De todos los pilotos, los primeros en llegar fueron Fernando y Mark junto a Carlos; y Felipe y Jenson que vinieron en la misma camioneta. El español menor fue el primero en bajarse con mala cara del auto.
—¿No lo dejaron dormir? —pregunta Gina burlona y Sainz la mira mal
—Algo por el estilo —responde Mark avergonzado
—Tu regalo funcionó —exclama Carlos cuando abraza a Max
—¿Cuál? —pregunta curioso el rubio en su oído
—Mark con el moño. No me dejaron dormir cuando llegamos a España. Fue horrible.
La carcajada de Max llamó la atención de todos, pero Verstappen los ignoró y siguió riendo. Carlos revoleo los ojos y lo jaló hacia la casa.
—Pobre de ti, Carlitos.
—Ni me lo digas, tuve que ponerme los audífonos. ¿Dónde voy a dormir?
—Te dije que en mi habitación.
Max lo guía hasta su cuarto. El español observa el espacio con varios colchones en el piso, una televisión y un armario junto a una mesa de noche. En las paredes había distintos cuadros protagonizados por el neerlandés.
Max de niño con un traje de Ferrari.
Una foto familiar en la playa. Max y Gina de unos cinco años en los hombros de Michael y Mika junto a los bebés Mick y Victoria en brazos de Corinna y Jos.
Max con una gran sonrisa y un trofeo de karts en el podio.
Max con Niki Lauda y Michael en el garaje de Ferrari. El niño parado en el monoplaza del alemán.
Una foto con David Coulthard, Mika y Michael junto al trofeo de campeón del finlandés en 1998.
—Eras adorable —Carlos se acerca a la foto de 1998
—Respeta, sigo siendo adorable. Esa foto fue tomada unos días antes de que rapara al tío David.
Carlos se quedó procesando y luego empieza a reír.
—¿¡Lo rapaste!?
—Sí, mis padres habían salido en la madrugada porque Gina estaba enferma, así que me dejaron con el tío David. Me desperté temprano, por lo que él también se tuvo que levantar. Estábamos en el baño, él estaba medio dormido afeitándose hasta que el cansancio le llegó, se quedó dormido con la cabeza en el lavamanos y dejó la maquina cerca de mí, así que se la pasé por la cabeza —sonríe Max
—Eres una mini amenaza, Maxie —se burla el español después de regular su risa
—Quizás. —Max revisa su celular— No te lo dije ese día, pero George terminó conmigo y aceptó que le gustaba Alex.
—Que imbécil.
—No lo puedes culpar por enamorarse de alguien más, a veces simplemente las cosas se terminan y suceden. —el rubio se encoge de hombros tirándose al colchón