A un buen puñado de años luz de distancia...
Juncal
—No es buena idea. —se quejó Shun a mi espalda. Lo miré por encima del hombro, sin disminuir el paso.
—Aquí ya hemos terminado nuestra misión. No nos retiene nada en este planeta. —traté de justificarme.
—Tendrás que explicárselo tú directamente a Silas, no pienso suicidarme por ti. —refunfuñó Kala a mi derecha. Podía decir que no sacrificaría su vida por mi persona, pero yo sabía que sí lo haría.
—No te preocupes por él. —Sonreí al decirlo, porque tenía en mente algo que le enfadaría mucho más a Silas que el simple hecho de abandonar el planeta natal de mi madre, donde nos habían enviado a realizar una misión secreta. Según él, yo era la única que podía conseguirlo, porque de alguna manera, mi vínculo con el planeta Tierra y con el gran kupai blanco, serían la combinación que garantizaba un éxito relativamente rápido.
Silas no tenía ni idea de que yo intuía el auténtico motivo de mi presencia allí. Tengo un don innato para descubrir aquello que la gente quiere ocultar, a veces, si me concentro mucho y la persona no se resiste, puedo leerle en su mente, como si su voz hablase dentro de mi cabeza. Suele ser solo un pequeño eco, una sensación, pero que era suficiente para conectar los hilos que me llevarían a descubrir el secreto que ocultan.
Era muy joven cuando Silas nos envió a esta misión, y aunque la razón que planteó era auténtica, había otro motivo para traernos aquí, para traerme aquí. Kala lo sabía, y de ella sí que conseguí extraerlo. Aunque seguramente no todo, solo la parte que a ella le habían informado.
Ahora, con nuestra misión concluida, deseaba presentarme frente a Silas y averiguar realmente el motivo por el que me habían enviado a la Tierra. Aunque tenía mis sospechas. ¿Una princesa con sangre roja? Tenía a todos los guerreros rojos persiguiéndome por el Santuario como perros en celo. Mis hormonas les volvían locos a todos ellos, y eso que mi cuerpo apenas había empezado a madurar. Cuando me hubiese convertido en una mujer adulta, mi padre no podría lidiar con ese gran problema, no en un recinto cerrado y de espacio reducido como era el Santuario. Él no estaba preparado para asumir a una hija saltando al despertar sexual, una hija con un olor tan intenso como estaba claro que tendría yo.
Mi madre le volvía loco a él, ¿qué no podría hacer yo? Y no olvidemos que solo tenía 9 años y un cuerpo que ya estaba desprendiendo un olor intenso como el de una adulta. Un año más, tal vez dos, y atraería a cualquier rojo que estuviese en el otro extremo del planeta. No era más que el comienzo de una nueva tortura para él y su responsabilidad. ¿Qué padre permitiría que su hija se encamase con 9 años? En mi defensa diré que esa era mi edad cronológica, no la biológica.
Cuando abandoné el Santuario estaba a punto de alcanzar los 15. Aún así, para él seguía siendo demasiado joven. Las jóvenes de las gemelas rojas despiertan a la sexualidad entre los 15 y los 17 años, a mi padre se le acababa el tiempo. Por eso no envió a un solo guerrero rojo en esta misión, solo un ángel bendecido y a una vieja espía amarilla. No puedo quejarme, he vuelto locos a ambos y de más de una manera.
Lancé una mirada a Shun, que me observaba malhumorado. Me encantaba cuando se ponía así, era más placentero arrastrarlo a mi lado salvaje y hacerle claudicar. El sexo con una roja nunca se puede rechazar, y él era una pieza fácil, su gema era muy joven, no había tenido el tiempo suficiente como para aprender a luchar contra algo tan básico como son las hormonas del deseo.
Kala era más complicada, su gema era vieja, tenía mucha experiencia de vida. Pero también había caído. Solo necesité entrar en contacto con ella, pillarla en un momento bajo, llevar la conversación hacia donde quería. Sin que se diese cuenta conseguí lo que quería. Ahora sabía que me habían alejado del Santuario para protegerme, pero no estaba segura que solo fuese por mi naturaleza roja. Había algo más.
¿Se enteraría algún día mi padre de que su pequeña e inocente hija había probado todos los placeres a su alcance? Tendría que abstenerme en una buena temporada de esos placeres, y dar un buen rodeo antes de regresar a casa, lo suficiente para que no quedasen rastros de su olor sobre mí, restos que el olfato de un rojo pudiese descubrir.
—Sí que me preocupo, Silas nos encomendó tu protección. —me recordó Kala.
—Y vais a seguir protegiéndome, tan solo habrá un pequeño cambio de localización. —Ya era lo suficientemente adulta como para tomar mis propias decisiones, y lo suficientemente inteligente y fuerte como para que ambos supieran que no podrían detenerme. Saldría del planeta con o sin su ayuda, y ellos lo sabían.
—¿Crees que no se va a enterar? —me recordó Shun. Silas controlaba nuestros informes sobre el terreno, y seguramente la vigilante le informaría de todo, pero ya contaba con eso.
—Por supuesto que se enterará, pero ya no podrá hacer nada al respecto. —Al menos contaba con ello. —Estaremos muy lejos cuando se entere. —Y contaba que cualquier medida que pudiese tomar al respecto, no llegaría a tiempo, porque si mi identidad y mi localización era un secreto, la única opción era enviar a alguien del Santuario. Dudo que hubiese alguien de su confianza cerca del planeta Tierra.
Mi brazalete pitó, señalándome que ya habíamos llegado al punto de encuentro. Nuestro transporte llegaría pronto, o bueno, la parte que nos sacaría de aquí. No hay nada más peligroso que dejar una nave espacial alienígena aparcada en algún lugar del planeta durante estos años. Cualquiera podría encontrarla, sobre todo si sus sistemas de localización detectaban nuestra llegada y se empeñaban en investigar el asunto.
—Bueno, al menos no echaré de menos este frío. —Kala sacudió sus hombros, mientras soltaba el aliento para formar una columna de vapor. No, yo tampoco sentía remordimientos por abandonar esta zona. Era la peor parte del plan de salida, el que el punto de extracción quedase tan cerca del círculo polar. Hacía mucho frío, y eso que estábamos en verano.
—Podíamos haber explorado un poco más la zona tropical. —dijo Shun. Sabía por qué lo decía, había descubierto el mar, las playas y el atractivo que despertaba su atractivo aspecto en las chicas locales. Nada más caliente que un ángel; de facciones perfectas, alto, musculado y con necesidades de soltar tensión por un trabajo estresante. Vigilar constantemente el entorno no te permite relajarte muy a menudo. Tenía que reconocer que esos días de sol y playa nos habían dejado a todos un bonito color, como una codiciada capa de oro sobre nuestra piel.
—Aún estás a tiempo de quedarte. —le sugerí de forma traviesa. A cambio me devolvió un gesto contrariado. Ambos sabíamos que no haría eso, estaba en una misión, y yo era una princesa, la única princesa blanca. No solo lo matarían por abandonar su trabajo, sino que su orgullo y honor no se lo permitirían.
—Ja, ja. —Se carcajeó con irónica falsedad. —¿Y perderme lo que harán contigo cuando lleguemos? Ni de broma. —Él esperaba que me castigaran por mi desobediencia, y por haberlos arrastrado en mi locura.
Probablemente los mejor parados serían ellos, pues no me abandonarían en ningún momento, lo cual es su auténtico trabajo. Pero ellos no contaban con la segunda parte de mi plan. Averiguaría la auténtica razón por la que me habían enviado aquí, y les dejaría muy claro que era lo suficientemente adulta como para que me lo hubiesen explicado. Aunque fuesen mi familia, no tenían derecho a ocultarme la verdad, es como mentirme. Y me cabrea mucho que traten de engañarme, sobre todo ahora que he aprendido a conseguir la verdad.
Al final, mi tiempo en este planeta no había sido tan malo. Había aprendido muchas cosas sobre mis orígenes, el mundo del que provienen mi madre, su cultura. Había vivido con un poco más de libertad, sintiéndome alguien casi normal. Digo lo de casi, porque Shun y Kala no me quitaban un ojo de encima, y me trataban con el respeto que correspondía a mi rango. Pero el resto de la gente no lo sabía, por lo que para ellos no dejaba de ser otra chica más, alguien vulgar y corriente. Lo único que tenía que ocultarles eran mis ojos, al menos la parte del tiempo en que la luz era muy intensa, cosa que solucionaba con unas buenas gafas de sol tintadas.
Pero lo mejor, es que había aprendido mucho más que cultura, había aprendido a descubrir y manejar las particularidades de mi excepcional genética. No había muchos mestizos de origen terrícola, al menos fuera del planeta, y podría decir que ninguno con mis cualidades. A fin de cuentas, como dice Nomi, soy hija del gran kupai blanco.
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Jinetes de dragón - Estrella Errante 5
RomansaSolo hay una mujer por la que todo rojo sería capaz de entrar en batalla, la reina blanca. Pero antes que ella, está la hembra a la que se unirán de por vida, aquella sin la que no pueden vivir. Un aroma endiabladamente intenso, unos instintos prima...