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________•°Dominique°•________

Las palabras del doctor resonaban en mi cabeza como un eco molesto.

-Necesita descansar, Dominique- repetía una y otra vez como disco rayado.

Pero mi mente no podía detenerse, no podía permitirse el lujo de sucumbir al agotamiento físico. La ira se encendía en mi interior, avivada por la impotencia y la necesidad de respuestas. No podía quedarme quieta, esperando pacientemente a que mi cuerpo se recuperara. Tenía que actuar, tenía que llegar al fondo de este asunto. Vera y Echedey me recogieron en el hospital y me llevaron de regreso a las oficinas del SNI. Durante el trayecto, me pusieron al día sobre los acontecimientos que habían tenido lugar antes del secuestro de Michelle. 

-Menudo lío se ha armado, jefa- comentó Vera con un quejido, Armiche se rió levemente.

-Sí, lo del Comisario Gordon ha sido un auténtico desastre- agregó el joven agente girando a la derecha.

-Cuéntenme todo con detalle. ¿Cómo ha llegado el secuestro a irrespetar una sede gubernamental?- pregunté seriamente desde el asiento trasero del coche.

-Parece que estos últimos días ha estado de moda secuestrar policías- respondió Vera con ironía -Cuando llegaron los refuerzos, ya era demasiado tarde. Los secuestradores habían escapado con el Comisario- negué con la cabeza. La comisaría necesitaba una reforma.

-Y entonces Peralta que estaba a cargo del rescate...- Armiche estaba por reír ante la idea del pelirrojo a cargo.

-Cállese Armiche, que me duele la cabeza de solo recordarlo- lo interrumpí llevando una de mis manos al vendaje en mi costado.

-¿Cómo se atreven a actuar de esa manera?- cuestionó Vera mirándome por el retrovisor.

-La insubordinación no la tolero, la DB ya me tiene cansada- expliqué lentamente -hacen lo que les viene en gana sin represalias.

-Los de la DB nos ven como intrusos en su territorio- admitió Armiche -el tiempo que estuve en ese departamento no faltaba las quejas y burlas constantes hacia el SNI.

-Eso no justifica su comportamiento insubordinado- estuve de acuerdo con la declaración de Márquez con un asentimiento de cabeza.

-Esto tiene que parar de una vez por todas- repuse seriamente -no podemos permitir que este tipo de cosas vuelvan a ocurrir- aprenderían por las malas a respetar al SNI.

________•°•________

La habitación lúgubre y fría al final del pasillo era mi objetivo. Márquez y Armiche caminaban detrás de mi susurrando incoherencias. Una mesa se hallaba en el centro junto a una silla metálica oxidada, donde el italiano estaba atado, con la cabeza inclinada hacia abajo, el cabello revuelto y la ropa ensangrentada. Wesker y Adelyn se encontraban dentro. Me adentré en la sala de interrogatorios alejándome hasta una esquina.

-Dime dónde está Michelle. Te lo pregunto por última vez- dijo Wesker acercándose al italiano con voz suave.

-No sé nada- gruñó de dolor en respuesta y sin levantar la vista.

-No seas terco- Wesker se recostó en la mesa frente al italiano, cruzando las piernas -Sabemos que estás involucrado. Coopera y te haremos sufrir menos.

-¿Menos sufrimiento? Qué aburrido- se quejó Adelyn con un suspiro pesado -¿No sería más divertido jugar un poco?- preguntó mirando al italiano con una sonrisa sádica. Wesker comenzó a negar con la cabeza, suponía las intenciones que Adelyn poseía.

-Deja que se divierta- intervine con voz autoritaria. Los ojos grises giraron a mirarme, dudativa en ellos -Adelante, pero no lo mates, todavía necesitamos que hable- levanté una mano hacia Adelyn en señal de advertencia. Su sonrisa se hizo más amplia.

-No te preocupes, Wesker- ella le guiñó un ojo a Wesker, él frunció el ceño -solo un poco de persuasión.

Adelyn tomó un martillo oxidado de la mesa y lo hizo girar entre sus dedos. Se acercó al italiano y le golpea la pierna con el martillo, provocando un grito de dolor. Repitió la acción una y otra vez, aumentando la intensidad con cada golpe. Observaba con tranquilidad la escena. Los años trabajando junto a la pequeña mujer le había curado de los horrores y nauseas que sus interrogatorios provocaban.

-¿Dónde está Michelle?- preguntó Wesker aprovechando una pausa por parte de la tortura.

El hombre jadeó, sus respiraciones entrecortadas. Las palabras en italiano me hicieron rodar los ojos, eso solo le traería más sufrimiento.

-¿Qué ha dicho?- inquirí esperando la respuesta.

Un último martillazo cae en su rodilla, cansada del martillo, Adelyn lo deja caer sobre la mesa y cambia de arma sacando un cuchillo de su bota. Lo pasa por la mejilla del italiano, dejando un rastro de sangre.

-¿Seguro que no sabes nada? ¿Te gusta sentir el filo del acero en tu piel?- a este punto, el italiano lloraba de dolor y suplicaba, pero Adelyn continuaba torturándolo sin piedad. De repente, el hombre dejó de luchar y se quedó flácido. Sus ojos se abrieron con una mirada vidriosa.

-Ahora tienes que pagar el precio por tus mentiras- dijo con voz débil.

Su mirada recae en mi y una sonrisa macabra se posa en su rostro antes de dar su último aliento. Wesker y Adelyn se miran, confusión en ambos rostros. No saben cómo interpretar las últimas palabras del italiano. Me estremezco y salgo de la habitación sin que nadie note mi ausencia. Las últimas palabras del hombre me dejan perturbada, y presiento que algo terrible está a punto de suceder.

________•°•________

Estoy sentada frente a mi escritorio, revisando los últimos informes y los expedientes laborales de Prada y Peralta. La calma había llegado a mi después de una hora. Tiempo que usé para restablecer el orden en mi habitación y en el despacho. El ambiente estaba tranquilo, podía escuchar solo el sonido del lápiz sobre el papel. Hasta que de repente, un golpe seco en la puerta me hace apartar los ojos del papel. Me sorprendí al notar la presencia de Wesker sosteniendo una caja. Su rostro se notaba preocupado y sus ojos brillaban con intensidad.

-La dejaron en la entrada de la sede. Es para usted- explicó con voz ronca. Se acercó despacio y la dejó con suma delicadeza sobre el escritorio -no sé que haya dentro, me gustaría hacerle compañía para estar seguros.

-No- dije sin perder de vista la caja -si es un explosivo no quisiera exponerle- agregué suspirando con pesadez -Wesker, por favor déjeme sola.

Él dudó por varios segundos antes de darse la vuelta y marcharse, dejándome sola con la caja. La miro durante un largo rato, sin atreverme a abrirla. Finalmente, tomo aire profundamente y la abro con cuidado. Dentro de la caja, se encuentra algo que me llena de horror. Fotos de mi hija. Fotos de Darlene. Está atada, con el rostro ensangrentado y el cuerpo marcado por la tortura. Un grito ahogado se me escapa de la garganta mientras las lágrimas comienzan a brotar de mis ojos.

-Pas ma fille, pourquoi? Mon petit rayon de soleil. Darlène!- caí de rodillas, sollozando desconsolada. Sin apartar los ojos de las imágenes de mi hija sufriendo.
(Mi hija no, ¿por qué? Mi rayito de sol. ¡Darlene!)

La ira se apoderó de mí con una fuerza descomunal. Ya no era solo la frustración y la impotencia lo que me consumía, sino un odio feroz hacia aquellos que habían osado lastimar a mi hija. Hacia el único responsable. No permitiría que Toni Miranda se salieran con la suya. Juro que pagaría con creces por el daño que le había infligido a mi pequeña y las hermanas Miranda.

En ese momento, supe que no podía seguir actuando dentro de las reglas del sistema. La justicia convencional era demasiado lenta, demasiado ineficaz. Necesitaba tomar la ley en mis propias manos y hacer justicia por mi cuenta. Iba a encontrarlo y lo haría pagar por sus crímenes. Mi hija era mi única razón de ser, y nadie la volvería a tocar impunemente.

Con una determinación férrea en mi corazón, me levanté de mi escritorio y me dirigí hacia la puerta. Era hora de entrar en la oscuridad y enfrentar a mis enemigos. La guerra había comenzado.

DiPierro (Domisker) Final AlternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora