PARTE XXI

6.8K 824 80
                                    

Ximena

No supe cómo era que le habíamos hecho, pero logramos tener relaciones sin que se arruinara el peinado que la estilista me había hecho. Los dos estábamos sonriendo como tontos y tratábamos de no besarnos para ser capaces de poder salir del departamento.

Los besos eran algo demasiado fuerte y se nos nublaba la mente cuando nos los dábamos.

—Me estoy muriendo de miedo —le dije a Alejandro cuando nos subimos a su coche y este echó en reversa—. Muy pocas veces he ido a restaurantes caros. La última vez tenía como doce años.

—¿Y pasó algo malo?

—Bueno, no, pero…

—Entonces está todo bien. Si pudiste sobrevivir a los doce, ahora que tienes veintinueve, te irá mejor. Además, luces hermosa esta noche.

—¿Me vas a ayudar?

Alejandro asintió y me tomó de la mano para besarla. Aquel gesto hizo que tuviera que reprimir un suspiro. Amaba que me tratara así, que se comportara como si quisiera conquistarme a pesar de que ya nos habíamos acostado. Tal vez le había gustado mucho.

—Alejandro, no eres de esos tipos que descartan a las mujeres con las que se acuesta, ¿verdad? —le pregunté y él frunció el ceño.

—¿Por qué me lo preguntas?

—Es que…

—No te voy a mentir, no suelo buscarlas otra vez. Pero si crees que te voy a ignorar después de lo que pasó entre nosotros, estás equivocada —respondió con firmeza.

¿Qué tenía este hombre que cada vez que abría la boca me gustaba más y más? Sentía un poco de celos de su pasado, no lo iba a negar, pero me gustaba su franqueza, que no tuviera tapujos para decirme las cosas como eran.

—Me gustas en serio, Ximena —añadió al detener el auto en un semáforo—. No te voy a hacer las típicas promesas de que no voy a hacerte daño, el tiempo va a darme la razón. Solo debes confiar en mí.

—Bueno, ya veremos qué pasa —contesté—. Si tú me eres sincero, yo también.

—Sí, eso es lo justo.

—¿Y no crees que soy un poco tonta? Digo, soy algo insegura —dije avergonzada.

—Eres hermosa y adorable —dijo acercándose—. No me molesta que tengas dudas de mí, estoy para responderte todo. Solo quiero que te cases conmigo.

Tragué saliva al sentir su cálido aliento. Besarnos ahora mismo no era la mejor idea, pero me moría de ganas.

—Quiero volver a hacerte el amor —susurró—. Te deseo, Ximena.

—Yo también quiero, pero tengo hambre —respondí.

Alejandro se rio y soltó una hermosa carcajada.
—Está bien, mi primera dama. Atendamos esos asuntos primero. Te he tenido abandonada todo el día.

—¿Y se puede saber por qué?

—Negocios. No solo trabajo siendo un candidato —me respondió—. Luego te contaré todo, Ximena, por ahora quiero que solo hablemos de nosotros, de lo que pasará de ahora en adelante.

—Me siento como en una de esas películas en las que hay que fingir ser novios —dije riendo—. O sea, básicamente estamos haciendo eso, pero…

—Es real, pero no eres mi novia, eres mi prometida.

—Me falta el anillo en mano, tonto —resoplé—. Dame uno, en el mercado venden unos…

—No, tu anillo será el más especial —prometió—. Pero por ahora es mejor que sigamos el plan, aunque sea verdad.

SOY LA OBSESIÓN DEL PRESIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora