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La casa es tan grande.
Es el primer pensamiento que tiene Sebastián cundo las compuertas de la entrada de abren.
Tiene un jardín lleno de lo que seguro son rósales en primavera.
Ahora son ramas verdes con espinas y algunas hojas.

Con ventanales extensos que recubren gran parte de la propiedad.
Esta impresionado, ha estado antes en lugares como aquel, pero hay algo dentro del lugar que lo llama y lo hace sentir seguro.

No sabe si son los grandes pinos, cedros y otros árboles más que están por toda la finca.
Max vuelve a tomar su mano.

Sus ojos están puestos en la casa.
La ve como si por fin encontrara la llave de la bonita puerta de madera.
Tiene un tallado que lo hace querer tocar, resaltar con sus dedos las figuras que se marcan.

-is weer thuis (está de vuelta en casa)- el castaño no sabe de nuevo que dice Max.
Ni tampoco por que parece estar conteniendo el aliento.
Su mano se presiona con más suavidad.
Juntos caminan el corto pedazo qué hay de donde están a la puerta.
-en primavera hay rosas por todas partes- le dice cuando se da cuanta de que sigue viendo los rosales marchitos.

Sebastián sonríe.
La puerta se abre y el neerlandés lo deja pasar.
Se limpia los pies en la alfombra.

El calor  dentro lo hace querer desbaratarse, es tan cálido como nunca lo ha sentido.
Hay un intenso aroma a flores, rosas sin duda.
Puede escuchar también el crujir de la madera, como si hubiera una fogata.
Sus ojos se dirigen a la pequeña mesa en el recibidor.

Hay un ramo de rosas blancas, el no las cuenta pero sabe qué hay más de cincuenta.
Los pisos son de madera clara, lucen tan brillosos que teme arruinarlos.

Todo ahí parece ser hecho para una película.
Desde el bonito recibidor, la sala con sillones lisos color beis y un sin fin de cojines esta del lado izquierdo, donde también hay una chiminea estilo animalista con fuego.
Los ventanales grandes dejan ver parte del jardín, los árboles se alzan con elegancia y el pasto verde resalta el lugar.
Hay una estanterías llenas de libros y lo que sabe son recuerdos fotografías del pasado de Max.
Frente a la sala y por una grada de diferencia de altura está un comedor con ocho sillas, no se ven tan cómodas, pero si bonitas.
Sobre la mesa grande y en la chiminea distingue otros dos ramos de rosas.
La piscina se distingue desde ahí, junto con lo que puede ser un lugar de reuniones, todo tiene ese tono hogareño a pesar de que su amigo  dijera que no existe.

La cocina está frente al comedor.
Y bajo las escaleras está un baño.
Supone que en la segunda planta estarán las recámaras.
Hay una puerta tan bonita como la de la entrada junto a las escaleras a mano izquierda, sus propias palmas pican quiere abrirla pero no quiere verse como un entrometido.

Max se agacha y toma su pie.
-voy a quitarte los zapatos- le dice al ver su cara de confusión y Sebastián se colorea.
Son movimientos tan suaves.
Pone frente a él unas pantuflas negras y se quita sus botas.
-adelante puedes pasar sin temor- le indica al ver su indecisión.

Sebastián recorre el lugar una vez más.
A pesar de que acaba de pasar navidad no hay nada dentro que lo haga ver como tal.

No hay árboles con esferas o luces, ni una sola figurilla de santa o algún reno.
Todo se ve tan normal como si la fecha que muchos le dan suma importancia no hubiera pasado.

-¿puedo abrirla?- pregunta sin querer ofender a quién supone ahora es su jefe.
Max parece tan feliz, que se pone a reír.

-pues hacer lo que quieras- aquello parece una exageración, pero sonriendo abre la puerta.
-bent u Thuis (Estás en tu casa)-
A dentro el olor a madera y rosas es mayor.
Hay una gran estantería llena de fotos que no analiza, ya que ve con conmoción los trofeos por el lugar, son varios.
Hay más libros, una chiminea más rústica y al fondo está un escritorio muy estilo Victoriano.

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