Dieciocho

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Era un asco tener hambre en una casa ajena, ¿en qué estaban pensando cuando aceptaron quedarse?, ¡por toda una semana!

Oh sí, ya la recordaba, no habían aceptado porque querían, aceptaron por que JinSee amenazó con sacarlo del equipo en una borrachera, tal vez bromeaba y eran solos los efectos del alcohol, pero no se iba a arriesgar después de todo.

Habían pasado tres días desde que llegaron a Canadá para la carrera. Tuvo la gran oportunidad de compartir salidas con Chris, que resultó ser un tipo más genial de lo que pensó, apesar de tener casi treinta y dos años.

Entre entrenamientos, calentamientos entablaron cortas pero interesantes conversaciones, era alguien muy inteligente y culto, por fin alguien con quién discutir acerca del calentamiento global sin salir peleando.

La casa era linda, le gustaba, era tranquila, apesar de tener un montón de gente viviendo ahí. Los miembros del personal no descansaban, ni siquiera dejaban que te levantaras a llevar tu plato al fregadero, estaban pendiente hasta de cuándo cagabas, de sí lo hacías o no, y cómo era... la consistencia.

Ew.

Era repugnante y bizarro pensar en caca a las dos y media de la mañana, pero padecía de insomnio, o algo así le dijo su psicóloga, a veces dormía bien, otras veces no podía ni tomar una siesta, y eso era serio.

Se salió de las sábanas, cansado de menearse inquieto en la cama como una lagartija en agua, buscando la posición para dormirse.

Quería algo de comer, necesitaba su dulce de leche con chocolate y galletas, definitivamente estaba mal. No tenían nada de eso en el cuarto, JinSee les había dicho que agarraran lo que se les antojara de la despensa, pero no iba a hacer eso, era de mala educación.

Menos llamar a un domicilio de comida.

Se conformó con un agua de azúcar. Tenía demasiado calor, así que estaba helada, muy buena.

Pasaba los segundos en la cocina, recostado en el lavaplatos, esperando terminar su aperitivo para fregarlo y así intentar conciliar el sueño, puesto que ese día era la clasificación, ni siquiera debería estar ahí fuera.

Todos dormían, despiertos estaba solamente él y el incesante pitido que emitía el refrigerador, que era en un tono muy bajo, pero si pensabas mucho, llegaba a ser molesto.

Que la luz se prendiera lo tomó por sorpresa, más ver a un JiSung con rolos en la cabeza, una mascarilla de... ¿algo blanco pastoso? Y usando un batilongo de esos largos de satín.

Se descolocó del lugar, tirando un grito ahogado que las paredes de la noche se trataron. Se había asustado como un gato. JiSung terminó por bajar las escaleras y...

Quién se iba a imaginar que vería a MinHo sin camiseta, usando su pijama de rayas. Joder, él era muy sexy, quería pasar su lengua por esos pectorales y apretar ese pecho para luego...

Sacudió su cabeza, ¡nadie podía verlo así! En esa situación tan vulnerable. Respiraba agitado de nuevo, con esas sensaciones de locura emanando de su interior.

—¡¿Qué demonios haces en la cocina a esta hora?!—Reclamó molesto, pero gritaba susurrando, para evitar despertar a media mansión.

—¿Yo? ¡Tú eres el que trae esa cosa en la cara! Me pegaste un susto, casi rompo el maldito vaso—Suspiró, había bebido todo el líquido, iba a comenzar a fregarlo—Pareces un... ¡No sé! Un monstruo de plastilina.

La plastilina era un asco, recordaba como en la primaria un niño se la metió en las fosas nasales y luego como venganza le tapó los oídos con la misma y tuvieron que llevarlo al otorrino para un lavado. Nadie se metía con Teddy.

Verde, Amarillo & Rojo - MinSung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora