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Enero dio comienzo con el ánimo por los cielos.
Una noche antes, Max lo había invitado a cenar como si fuera familia.

A Sebastián aquel gesto lo hacía sentir extrañamente feliz y sentimental, hacia mucho que nadie se tomaba la molestia de decirle que tenía un lugar en su mesa...

Y no puede mentir, pero estaba encantado con la atención que el neerlandés tenía con el.
Nunca antes nadie lo había tratado así, nunca antes había sentido que alguien lo quería como si fueran familia.

Con André el cariño significaba dolor.
Max en cambio le proporcionaba sonrisas luminosas, miradas llenas de comprensión y muy debes en cuando toques suaves en sus manos.
No sabía por que pero en ocasiones sorprendía al neerlandés observándolo con algo que identificaba como anhelo.

-este será un gran año- le dijo después de darle un abraso para recibir el Año Nuevo.

-si será un gran año- le respondió.

La puerta aún seguía descompuesta.
Pero a Max no parecía importarle por que no se quejó y Mila solo solía decirle que el cerrajero no estaba disponible hasta que pasaran las fechas festivas.

Así que el dejo de insistir, además ¿que tal si había visto mal? Estaba tan cansado ese día, tan agotado por todo lo que había estado viviendo...

Que tal vez solo era su mente jugándole una broma... una alusión.

Aquella mañana una semana después de que ellos recibieran el Año Nuevo, una camioneta blanca apareció en la entrada.
Sebas la vio desde el pequeño recibidor que tenía la segunda planta.

Los empleados parecían entonces comenzar a moverse con prisa por la casa.
Fue cuando los vio la puerta se abrió y los ramos de rosas comenzaron a desfilar por el pasillo.

Retiraban los viejos que a Sebastián no le parecían tan marchitas y los sustituían por radiantes ramos nuevos.

Aquel simple hecho le recordó que Max no era cualquier persona, era una que podía darse el lujo de comprar docenas y docenas de rosas solo como simple decoración para su casa.
Y no es como que quiera comparar pero incluso para Andra aquello no era algo que fuera fácil.

-esa sala no- le dijo Mila al chico al ver que se acercaban al despacho.
No escuchó la platica, estaban muy lejos.
Algunos más subieron las escaleras y cambiaron entonces la del pasillo.
Incluso se adentraron a la habitación de Max.

Sebastián se amarró la bata y por fin bajo.

-¿por que las rosas?- pregunto acariciando los pétalos del ramo de la cocina.
Estas eran de color amarillo.
No sabía si los colores de las flores tuvieran algún significado, pero desde su estadía en aquella bella casa las rosas siempre habían sido blancas.

-es una tradición que el señor Max tiene- contestó la chica picando fruta.

-¿es por su cultura?- pregunto tomando asiento en un banco junto a la isla, era verdad que Sebastián sabía el horario completo y la rutina de vida que Max tenía, pero fuera de eso el piloto no hablaba mucho sobre su vida.

Ella negó.

-creo que es más por un amor que se marchó- aquello lo dejó sorprendido.
Aunque no tanto como pensó, después de todo Max se notaba tan pasional y romántico.

-deja de hablar y mueve las manos niña- regaño Mila sin sonar agresiva.
Sirvió un vaso de leche y se la pasó al chico.
Este agradeció.

-afuera también hay rósales plantados ¿es por lo mismo?- bebió del vaso.
Pero esta vez nadie respondió su pregunta.

Había algo que sabía que estaba mal.
No es que fuera tonto, pero simplemente Sebastián sabía que el ambiente estaba cristalizado... como si algo pasara frente a él pero no pudiera verlo.

Escucho un clip y se giró.

Alguien había abierto la puerta del estudio.
Se levantó y camino hacia aquel lugar como si lo estuvieran llamándolo.
Dos chicos se adentraron y sacaron las flores.
Cambiándolas por las nuevas.

Sebastián entró entonces.
Estaba igual que la última vez que entro, algo que llamo su atención fue que las superficies estaban sin una sola pizca de polvo.
Alguien si que había entrado a limpiar.
Se giró abrazándose a su mismo.

Pasó saliva y tomó asiento en uno de los sillones.
Contó hasta tres y alzó la mirada.

Si, había un cuadro grande y llamativo.
Pero en el no existía alguien parecido a Sebastián.

¿Aquella vez estaría imaginándose cosas?
¿Estaba tan cegado por el cariño de su jefe que alucinaba?

-¿que sucede? ¿Te encuentras bien?- el rubio se acercó a él con pasos decididos.
-Estás pálido- tomó su mano.

-es solo que tube una mala noche- le respondió y sonrió para tranquilizarlo.

-puedes subir y dormir- el castaño negó.

-estaré bien en un par de minutos- su vista giró al rededor del lugar.
-debes de ser muy bueno en lo qué haces para tener tantos trofeos- alago.

Max lo ayudo a ponerse de pie.

-me aseguró de ser el mejor... pero no todos son míos- observó a la distancia entre los diferentes trofeos.

Sebastián no comenta nada más, no quiere preguntar al notar el dolor en aquellos ojos que siempre lo ven con cariño, con un anhelo que aún no sabe por qué.

Sin decir mucho más salieron y comenzaron el almuerzo, después de todo El señor Horner había especificado en su horario que aquella semana comenzarían los entrenamientos del piloto y los exámenes físicos que eran rutina.

Era una nueva temporada para Max y una nueva oportunidad para Sebastián... así daría todo de su parte para poder cumplir con las expectativas que el equipo tenía en el.
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Heyyyyyyyy

Cómo andan?
Cómo se sienten?

Ustedes también están listos para un nuevo comienzo del ciclo escolar?

Nos leemos luego.
Cuídense, pónganse bloqueador y tomen agüita ❤️

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