Capítulo setenta y tres: Sonrisa

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Narra Pedri

Llevo diez minutos en el cuarto de baño y Carla no aparece...
Hubiera perdido la esperanza si no llega a ser porque esta el pomo de la puerta girando ahora mismo.

Carla entra y la cierra a sus espaldas yo me adelanto y cierro con el pestillo para que nadie pueda entrar.

—He venido solo para que aclaremos esto —comenta Carla acercándose a mi.

De repente frunzo el ceño y Carla se dirije al espejo mientras que se arregla un poco el pelo con las manos.

Me acerco a ella y nos ponemos de tal manera que ambos estamos frente a nuestro reflejo.

—¿A qué te refieres? —pregunto.

—No podemos seguir con esto Pedri, basándonos, tonteando, teniendo tanta quimica...

Enarco las cejas y aprieto los labios mientras que la miro a través del reflejo del espejo, ella me devuelve la mirada y juraría que desprende tristeza

—¿Por qué no? —le pregunto.

—Por esto mismo —dice para enseñarme la pantalla de su móvil.

Hay una conversación con Gavi donde le dice que va a venir a recogerla en unos minutos porque tiene un regalo que darle.

Gavi es mi mejor amigo y lo quiero mucho pero al leer esto no puedo evitar sentirme enfadado con él.

—Se que tengo que hablar con él ¿vale? Pero es que... No encuentro el momento Carla.

—Te entiendo, yo también quiero contárselo pero no quiero hacerle daño —dice girándose para volverse hacia mi

Sus ojos comienzan a aguarse. Pero intenta disimularlo

—¿Tanto te gusta?

Ella se encoge de hombros para luego restregarse las manos por el rostro desesperada.

—¿Alguna vez has estado enamorado? —me pregunta mirándome a los ojos de nuevo.

Como le explico que de quien creo que estoy enamorado es de ella.

—Eh... —balbuceo sin poder seguir.

Por suerte ella continúa con la conversación

—Estoy confundida, Pedri. Se que quiero mucho a Gavi, lo amo pero... Es diferente a lo que siento por ti

Al escuchar esto abro los ojos como platos y se me encoge el pecho. Al ver la cara de sorprendido que se me ha quedado, Carla recae en lo que ha dicho y maldice entre dientes. Por como ha reaccionado estoy seguro de que se le ha escapado.

Si en algo nos parecemos es en que decimos las cosas sin pensarlas.

—Mejor me voy —dice caminando hacia la puerta avergonzada.

—No, espera —la agarro de la mano para atraerla hacia mi.

El tirón ha sido demasiado brusco porque sin querer la he atraído hasta llegar a chocar con mi pecho. De nuevo estamos muy cerca, a unos escasos centímetros.

Sin querer me dejo llevar y el deseo que tengo por ella es tan grande que noto como mi cuerpo la pide a gritos.

Mis dedos acarician su cuello pero esta vez de una manera sutil y sensual. Siento como Carla se quiere resistir y para eso cierra los ojos.

—Pedri... —pronuncia mi nombre despacio y en un tono bajo.

Su voz transmite deseo como si al pronunciar mi nombre me pidiera que le besara sin parar pero sin embargo su mirada transfiere miedo.

Una vez más, me confunde.

—Carla, quiero besarte.

De repente ella abre los ojos y clava su mirada en los míos. No se si he pecado de confianza al soltarlo tan bruscamente pero no puedo más. Necesito tener contacto con ella.

Un silencio sepulcral nos inunda durante unos segundos, se me hacen bastantes largos ya que temo que Carla me pegue un guantazo o se vaya corriendo.

Pero en lugar de eso, se queda inmóvil. Como si se estuviera pensando la respuesta. Observo como su mirada es dirigida hacia mis labios.

Como ella no hace acto de habla, continuo yo.

—Te quiero besar, pero no lo haré hasta que no sepa si tu también quieres besarme. Tengo que saberlo Carla.

Siento como mi corazón va a mil por hora.
La respuesta de Carla es clave para saber si siente algo por mi, o si aquel beso fue simplemente por la apuesta.

—No hagas esto más difícil Pedri —me dice Carla justo a un centímetro de mis labios.

Noto como me observa, como me desea. Me mira de una manera demasiado intensa, diferente a como me miraba en aquella época, cuando nos conocimos

La agarro de la cintura y la llevo dando unos pequeños pasos hacia la pared. Cuando tiene su espalda apoyada en ella, continuo dirigiendo mis manos hacia su rostro,  faltandome el aire para respirar.

Acerco mis labios a los suyos de nuevo. La cercanía es tan corta que juraría que los estoy rozando levemente. La tentación es tan grande que no creo que pueda soportar mucho más estando tan cerca de ella.

Ella coloca sus brazos en mis hombros y noto como me acaricia la nuca por detrás.

De repente nuestras frentes se juntan.
Nuestras narices se chocan.
Y a un mísero milímetro de mis labios me dice;

—Besame

Una sonrisa aparece en mi rostro para luego estampar mis labios contra los suyos.

El beso es lento pero tan sensual que me pasaría así, los días, los años y el resto de mi vida.

Como si Carla me leyera la mente, de repente para el beso y se separa un pequeño centímetro.

—¿Ha cambiado algo? —dice sobre mis labios.

—¿A que te refieres?

—Desde que nos besamos. ¿Has empezado a sentir algo por mi? —me pregunta Carla en un pequeño hilo de voz.

—No —le contesto.

En cuestión de segundos el rostro de Carla pasa a ser pura decepción, hasta juraría que su mirada ha pasado a estar triste y apagada. Pero antes de que se vaya o que se ponga peor le explico la razón de mi respuesta

—No porque no me hace falta ningún beso para enamorarme de ti Carla. Lo llevo estando desde el primer día en que te vi, solo que no lo quería asimilar. El beso no ha cambiado nada porque yo ya lo sentía desde hace tiempo... El beso solo lo que ha hecho ha sido confirmar mis sospechas.

Carla sonrie y me mira ilusionada por primera vez desde que la conozco.
Yo le agarro el rostro para volver a besarle.
Ella está tan feliz que no para de sonreir.
Yo le sigo dando pequeños besos.

Estaría besando su sonrisa toda mi vida.

GOL ( Pedri González )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora