PARTE XV

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Ximena

Cuando él se fue, ya no pude seguir comiendo. Estaba acalorada como nunca y pensando en que esto era más que atracción. No me quería precipitar, pero sospechaba que le gustaba a Alejandro más de lo que él quería admitir. Y a mí me gustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir en voz alta.

—Necesito a Alexia —susurré mientras me levantaba para ir a la recámara para buscar mi celular.

Para mi mala suerte, ella no me contestó al saludo, no estaba conectada. Aun así, le dejé un mensaje en donde le decía que tal vez tenía razón y que no iba a ser tan malo. Sabía que que era poco maduro de mi parte contarle esto sin que me lo pidiera, pero no tenía a quien más platicarle esta situación, la cual era la más loca de toda mi vida. 

¿Quién iba a decir que había pasado de no querer ir a votar a casi ser la primera dama?

Me senté sobre la cama y comencé a pensar en que darme un baño iba a ser lo mejor. Mis cosas ya estaban conmigo, al menos las más necesarias para poderme bañar.

Mientras juntaba todas mis cosas en la cama, pensé en que habría deseado que a Alejandro no le llamaran para irse a aquella reunión. Habría deseado que estos nervios ya se me pasaran y estar en el papel que tenía que representar a partir de ahora.

—Ay, Dios, dame fuerza para aguantar —recé mientras me miraba al espejo del enorme baño que tenía para mí en la habitación—. No me puedo enamorar de ese tonto, claro que no. No, Ximena, tú no te enamoras ni te me clavas con ese chango, ¿me oíste? Se van a divorciar, así como Peña y la gaviota. Sí, seremos como ellos; acabando el sexenio, se acabó, se pasará rápido.

Al decir eso, sentí más molestia en el estómago. Sí, seis años se pasaban volando, pero cuando uno no estaba al pendiente de que se pasaran, pero ahora que estaría en el «poder», ¿se irían volando o serían una eternidad? Muchas cosas podían pasar durante el sexenio de Alejandro, entre esas que llegara a quererlo tanto que me rompería al tener que divorciarme.

—No harán el cuchi cuchi —murmuré, pero me arrepentí de inmediato. Definitivamente, sí quería probarlo, aunque solo fuera una vez—. Okey, sí lo harán, pero sin compromisos. Y lo haremos mucho, tanto que me voy a hartar y él se va a hartar. Luego de eso, me va a ser infiel y yo no querré un pene usado, y ahí se me va a pasar el encanto. El plan perfecto, sí, señor.

A los pocos segundos terminé riéndome de mis tonterías y negué con la cabeza mientras me desnudaba para entrar a la regadera.

Quería usar la bañera, pero pasé de ella, pues no sabía si tenía permitido hacer eso. Aun así, disfruté muchísimo, ya que el agua estaba bastante rica, en su punto exacto, y la presión era incomparable, demasiado diferente a mi casa, en donde si salía la mitad de presión que aquí, ya era ganancia.

—Tal vez se le quite lo amargado a mi papá con una regadera así —murmuré mientras me echaba el champú en la cabeza.

Mis delicados rizos no iban a agradecer esto, pero olía rico, así que no me importó. Además, Alejandro seguramente contrataría estilistas que se encargaran de todo esto. Sería una mujer bien vestida, elegante y con porte, al menos ante la gente.

—Uy, voy a tener lujos —dije, repentinamente emocionada.

Me parecía muy curioso estar un día buscando lugares en oferta y al otro estar en un departamento de lujo y desayunando algo preparado por el mismísimo presidente electo. No necesitaba ver el conteo rápido, el cual saldría en unos días, para saber que ganaría. El triunfo era suyo antes de comenzar la contienda.

Salí de bañarme y me coloqué un albornoz blanco que estaba colgado cerca de la puerta. Una vez que me lo puse, escuché una notificación de mi celular, por lo que salí del baño para revisarlo. Era Alexia.

Alexi93: Hola, una disculpa por no contestarte. Estaba un poco ocupada. ¿Qué pasó? Cuéntame.

Xime: ¿De verdad no te molesta que te cuente?

Alexi93: Claro que no, para eso estoy. Sabes que me gusta mucho tu trabajo, pero también creo que eres mi amiga.

—Ay, qué linda —dije muy emocionada.

Xime: Muchas gracias, cielo. Yo también creo que eres mi amiga.

Quería llorar. Hacía mucho que nadie me había llamado «amiga». Se sentía lindo saber que tenía una, aunque fuese una virtual.

Alexi93: Anda, cuéntame, ¿qué pasó?

Dejé escapar un suspiro y le conté lo que pasó. Esta vez fui lejos y le dije que me había quedado con ganas de llegar a más, pero que tal vez no pudiera seguir pasando.

Alexi93: ¿Por qué no lo atrapas?

Xime: ¿Cómo?

Alexi93: Te puedes embarazar de él y así se quedan juntos. Seguramente te va a dar todo lo que necesites y nunca más te faltaría nada

Solté una carcajada que hizo eco en el cuarto. Mi amiga sí que era ocurrente.

Xime: Me hiciste reír jajajaja. ¿Cómo crees?

Alexi93: Mi prima lo hizo y ahora es feliz.

—Y dale con la prima —dije entre risas.

Xime: No, no voy a hacer eso. Me gusta la idea de vivir entre lujos para siempre y tener un marido tan guapo, pero tengo valores. No lo voy a amarrar con un hijo.

Alexi93: Pero él te gusta, ¿no es así? Dices que es guapo.

Me quedé callada y me mordí el labio inferior. Sí, me gustaba mucho.

Xime: Sí, sí, me gusta, debo admitirlo. Pero sería demasiado raro que tengamos un hijo, él me mataría. Prefiero vivir.

Alexi93: No lo creo, tal vez le gustaría. Compruébalo. Por cierto, te dejo, debo ir a otra de mis clases. Luego me cuentas que tal todo.

Alexia se desconectó en ese momento, dejándome completamente pasmada con sus comentarios. ¿Cómo se le ocurría tal cosa? Podía pensar en maneras para no enojarlo y que me desechara como su esposa falsa, pero nunca lo ataría con un hijo.

No quería nada que me recordara a él cuando nos divorciáramos.

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SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora