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La sede estaba completamente silenciosa cuando llegué. Ni una voz hablando, ni un lío armado porque no hay café. Nada. Solo silencio. Aunque también se debía a que mi llegada a Marbella se había adelantado y que mi avión despegó dos horas antes. Y daba por hecho que la mayoría de empleados se encontraban comiendo. Rodeé la isla de recepción y continúe hasta mi despacho. Dejé la pequeña maleta de mano en el sofá y me dirigí a la pared llena de libros a mi izquierda. Moví un libro de la repisa e inserte un codigo de acceso en la pantalla oculta tras el libro. Entonces la puerta se abrió.

La habitación detrás contenía una cama visualmente cómoda, un armario y un baño privado. Cogí la maleta y me adentré hasta el espacio, cerrando la puerta. Lo último que necesitaba era que alguien apareciera y supiera de este lugar. Asuntos internos fue muy específico que el conocimiento de esta habitación solo recaía en el Director del SNI y que más nadie podía tener acceso a esta.

Por lo menos se sentía acogedora y lo sería más cuando las fotos con mi hija llenaran el lugar. Mi pequeña Darlene. Por ti estoy aquí. Por ti y las Miranda. Me dejé caer sobre la cama y suspiré con pesadez. Si logro encontrar a una, también a la otra. Entonces saqué el móvil de mi bolsillo y busqué a Paul Wesker en los contactos para enviarle un texto.

Dominique DiPierro: Ya he llegado del viaje, os espero en mi despacho.

Presioné enviar y lancé lejos el móvil. Tanta tecnología me agobiaba, no había estado ni cinco minutos en las oficinas centrales cuando ya me estaban entregando diferentes aparatos electrónicos. No entendía cómo mi hija podía estar rodeada de todo esto. Y con pensamientos de mi hija en mente, empecé a caminar de vuelta al despacho para colocar algunas de mis fotos personales y archivos sobre el escritorio. Posteriormente me pondría al día con los papeles y facturas del lugar.

Veinte minutos más tarde escuché algunas voces provenientes del pasillo y fue cuando la puerta se abrió, dejando a la vista a un hombre y una joven mujer. Los miro por sobre las gafas.

–Buenas tardes, señora DiPierro– saluda con una voz grave Wesker.

–Llegáis tarde– dije en réplica mirando de uno al otro. La impuntualidad me generaba TOC, al igual que muchas cosas más.

–Disculpe– volvió a hablar el hombre en traje gris –estábamos terminando de redactar un par de informes.

–Bueno, adelante, pueden acercarse– señalé el borde del escritorio, ya que se encontraban detrás de la silla. –Como decía, acabo de llegar de viaje y tengo muchas cosas que hablar con usted– prosigo luego de que estuvieran más cerca –pero primero me gustaría saber cómo están las cosas por aquí.

–Le haré un breve resumen de lo que hemos estado haciendo desde mi llegada– asentí en su dirección y dejé que continuara, de vez en cuando miraba a la chica rubia, me recordaba un poco a Darlene. –Me traje conmigo a Vera Márquez, viene de Nueva York, ha sido compañera mía y estamos trabajando mano a mano con los detectives con quienes tuvimos una reunión anoche y acordamos que hoy tendríamos otra, esperando por su puesto, su llegada– hizo una pausa a lo que la chica asintió.

–Y por la ciudad ¿Que tal? ¿Cómo van las cosas?– pregunté, dejando de lado los papeles y cruzando mis brazos.

–De momento... Raro– su declaración me confundió.

–Defina raro– pedí con precaución.

–Hay más delincuencia de la que se imagina– dijo luego de una larga pausa. Suspiré con pesadez.

–Ya hablaremos de eso más tarde– comencé –les dejé dos carpetas sobre el borde como podrán observar– ambos asienten y toman una cada uno –he tenido un chivatazo de dónde podría estar Sara. Quiero que vayan hasta allí y busquen todo lo que nos pueda servir, vayan con cuidado y armados, no sabemos lo que podrías encontrar allí– expliqué mientras leían los informes del caso Miranda.

DiPierro (Domisker) Final AlternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora