Capitulo 23

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Andrey

Llegamos a Las Vegas, el lugar al que Anabella tanto quería venir. Las luces de neón pintan la ciudad de colores vibrantes, y la energía del lugar es palpable. No suelo prestar demasiada atención a lo que una mujer quiere, pero con ella todo es diferente.

A nuestro alrededor, hay gente que se cree dueña de Las Vegas, como si controlaran el mundo entero. Pero no tienen ni idea de que, si me lo propongo, yo puedo ser el dueño del maldito mundo. El verdadero poder no se ostenta; se ejerce.

Anabella camina delante de mí, sus ojos brillan, deslumbrados por todo lo que la rodea. Es como si no supiera dónde fijar la vista, cada rincón es más llamativo que el anterior. Todo aquí está diseñado para impresionar, y ella no es inmune a eso.

Hay una diferencia clara entre millonarios y billonarios: los segundos se permiten caprichos que parecen inalcanzables para los demás. Me encanta que ahora ella forme parte de ese exclusivo grupo. El lujo tiene una manera de corromper, pero también de hacerte sentir invencible, y quiero que se acostumbre a eso. A que, como yo, no hay otro.

Las calles están abarrotadas, pero a pesar de la multitud, hay una sensación de intimidad entre nosotros. Caminamos juntos hacia la zona privada, dominada por hoteles de lujo. Aquí, la extravagancia es la norma. Nos cruzamos con personas paseando animales, limusinas de todos los tamaños y coches chapados en oro que brillan bajo las luces artificiales.

—Esto es como otro mundo —dice ella, fascinada, mientras observa un auto enchapado en oro estacionado frente a un casino.

—Bienvenida al círculo de los que pueden tenerlo todo —le respondo, sin quitar la vista de su expresión.

Aquí es fácil encontrarse con famosos, corruptos, magnates o incluso homicidas disfrazados de empresarios. Todos vienen a este tipo de lugares a presumir su poder y sus fortunas. Gente que cree ser grande porque posee mansiones o porque ha cometido crímenes sin que les hayan atrapado.

—¿Qué hotel te gusta? —le pregunto mientras avanzamos por una avenida repleta de luces y lujo.

El amanecer comienza a teñir el cielo de un tono púrpura, pero no me molesto en admirarlo. Toda mi atención está en ella. Anabella gira y empieza a caminar de espaldas, sonriendo como una niña en un parque de diversiones.

—Ese hotel de allá se ve bien —dice, moviendo la cabeza hacia un edificio imponente.

—Entonces vamos.

Nos acercamos al hotel, una réplica casi perfecta del Rambagh Palace, con su fachada de mármol y columnas doradas. Al entrar, nos reciben con un licor que Anabella rechaza con elegancia. Me acerco a la barra y, tras un intercambio rápido, me entregan la tarjeta de nuestra suite.

—Estos tacones me están matando —se queja, sacudiendo un poco los pies.

—¿Es tan difícil quitártelos? —le pregunto con una sonrisa irónica, sabiendo lo mucho que le importa el glamour en un lugar como este.

—No quiero verme mal entre tanta gente adinerada —dice, moviendo las manos para señalar a las personas a nuestro alrededor, todos vestidos con ropa de diseñadores y joyas que brillan tanto como las luces de la ciudad.

—Aquí nadie nos paga como para que nos importe lo que piensen. —Le respondo, directo. Ella me mira por un momento y, sin dudarlo, se quita los tacones en pleno vestíbulo.

Las miradas curiosas nos rodean, pero a ella no parece importarle. Al contrario, parece disfrutar de la atención. De repente, se lanza a mis brazos, haciendo que suelte todo lo que llevo en las manos. Sus piernas se enroscan alrededor de mi cintura.

Mafia And Love Donde viven las historias. Descúbrelo ahora