Veintitrés

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—¿Compraste la casa de Perci Carrara?

Giró sobre su eje ciento ochenta grados, mirando sorprendido al mayor. Sin poder creer que estuviera pisando este hogar.

—E-es imposible—Tapó su boca.

—No lo es, en serio. Su familia hasta estaban vendiendo los cuadros en una tienda de antigüedades—Le dió una sonrisa incómoda—No entiendo cómo es que ni siquiera los pusieron en un museo.

JiSung seguía observando las paredes, que desbordaban maravillas.

—Lo que no entiendo cómo es que sabes todo esto—Caminó unos pasos para quedar frente a MinHo.

El mayor suspiró y cerró la puerta principal. Encorvó solo un poco su espalda para estar a la misma altura de Han. Acarició las finas pero enroscadas hebras azabache, sorprendiéndose, era un cabello muy sedoso.

—En navidad, cuando visité tu casa por primera vez, vi un cuadro en la pared, me acerqué porque llamó mi atención, tomé una foto—JiSung frunció su ceño, para él eso era como “invadir” su hogar. MinHo río—Busqué en internet y no me apareció nada así, excepto porque la técnica se parecía a la de un tal Perci Carrara.

MinHo tomó la mano de JiSung, y lo llevó a la sala, todos los muebles estaban cubiertos por lonas blancas, para evitar el polvo, no había decoración, ni siquiera plantas artificiales, solo esos cuadros y un búcaro vacío en la esquina del pasillo.

El lugar era acogedor, pero nostálgico. El menor sentía que conocía eso, pero a la vez lo desconocía, lo cual era extrañamente normal porque jamás estuvo allí.

—No sabía que existía un pintor con ese nombre, investigué más sobre él, pero casi no había información—JiSung escuchaba atentamente, abstento a cualquier detalle—Y tus espirales Han, como el que vi en tu tableta.

El ondulado continuaba mirando a sus alrededores, sin creer todavía, que pisaba el mismo suelo que ese hombre tan influyente en su vida. Aún así atento a todo lo que decía el mayor, recordando el por qué le gustaba.

MinHo iba a hablar, pero en cambio, él tomó la palabra.

—Cuando tenía cinco años, mi papá me llevó a una galería, allí estaba ese redondel—Avanzó unos pasos para llegar al patio trasero—Pocos volteaban a verlo, pero yo me enamoré y desde entonces, no encuentro otra cosa que hacer espirales...de hecho, pintar cualquier cosa, pinto por él.

Sonrieron, esta pequeña conversación había logrado unirlos un poco, como calentar con chocolate caliente el cuerpo en un invierno helado.

—Él tenía todo, dinero, pero aún así no obtuvo el reconocimiento que merece—Bajó su mirada, tenía una mano apoyada en la pared, volteó a ver los luceros de MinHo—Solo mira, arte enterrado en el tiempo. Es mi mayor miedo.

Cuando escuchó esas palabras, pudo ver más allá de escucharlas, observó la inquietud en ellas, cómo el ambiente pudo tornarse un poco azul.

Se acercó casi corriendo, acunó el rostro en sus manos, el menor estaba sonrojado por la acción. Para MinHo, que el chico decidiera contar algo era un paso a ser más que folla - conocidos.

—No será así, Sunggie, no quiero que pienses eso—Besó con delicadeza sus finos labios—Pero entiende que, el dinero no lo es todo, ¿vez esto tan vacío?—Asintió dudoso—Solo piensa en que su familia estaba vendiendo estas maravillas y no me refiero al precio tan bajo y absurdo, sino, a que no fueron capaces ni siquiera de donarlos a una galería, porque está claro que no necesitan dinero, solo querían deshacerse lo más rápido posible. Olvidando, sin pensar en la historia detrás de ellas.

Verde, Amarillo & Rojo - MinSung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora