Luces Fuera

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________•°Darlene°•________

El dolor era una sinfonía de agonía que resonaba en cada hueso de mi cuerpo. La humedad de la celda me calaba hasta los huesos, y el aire era tan espeso que cada respiración era una lucha. El temor a la muerte se cernía sobre mí como una sombra implacable, envolviéndome en su frío abrazo.

De repente, un silbido familiar rompió el silencio sepulcral. La melodía del Lago de los Cisnes, la favorita de Toni, me heló la sangre. Sabía lo que significaba: mi final estaba cerca.

La puerta de hierro se abrió con un chirrido espeluznante, y Toni entró en la habitación, su figura imponente llenando el espacio reducido. Su rostro era una máscara de furia contenida, sus ojos brillaban con una intensidad casi animal.

-Darlene- comenzó con una voz ronca y profunda -jugaste con fuego y te quemaste. No solo no eliminaste a esa maldita chica, sino que la ayudaste a escapar. Y ahora, tu madre, Dominique, ha creído ser más inteligente que yo- su mirada se clavó en mí, y sentí una oleada de odio emanar de él -tendrás que pagar por tu insolencia y la de ella- rugió.

Su intención era clara: privarme de mi única habilidad, de mi herramienta de supervivencia. En un movimiento rápido, Toni sacó un cuchillo y lo deslizó por mis manos, cortando los tendones y mis manos se convirtieron en carne inerte, incapaces de sostener un simple lápiz. El dolor era tan intenso y agobiante, un fuego abrasador que recorrió mis extremidades, grité, un aullido que resonó en las paredes de piedra. La humillación era total, el movimiento de mis manos se desvanecía ante mis ojos.

-Te daré un recuerdo permanente- agregó con voz ronca.

La agonía física no era nada comparada con el tormento psicológico. Toni, no satisfecho con su crueldad, dirigió su arma hacia mi pierna. Un disparo seco resonó en la celda, y un nuevo torrente de dolor me invadió. La sangre brotando de la herida como un río carmesí. Toni me miró con una mueca cruel, y luego se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando atrás la melodía del Lago de los Cisnes como un epitafio macabro.

Un lacayo se acercó, dispuesto a cumplir la última orden de su amo: deshacerse de mí. Me tomó del cabello y comenzó arrastrarme por el suelo húmedo. En el camino, mis ojos captaron una figura en el suelo de una celda. Una chica pelirroja, con el rostro pálido y las mejillas empapadas de lágrimas. Un destello de reconocimiento cruzó por mi mente. Era Sally, la hermana de Sara y quién se supone mi madre estaba custodiando.

El lacayo me empujó hacia un helicóptero. El ruido ensordecedor de las hélices llenó mis oídos mientras me elevaba hacia el cielo.

Entonces la inconsciencia me venció, y me sumergí en un abismo de oscuridad.

DiPierro (Domisker) Final AlternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora