Roma
Luego de que Noah me diga que me iba a esperar en la sala de juegos después de cenar para proponerme «un trato» la cabeza me dio veintemil vuelcos. Solo las que sobrepensamos todo entenderán a qué me refiero con ello.
El rugido de mi barriga me sacó de lugar, hace bastante ya que no comía nada. Con el pelo húmedo de la ducha rapidísima que me acababa de pegar y con algún que otro grano de arena en mi cuero cabelludo, me arrastré desganada hacia la cocina para ver qué podía pillar de ahí. Últimamente comía poco y nada, en mi defensa, me olvidaba de comer, mi cabeza solo estaba en Owen, en volver con Owen, en las cagadas de Owen, en el futuro que me había prometido Owen y en... joder, solo en él.
—¿El olor te atrajo? —me preguntó mamá justo cuando me vio pisando la cocina, concentrada en la salsa que luego sería parte de la cena.
—Mi barriga —respondí siendo sincera y ella me alcanzó un trozo de pan. Me conocía tan bien—. Gracias.
Apoyé mi trasero en la encimera para verla mientras cocinaba y mojar el pan en la olla enorme de salsa. Sabía mejor de lo que esperaba.
—¿Cómo estás —ella fue la que comenzó la charla. Levanté mis hombros, señalando que no era relevante hasta que prosiguió—: por lo de Owen?
Casi me ahogo con el pan.
—Pues te ha salido espectacular esta salsa —mojé devuelta mi pan—, ¿ya te había dicho que eres la mejor mamá del mundo?
Jade suspiró.
—Lo de mentir mal es hereditario, cariño —me dio un empujoncito y entré en razón de que era imposible evitar a mamá—. ¿No me contarás nada de por qué te emborrachaste y de la nada misma te escapas cada dos por tres de la casa?
Me mordí el labio pensando en que ella solo se estaba preocupando por mí, no debía ser cruel con ella y preocuparla aún más, debía contárselo al menos de una manera más light.
—Pues que... —terminé de tragar el pan y miré a alguna parte de la habitación, fijo— he estado amando y, por alguna jodida razón, sigo amando a alguien que no me daría ni la mitad de lo que yo daría por él.
Admitir aquello no fue para nada light. Mamá se quedó sorprendida por cómo se lo comuniqué. Una lágrima amenazaba por salir de mis ojos, pero la detuve. No quería que ella me vea mal. No por un hombre inservible.
—A veces cuando uno no sabe lo que quiere, pierde lo mejor que tiene y luego se arrepiente —murmuró ella, colocando una de sus manos en mi hombro. Abrí la boca al instante y ella negó con la cabeza—: Implica igual sí sabe lo que quiere y no pelea por ello o simplemente... hace cosas sabiendo que te hieren o sin pensar en ti, cariño.
—Él estaba teniendo varios problemas en su vida, estaba frustrado con él mismo, él ya no...
—¿Ya no era el del principio? —mamá sonrió con ironía—. Claro que no, Ro, tú eres una mujer inteligente, no te pondrías con alguien que te trata como no lo mereces desde un inicio.
—No entiendo, ¿entonces qué ocurrió? ¿Por qué no se pudo dar si yo lo di todo?
—Tú misma lo dijiste —acarició mi hombro—, tú lo diste todo, él por otros factores, quizá externos, quizá no, no pudo dártelo.
Rasqué mi brazo.
—Ya.
—Pero eso no justifica que te haga sentir así de mal —comenzó a hablar con un tono más de enfado al mismo tiempo que ponía a cocinar unos trozos de carne para los futuros tacos que cenaríamos luego. Hice silencio por un rato—. Mira, pequeña, yo sabía que eso no estaba yendo bien de un inicio, pero los padres a veces tenemos que dejar que nuestros hijos se golpeen y se den cuenta ellos solos de todo, pues al fin de cuentas tú eres la que toma las riendas de tu vida y esa es la mejor forma de aprender —Volteé los ojos—. Yo no te diré que el amor no duele como lo dicen todos, soy la menos indicada para decirte aquello. El amor duele horrores y es de lo peor, pero también es de lo mejor del universo y solo te darás cuenta cuando él sea el indicado.

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Efectos Secundarios ©
RomanceNoah aprendió a hacer reír a Roma antes de decir "papá" por primera vez. Siempre fue consciente de la existencia de algo especial en su amistad, pero cuando se reencuentra con ella luego de dos largos años en su casa de verano, se da cuenta de que s...