SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTE

PARTE X

Alejandro

Todos a mi alrededor estaban atentos a los resultados preliminares, los cuales encabezaba por bastante. La victoria estaba asegurada, por supuesto, pero no era mi costumbre abrir la boca antes de tiempo frente a los demás.

Excepto ella…

Mi mente no estaba en los votos, sino en la loca mujer que había dejado en el departamento que compré para este momento. A pesar de todos los años transcurridos, ella no cambiaba ni un poco su personalidad; Ximena seguía siendo desagradable, pesada, hacía chistes malos y me hacía doler la cabeza con sus disparates.

Y mis sentimientos por ella también seguían allí, incluso más fuertes que nunca. Había intentado olvidarla, refugiarme en mujeres de una noche y en mi prometedora carrera política, pero nada de eso hacía que olvidara a esa chica de cabello rizado y caderas prominentes. Ella había adelgazado con los años, pero seguía teniendo más curvas y pechos que el promedio. Me daban tantos celos de que alguien pudiera fijarse en ella que la hundí con mis insultos hasta que ella se hartó y se defendió, y lo hizo justo el día en que iba a confesarle lo que sentía de verdad, cuando su hermano por fin me había dejado acercarme a ella, luego de que le hablara de mis planes tras salir de la carrera.

—Ya ganamos —dijo Ulises, el presidente del partido, poniéndome una mano sobre el hombro—. ¿Qué se siente, muchacho?

—Todavía no puedo decir que gané —respondí con prudencia.

—Claro que vas a ganar —me dijo Renata, la secretaria general.

Esa mujer llevaba persiguiéndome más de seis meses para que volviéramos a acostarnos. Ella conocía la regla sobre no repetir, pero aun así trataba de seducirme. No lo lograba, no me parecía la gran cosa, así como ninguna de las mujeres con las que de vez en cuando me acostaba. La única a la que de verdad deseaba era una, pero era tan infantil que me imaginaba que el tener sexo sería un desastre. Seguramente le daría vergüenza que le quitara la ropa o tan solo los calcetines.

No pude contener la sonrisa al pensar en eso. Aquello no debía gustarme, pero lo hacía. Ella no debía encantarme, pero me volvía loco. Solo por eso llevaba años pagando a sus vecinos para que ahuyentaran a todo el que quería acercarse a esa calle. Ningún pretendiente podía querer acercarse a una mujer cuya casa oliera a excremento. Si ella no era para mí, mucho menos para nadie. Pero ahora sí sería para mí, ya la enseñaría a serlo.

—Esa sonrisa tan radiante me dice otra cosa —rio Ulises—. Tú sabes que vas a ganar, no seas modesto.

La gente a mi alrededor no me miraba todo el tiempo, pero sabía que estaban pendientes de mí. Aquello me hizo extrañar un poco los días en que tan solo era un militante que buscaba ganarse los contactos suficientes para crecer.

—Prefiero ser reservado —repuse antes de abrir la botella de agua que tenía enfrente para beber.

Cuando terminé de dar un trago, vi que muchos me miraban atentamente. No era normal que yo estuviera haciendo algo así frente a otros. Era la primera vez en años que me sentía relajado, y no era precisamente por saberme triunfador.

El motivo era ella, siempre era ella. Ximena nunca dejaría de obsesionarme por más que lo intentara, y esta era mi oportunidad para tenerla de una buena vez por todas, así no me diera el mejor sexo del mundo o fuese un cúmulo de tonterías con piernas.

—Ahora regreso —me disculpé con ellos al sentir la vibración en mi celular.

Nadie me impidió ir hacia la terraza, así que pude revisar el mensaje nuevo.

Xime: Me acaba de pasar la peor de las locuras. Promete no decirle a nadie, Alexia, por favor.  Por eso no te podía responder.

Alexi93: Lo prometo, dime qué sucede.

Xime: Es que no me vas a creer.

Alexi93: Claro que te creo. Solo dime. Sabes que jamás le diría nada a nadie.

«Es tan imprudente», pensé con una sonrisa que me era imposible de ocultar.

Xime: Un político quiere que sea su novia… o algo así. Está muy guapo, pero… ¡¡¡AHHHH!!!

—Serás más que eso —susurré—. Tú vas a ser mi primera dama por el resto de tu vida.

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