Por si me lees

Estoy aquí

Melodías tristes, siempre dispuestas a ayudar,
dibujan tu silueta en mi mente,
el corazón idiota hace el resto.
Mi sistema límbico ama llorarte,
biología me susurra con irónica.

Aquí estoy, con música triste,
tu libro de cocina que robé
y con la sudadera que jamás lavé,
sus tejidos, en acto de piedad,
guardan con cuidado tu perfume.
Agradezco en sollozos eso.

Los que nos conocen me acusarán,
y al señalarme dirán
que no tuve la valentía
para irme con dignidad a tiempo.
Bueno, por suerte este escrito no va de ellos.

¿Cómo has estado?
Yo te escribo a diario,
jugando a imaginar que un día me leerás.
Empecé a fumar, aspiro el humo,
necesito algo tóxico en mis pulmones,
algo más en mi mente,
otra cosa que no sea tu voz.

La desesperación se hace visible en este texto,
pero, ¿qué sabrán ellos?
Nadie nos vio besarnos hasta dormirnos,
llorar abrazados.
Nadie te ha visto de rodillas a mis pies,
jurando amor, ¿qué saben de nuestras promesas?
Los míos ni los tuyos entenderán
lo simple de mirarnos y entendernos.

Les mientes, lo sé, yo también lo hago.
Después de todo, ellos merecen nuestras máscaras.

Me aferro a nuestra historia,
me hice amiga de la pena,
ella besa nuestros recuerdos y llora.
Me preguntó, ¿a qué te aferraste tú?
Quizás a la prenda azul que me robaste... Ojalá.
¿Juegas a ser inmortal con la velocidad?
¿Quitaste mi nombre de tus cosas?

Sobreviví, no por voluntad,
aunque, ¿qué es estar vivo? Respirar?
Entonces, estoy viva.
Mi envase camina, come, duerme
y te sueña.
Sigo aquí, sigo justo donde me dejaste.

Así que sigo escribiéndote,
con miedo de olvidarte,
no me atrevo a soltarte,
lo guardo todo,
quizás es por el don de destruirme a mí misma,
es algo que solucionaré con mi Dios.

Te escribo porque esta soy yo,
este es mi amor.