PARTE IX

6.2K 904 122
                                    

Ximena

Al parecer Alejandro se había puesto de buenas, ya que al dejarme sola en el departamento, Claudio vino a traer no solo la camisa que había pedido, sino cuadernos, plumas, gorras y bolsas para el súper.

¡Y me habían dado diez camisas! Eso me importaba más que nada. Las diez estaban muy suaves y me enorgullecí de haberlas conseguido. Solo por eso había valido la pena revelarle la verdad.

—Ahora sí me cae bien —dije mientras ponía todo en el comedor—. Ya tengo nuevos pijamas.

Solté un suspiro y me llevé las uñas a la boca. Nada de esto estaba bien. No le había vendido mi voto a nadie, pero sí mi alma. ¿Seis años casada con ese tipo? Si tuviera veinte años, tal vez sería factible, pero para entonces estaría cerca de tener su edad y sería más riesgoso tener hijos. ¿En qué pensaba cuando dije que sí?

—No puede ser —dije angustiada, y me dirigí al ventanal que había al lado del comedor para mirar por él.

La ciudad se veía muy bonita, y ante tal visión logré poner un poco las cosas en perspectiva. Para ser honesta, ¿por qué me preocupaba tener hijos? Nadie se fijaba en mí, ni los más desesperados. Además, todo el tiempo salía con mis papás, y la cuadra apestaba a mierda. ¿Cuándo iba a tener novio? En cambio, si decía que sí a todo esto, tendría una vida interesante luego del divorcio. Podía tener hijos a los treinta y ocho con algún guapo muchacho que quisiera ser mantenido por mí, o podría pagarme el tratamiento.

—Pues sí, eso haré —asentí con energía—. Seré la primera dama y luego a disfrutar.
La primera dama...

De nuevo me dio vértigo y me alejé del ventanal. Mi vida a partir de ahora sería muy ajetreada y muchos me pondrían el ojo encima. Criticarían cada uno de mis pasos y me tacharían de corrupta y ratera, así como yo lo hacía con los políticos.

—Más le vale a Alejandro vestirme con prendas de diseñador —mascullé—. Bueno, no, pero ropa bonita.

—Te vestirán los mejores, yo también quiero una esposa presentable —dijo Alejandro, quien estaba detrás de mí.

—Ah, me asustaste —respondí mientras me giraba hacia él—. ¿No ibas a irte?

Miré su atuendo. Ahora lucía un traje completamente oscuro, lo que resaltaba su bonita piel blanca.

—Sí, debo reunirme con los miembros del partido. Juntos vamos a ver los preliminares.

—Okey —asentí—. Entonces ya viniste a correrme. Por cierto, qué buena estaba la carne, tu cocinera...

—La hice yo —resopló—. ¿No te acuerdas de la otra carrera que quería estudiar?

—Ah, sí, tu sueño era ser chef. Perdón, su sueño...

—Déjalo así, mejor tutéame, no sea que te confundas en público. —Rodó los ojos—. Vine a decirte que yo no vivo aquí, este departamento es el sitio en donde vas a quedarte.

—¿Qué?

—Pues eso: que te vas a quedar aquí.

—No, estás loco —negué con la cabeza—. ¿Cómo vas a...? 

Alejandro arqueó una ceja. Tal vez las confianzas no estaban estipuladas dentro del contrato. Hablando de contratos...

—Haremos un contrato, ¿no es así? —le pregunté—. Me refiero a un prenupcial.

—Naturalmente —asintió despacio, viéndose bastante interesante con esa expresión. Y no podía decir que lo fingía, ya que él siempre había sido elegante por naturaleza—. Debemos dejar las cosas claras. Pero eso será en otro momento.

—Okey. Nada de azotes y esas cosas. Esos son mis límites —bromeé, pero él no se rio—. Es broma, Alejandro.

—No me gustan tus bromas —dijo, asesinándome con la mirada.

—Claro, porque te gustaría que fueran verdad —reí, pero luego carraspeé—. Ya, me pondré seria. Lo siento, me pongo un poco tonta cuando estoy nerviosa.

—¿Un poco? —Lo escuché murmurar.

—Mira, si quieres ayuda, vas a...

—Bien, no más actitudes mordaces —aceptó y yo lo miré impresionada.

—Vaya, me leíste la mente, qué bien —dije sonriendo.

El silencio que le siguió a eso fue incómodo, ya que él me miraba fijamente, como si me quisiera atravesar. Sus ojos siempre habían sido muy penetrantes, pero ahora se veía su experiencia, su madurez.

Me gustaba físicamente, tenía que admitirlo. Iba a ser difícil mantenerme apartada cuando lo tuviera disponible.

—Oye, oye, ¿qué haces? —le pregunté al tenerlo tan cerca de mí.

—Practiquemos, Ximena —respondió mientras me acariciaba el rostro.

Dejé de respirar y sentí que toda la sangre se me iba a la cara. ¿A qué estaba jugando?

—¿Para qué cosa? —pregunté agitada.

—Bien, eres capaz de fingir nervios —dijo alejándose.

—¿Qué?

—Lo vamos a hacer bien —me respondió mientras se dirigía a la puerta—. Me voy, más tarde te traerán ropa y artículos de aseo. Tu familia será informada más adelante de que tenemos una relación. Ellos no pueden saber del trato.

—¿Los voy a poder ver?

—Cuando yo esté presente —respondió con tono frío, que contrastaba con el calor que hacía en el departamento. ¿O era yo?—. A partir de ahora, al salir de aquí, solo puedes dedicarte a ser mi interés amoroso.

—Bueno, ni del mundo me dejas despedirme, qué bárbaro —mascullé.

—Ahora tu mundo soy yo —dijo antes de largarse.

¿Era real esto que estaba pasando? 

***
Voto y comentarios para más capítulos 🥰

SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora