CAPÍTULO 5

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Hola :)
Estoy empezando a escribir el capítulo muy pronto, aunque el otro también lo escribí muy seguido y lo acabé subiendo el lunes.

En este capítulo sí que terminamos ya por fin la historia de Adelina.

¿Tenéis nervios? Yo no, pero espero que vosotros sí. Jajajaja.

No tengo mucho más que contar. Bueno. He vuelto a bajar en el ranking pero después me he dado cuenta de que no pasa absolutamente nada por no estar en un ranking y además, voy top 10 de mil setecientas y pico historias, así que no está nada mal.

Bueno. Pues eso era. Lección de vida. Ahora os dejo con el quinto capítulo.

Espero que lo disfruteis <3

Me despierto. Y de lo primero que soy consciente es de que me duele la cabeza. Mucho.

Me levanto en silencio, con la intención de que Len no se despierte. Lo consigo y me dirijo al baño, ya que ahí se guardan las medicinas.

Abro el armarito que las contiene y busco desesperadamente un paracetamol. Encuentro la cajita...pero está vacía.

Joder, me estoy poniendo de mal humor. Y eso no es nada bueno.

Salgo del baño pegando un portazo. Y segundos más tarde, se escucha la voz de Daniel en su habitación.

–¡¿Se puede saber de que coño vas!?

Oigo que la puerta de su habitación se abre y se dirije al salón con pasos acelerados, pero la verdad es que esa no es la mayor de mis preocupaciones. Joder, me duele mucho la cabeza.

–¿¡Por qué narices has pegado un portazo a las...!? -brama y mira su reloj-. ¿¡A las siete y cuarto de la mañana!?

Dios, su voz. No la soporto. Y menos con este dolor de cabeza. Como me vuelva a gritar yo no sé lo que va a pas...

–¿¡Me estás escuchando!? -grita.

–¡CLARO QUE TE ESTOY ESCUCHANDO, COMO PARA NO HACERLO, IDIOTA! ¡¿TE PUEDES CALLAR DE UNA MALDITA VEZ!?

Su cara se pone roja, pero nada más lejos de que haya sido por culpa de la vergüenza.

–¿¡Pero quién te crees!? -dice, enfurecido-. ¡Encima que dejo que el mocoso y tú os quedéis a vivir en mi casa! ¿¡Y así me lo pagas!?

Me levanto del sillón de un salto. Ya no soporto que siga hablándome así, y menos que llame mocoso a mi pequeño.

Aprieto el puño y lo lanzo contra su cara, pero creo que esta vez si se lo esperaba, porque para el golpe con su mano y me propina un puñetazo en la barriga.

En ese momento, siento que la vista se me nubla. No puedo respirar. No veo nada. Intento gritar, pero no encuentro las cuerdas vocales.

–Idiota... -masculla Daniel mientras vuelve a su habitación.

Hiperventilo en el suelo y me agobio. Me está dando un ataque de ansiedad. Me agarro el pecho en el lado en el que está el corazón, me duele. No puedo respirar, no entra el aire por mis pulmones. Lloro de impotencia. Y solo un pensamiento pasa por mi mente en ese momento.

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