PARTE XIV

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Ximena

El primo de Alejandro estaba guapísimo, de eso no había duda, pero lo odié por haber interrumpido lo que posiblemente hubiera sido mi primera vez.  No sabía qué me había pasado con ese beso, pero fue tan irreal y excitante que no me importó el pasado, que nos cayéramos mal. En ese momento solo éramos dos personas que teníamos ganas y algo más. No sabía explicarlo, tampoco yo era una experta en el sexo, pero sentí química, sentía que él besaba delicioso y que me deseaba. Y yo no pude sentir vergüenza alguna, simplemente lo quería hacer.

¿Por qué la estúpida prensa había tenido que llegar?

«Para que no pierdan el piso, Ximena», pensé mientras trataba de comer.

Alejandro se había ido afuera a tratar de resolver el problema con la prensa y tal vez ya no regresara. Yo no quería ver en la televisión cualquier declaración que tuviera que hacer, mucho menos cuando sabía que muy posiblemente estaría involucrada.

No fue fácil distraerme comiendo, pero me serví dos platos de desayuno, el cual estaba riquísimo. Nunca había probado la comida que hacía Alejandro y me arrepentía demasiado. Él había nacido para ser chef, sin duda, o tal vez en su anterior vida lo había sido.

Cuando estaba por servirme un tercer plato, la puerta se abrió y entró Alejandro con cara de fastidio, pero al verme frunció el ceño.

—¿Te gustó?

—Sí, igual que el beso —me reí—. Ay, no, perdón, bueno, sí, pero, ya sabes...

Él sonrió.

—Ya habrá oportunidad de repetirlo —contestó—. Ahora me tengo que ir a cambiar.

—Sí, sí, está bien.

—Tú también debes vestirte, no pueden verte...

—Está bien —dije con tono cortante y me volví a sentar.

Todo quedaba claro ahora. A este hombre yo no le gustaba, le seguía pareciendo fea e impresentable.

—¿Estás enojada? —me preguntó Alejandro, apretándome los hombros.

Di un respingo, ya que no lo esperaba detrás de mí, pues pensaba que iba a la cocina.

—No, claro que no, ¿tú lo estás porque me senté en la cabecera?

—No, te ves bien allí.

—Eh... Gracias —dije sonrojada—. Espero que ganes. No voté por ti, pero...

—Pero claro que votaste por mí —dijo alejándose para ver su celular.

—Ay, no me digas qué los votos nulos los usan a su favor, qué corrupción, lo sabía.

Alejandro se volvió hacia mí, mostrándome la pantalla de su celular. Allí estaba la foto de la boleta que me había tocado y en la que había dibujado a ese asno.

—Así que quieres que un asno te gobierne —dijo divertido—. Pues bien, eso voy a hacer.

—Oye, pero...

—Te voy a gobernar, Ximena, y lo haré muy bien.

Celebré en ese momento que no tuviera un bocado en la boca, pues seguramente me habría ahogado.

—¿Cómo sabes que es mío? Mejor dicho, ¿quién te lo mostró?

—Vittorio, para salvar su vida por interrumpir. —Se encogió de hombros—. Está saliendo con una de las muchachas que fueron funcionarias de casilla, así que se la enviaron y él me la envió a mí. 

—Qué poca...

—Lo dice quien dibujó un asno. Qué madurez la tuya.

—Y qué madurez la tuya de tener una novia falsa —resoplé—. Intenta insultarme, tengo mucho para regresarte.

—Ya, ya. Me voy.

—¿Vendrá tu primo?

—¿Por qué preguntas eso? Claro que no —dijo enojado y se me acercó para tomarme del brazo—. No puedes tener visitas, Ximena, menos de hombres.

—Oye, espera, ¿qué...?

La intensidad de su mirada era tanta que hasta se me terminó olvidando cómo se respiraba o se hablaba. Quería besarlo otra vez, proseguir con lo que habíamos dejado inconcluso, pero él se separó.

—No voy a poder salir de aquí si sigo —se excusó—. En estos momentos habría deseado no ganar las elecciones.

***
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SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora