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Eran las 2 de la tarde del domingo. Me encontraba sentada en el sofá de la sala con Kaito y mi padre. Veíamos una novela romántica de esas que pasan solo los fines de semana.
Esta trataba sobre una chica que era nueva en su trabajo, extremadamente torpe y pensaba que era la más fea del mundo. Y el otro personaje era el típico jefe de la empresa. Por supuesto tenía que ser extremadamente guapo y casanova.
Era el segundo episodio que salía. Y pasó lo que tenía que pasar.
En su primer día, la chica caminaba rápido por los pasillo con un montón de cosas en las manos. Sin darse cuenta, se choca con el jefe. Y se enamoran...
¿En serio?
— ¿Por qué todas las novelas siempre siguen esa trama? ¿No se cansan? — dije con cara de asco mientras veía cómo el chico la invitaba a cenar y se decían lo mucho que se amaban.
Se conocieron ese mismo día por Dios.
— Hacen que el amor se vea fácil.— dijo mi hermano.
— Ojala fuera así, ¿saben cuántas veces tuve que invitar a su madre para que me diga que sí?.— dijo mi padre mirándola de reojo.
Ella solo se acercó con una sonrisa en los labios y le dio con el cojín del sofá.
— Jajaja ¿de verdad te hiciste de rogar mamá? — preguntó Kaito mientras se reía de mi padre quién seguía atontado por el golpe.
— No me hice de rogar. — dijo ella tomando de su taza de café para luego mirarme a mí. — Su padre se interesó en mí sin siquiera haber entablado una conversación, y desde el inicio trató de forzar nuestras salidas. Lo único que hice yo fue esperar. Darle tiempo al tiempo.— ella se paró dirigiéndose a la cocina nuevamente.
— Y ¿Qué pasó después? — preguntó el menor mientras la seguía con la mirada.
Yo hice lo mismo, sin formular ni una palabra.
— Pues, después de un tiempo. Pude conocer bien a su padre. Sus forma de ser, sus gustos, sus miedos. Y así me di cuenta de lo buena persona que era...de lo bueno que era para mí.
Mi padre se paró y se dirigió a su esposa para abrazarla por atrás mientras ambos nos miraban.
— Cuando uno se enamora, lo mejor que puedes hacer es dejar que las cosas fluyan por si solas. Como deben de ser. — dijo mi madre mirándome una vez más.
— Un amor espontáneo y genuino, es lo mejor que podrán tener.
...
— ¡Umeee ya nos vamos!
Escucho a mi madre gritar desde el primer piso. Hoy prepararía un cheesecake de durazno y le dije que la iba a acompañar a comprar los ingredientes. Me termino de acomodar mis aretes y bajo de frente hacia la puerta principal.
— ¿Kaito no irá con nosotras? — le pregunté a mi madre quien se estaba cambiando de zapatos para salir.
— Le pregunté hija. Pero me dijo que ya había quedado en salir con sus amigos.
Asentí con la cabeza y salí atrás de ella para montarnos en el auto.
— ¿Traes la lista contigo? — le pregunté mientras veía qué canal de radio poner.
— Así es, está acá en mi bol...
Mi madre, quién volteó su vista un segundo frenó en seco. El auto de adelante se había pasado la luz roja y ella no lo iba a hacer. Mamá jamás se pasaba la luz roja en un semáforo.
Era ley
Escuché como maldecía al conductor de hace un rato.
Volteé a verla y ella a mí, y nos reímos de la situación.
No sabría como explicar este sentimiento. Cuando acabas de hacer algo muy peligroso y después del shock lo único que puedes hacer es reír. Eso nos pasaba muy seguido, mayormente por conductores externos ya que mi madre maneja demasiado bien.
Ella creció en un pueblo muy pequeño de Japón. Y mi abuelo le enseñó a manejar cuando tan solo tenía 14 años. Lo mejor de todo es que solo le gusta manejar auto mecánico. Dice que, por la palanca de cambios, siente tener más control del vehículo.
Llegamos al supermercado y empezamos a recolectar los ingredientes.
— ¿Cómo que no hay duraznos? — exclamó mi madre a la chica encargada de las frutas.
— Lo lamento señora, la temporada de duraznos se atrasó. — le dijo la chica avergonzada. — Pero le puedo recomendar comprar kiwis, o fresas. Están exquisitas.
Ambas empezamos a analizar ambas frutas. La chica tenía razón, esas fresas parecían de comercial de televisión.
Finalmente terminamos llevando esa fruta roja y estuvimos cambiando algunos ingredientes ya que mi madre se decidió por hacer la antigua receta de la abuela. Su famoso pastel de fresa.
...
Ya era de noche y me encontraba terminando de lavar algunos trastes que habíamos usado para hornear la tarta. Ahí fue cuando recordé que era el postre favorito de Tsukishima.
Gracias pero, prefiero el pastel de fresa.
Luego de eso separé dos pedazos del postre. Mañana se los llevaría al pecoso y al rubio. Sería un delito privarlos de los dotes culinarios de mi madre.
— ¿Qué haces hija? — dijo mi madre entrando a la cocina.
— Quiero invitarles un pedazo a mis amigos ma. Mañana será un día ajetreado para ellos. — dije poniendo los dos trozos separados en el refrigerador.
— Me parece perfecto, me cuentas si les gusta.— dijo subiendo las escaleras. — Descansa Ume.
— Buenas noches madre.
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𝐒𝐓𝐄𝐍𝐃𝐇𝐀𝐋 -𝑻𝒔𝒖𝒌𝒊𝒔𝒉𝒊𝒎𝒂 𝑲𝒆𝒊-
Romanceεïз 𝑳𝒂 𝒗𝒊𝒅𝒂 𝒏𝒐𝒔 𝒅𝒂 𝒗𝒖𝒆𝒍𝒕𝒂𝒔 𝒊𝒏𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒅𝒂𝒔. 𝑪𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝒅𝒆𝒕𝒂𝒍𝒍𝒆, 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒂 𝒂𝒄𝒄𝒊ó𝒏 𝒚 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒑𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒂 𝒅𝒆𝒄𝒊𝒔𝒊ó𝒏 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒐𝒎𝒆𝒔 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆 𝒖𝒏 𝒑𝒓𝒐𝒑ó𝒔𝒊𝒕𝒐. εïз 𝑻𝒐�...