbitando el planeta en este momento. Y en tierra tendrían todo un batallón, la Reina Blanca no se desplazaría con menos.

—Avisaré cuando estemos a salvo. —Así el jefe estaría seguro.

—Puede que no pueda responderte, tenemos una visita protocolaria. —En otras palabras, no podría responderme.

—Entonces dejaré una marca en la baliza exterior, así sabrás que estamos a salvo. —le ofrecí.

—Perfecto. Y Kala.

—¿Sí?, señor.

—Si algo sale mal...

—Lo sé. —Si por cualquier motivo la Reina Blanca caía, la princesa Juncal debería tomar posesión inmediata de su título como heredera. Tendría la responsabilidad de sostener y defender tres coronas hasta que el pueblo rojo eligiese a otro rey que los representase en el Consejo de los Altos. Yo me tendría que asegurar de mantenerla a salvo a partir de ese momento hasta el fin de mis días. ¿Demasiada responsabilidad? No la quería, pero si había que hacerlo, nadie sería más leal y eficiente que yo.

Cerré la comunicación, y comprobé la localización de Juncal; estaba en la arena, como esperaba. Con rapidez le mandé un mensaje para indicarle que estaba acercándome, que buscase un punto de extracción y me avisase cuando estuviese preparada.

Las alarmas de la nave empezaron a pitar como locas, advirtiendo de una amenaza inminente. El radar marcaba un punto enorme que se acercaba rápidamente a mí. Demasiado pronto, todavía no tenía un punto de extracción.

Me até los cinturones de sujeción, preparándome para luchar.

—Kiff, protocolo de combate. —El ordenador de la nave marcó los controles que iba a utilizar. Con solo una persona pilotando la nave, alguien tenía que encargarse de volar y otro de disparar.

—¿Quieres que tome los controles de dirección? —Como esperaba, el cerebro sintético había hecho un rápido cálculo de probabilidades, y había deducido que yo era mejor detrás del disparador.

—Sí. —La consola de armamento apareció frente a mí, junto con el gatillo para disparar. ¿Puedes identificar la amenaza? —Necesitaba saber contra qué luchaba, así podría analizar mis opciones con más exactitud.

—Escaneando.... Un solo objetivo. —Eso era bueno. —Distribución de propulsores... Es extraño.

—Lanza sondas, quiero una imagen detallada. —Escuché los chasquidos en el exterior, señal de que las sondas habían sido lanzadas. Cuando alcanzasen a la nave que me perseguía, podrían escanearla y transmitir información.

No tardó demasiado en llegar esa imagen, y por los datos preliminares, no me gustaba nada lo que estaba viendo. Aquello no era una nave de guerra, ni siquiera una patrulla del puerto. Era un animal, uno enorme, y que se acercaba a una gran velocidad. Su envergadura, y el centro de su centro de calor, solo podía ser un dragón. Pero no uno cualquiera, era un monstruo. Si las referencias que tenía eran de devastadores, aquel era mucho más, era un aniquilador total.

—Que el gran kupai me ilumine. —Tragué saliva, sabedora de que no iba sobrevivir a un ataque de esa arma. En cuanto su jinete le indicase el blanco, me atacarían sin piedad. No tenía nada que hacer.

—Objetivo acercándose. —Aferré los mandos, dispuesta a hacer lo único que podía.

—Dame el control de la nave. —En una pelea abierta, tendría las de perder, mi única opción, era realizar maniobras rápidas y esquivas. Si conseguía evitarlo el suficiente tiempo, quizás lo cansaría y podría ejecutar una rápida ascensión a la estratosfera y escapar del planeta, antes de que me atrapase.

Cuando el dragón estuvo a tiro, hice una maniobra brisca de evasión a la derecha. Estaba lista para hacer otro quiebro, cuando me di cuenta de que el animal no seguía detrás de mí. Ese bicho seguía su trayectoria en línea recta.

Me puse a su retaguardia, a una distancia en la que no me sintiese como una amenaza. Desde allí, pude ver que no tenía a ningún jinete en su grupa. ¿Un dragón salvaje? Tracé su ruta, iba directo a la arena. ¡Mierda!, seguro que no era una visita para tomar el té.

Juncal. Apreté el acelerador, tenía que sacarla de allí antes de que aquello se convirtiese en un infierno. Lo único bueno, es que el resto de la gente estaría más preocupada en salvar su pellejo que en vigilar a mi chica.

Le envié un mensaje con un punto de extracción, solo esperaba su respuesta confirmándolo o dándome una alternativa. Pero no era suficiente, tenía que advertirla, así que le envié un mensaje; Sal de ahí a toda velocidad.

Jinetes de dragón - Estrella Errante 5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora