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—¿Ya me lo vas a contar?—acerándolo más hacia él. Está impaciente mientras que el otro se ríe por esa cara tan sería.

—Sí, sí.—deja que los brazos de Kageyama alrededor de su cintura lo acerquen más. Estando a escasos centímetros de labio y labio, rozando sutilmente sus narices. Hinata pone su mano en la mejilla de este con amor. Ambos ojos brillan.

Podrían hacerlo una vez más a pesar de haber terminado a penas cinco minutos.

—Bien, di.—intentando permanecer firme antes los encantos de su novio. Es obvio que se derrite solo con tocarlo.

(Aviso de cosas fuertes, mucho más que el anterior capítulo)

—Mi primer año en secundaria. Estaba solo, muy solo. Un día, vi un partido del Karasuno donde había un chico igual de bajito que yo, saltando alto, lo llamaban "el pequeño gigante". Desde ese día, intente dominar el vóley. Pasaron dos semanas antes de que me—lleva su vista abajo, le duele bastante—... hicieran cosas. Al principio lo soportaba, era el típico "juego de niños".—gesticula con los dedos esas comillas.

Kageyama lo mira atentamente.

—Comenzaron porque siempre me veían solo en todos lados y jugaba a algo que era absurdo—suspira—. Solo me insultaban y como mucho daban pequeños codazos. Pero no era suficiente para ellos, necesitaban más. Ellos, de alguna forma, se enteraron de mi trastorno, ser sexópata; teniendo eso, me insultaban como el "niño por sexo"—evita ver los ojos azabache de su novio—. ahí venían los problemas reales. Comenzaban a ponerme porno en la mesa y cuando entraba a primera hora a clase, me encontraba ahí. Lo bueno es que eran mujeres, y a mi no me gustan.

—Quiero pegarlos.—enfadado.

Hinata ríe y prosigue—Comenzaban a llevarme a sitios donde no había nadie y me obligaban a ver sexo. Solo lo hacían para ver si me venía y con ello poder burlase. Nunca lo consiguieron porque siempre eran mujeres y mujeres—desvía la mirada para mirar a Kageyama—. Pasaron meses y avanzaron al siguiente nivel; lo tenía que ver en persona. Siempre era el mismo, los demás ya se olvidaban.

Ahora viene lo que más le hizo daño.

—También comenzaron a pegarme mientras me obligaban a seguir viéndolo. Los puñetazos si me molestaban, lo otro no, me daba igual, o eso creía. De tanto ver y ver, ya daba igual que fuera mujer, tenía ganas de hacerlo. Pero eso va luego—cambia de tema—, el caso es el siguiente; pedí ayuda a una persona para que dejaran de pegarme...

Traga saliva.

—Ese alguien me ayudó, pero tenía que pagar el precio. Él comenzó a hacerme inferior, a meterme en la cabeza una y otra vez que estaba gordo, que nadie me querría, que él era el único que me apreciaba. Yo acabé creyéndolo de tantas veces que lo repetía. Ahí no acaba, el comenzaba a besarme, me daba asco—Hinata ve como Kageyama ahora parece un animal apunto de cazar a su presa—. Tranquilo Kageyama, ya lo he superado.

—Pero me molesta y imaginarme tu yo de esa época hace que me duela el corazón. No pienso que nadie te haga nada... Y si te sientes obligado a hacer algo conmigo, no dudes en decírmelo, yo pararé—habla tan nervioso y rápido que saca una sonrisa a Hinata.

—Excepto para comer, nunca me obligas a hacer nada. Una de las millones de razones por las que te quiero es esa—le da un tierno beso en los labios, volviendo a ver sus ojos—. ¿Continuo?

—Sí.

Hinata vuelve a sonreírle—Un día, cuando no tenía intención de solo besarme. Me ató las manos y comenzó a tocarme. No eran zonas que molestaran mucho. A pesar de las muchas ganas que tengo de tener sexo, con ese me daba asco solo tener la idea. Pero comenzó a acercarse a una si muy sensible. Lo empujé, intenté escapar pero caí al suelo, con el encima.

—Como te haya hecho algo pienso buscarlo mañana.

—No me hizo nada más, en ese momento, dos chicos y una chica entraron. Gracias a que estábamos al gimnasio, vinieron. Ellos me ayudaron a escapar, denunciando conmigo el abuso y el intento de violación. Se fue a un centro de menores, y aun sigue ahí. Hasta que cumple los dieciocho.

—Se merecía ir—abrazando con más fuerza el cuerpo de Hinata, para que se transmita esa protección que Hinata sí nota—. Era y es un hijo de puta.

—Sí, él me hizo tener anorexia. Ya no quería comer porque aun seguía creyendo que estaba gordo. Pesaba solo cuarenta kilos—suspira de nuevo—. Y gracias a ti empiezo a quererme más. Te debo mucho más de lo que crees—antes de que Kageyama hable, este lo calla con un corto beso—. No digas que tu también me debes algo, porque yo te debo mucho más.

—Pero...—vuelve a ser interrumpido.

—¿Sabes quiénes fueron los que me salvaron ese día y me apoyaron para no estar triste todo este tiempo, hasta conocerte?—mirándolo.

—¿Quiénes?

—Los que nos cruzamos en nuestra primera vez.

—Pues ahora me caen bien. Cuando los volvamos a ver pienso darles las gracias.—besando a su novio con delicadeza.

—No exageres.—separándose un instante antes de proseguir el beso.

Hunden sus labios de nuevo en esos besos tan tranquilos. Pero siempre que comienzan dulcemente, acaban por ser más y más intenso. De nuevo el calor tanto en cuerpo y mente comienza a mover a los dos a una posición más cómoda, dispuesta volver a hacerlo. Otra vez.

Hinata tiene un don para hacer el amor con Kageyama horas y horas, al igual que este con Hinata. Son como una máquina de amor que si pudieran tener hijos, llenarían el mundo entero de pequeños cuyos padres son ellos dos.

Mientras, en otra parte de la casa. La madre lleva el cesto de la ropa al sofá para doblarlo. Si tan solo su hijo ayudara un poco en casa.

—Siempre igual—suspira con pesadez. Es entonces cuando lleva el montón de ropa suya a su habitación. La de Natsu también, ahora la de Hinata. Se acerca a la puerta. Nada más hacerlo, suspira—... Otra vez igual.—el montón de ropa lo deja en la mesa al lado de la pelota de vóley que ha limpiado—Dos veces en un día, increíble.—no, han sido cinco.

Sube a su habitación intentando no pensar más en ellos. Deja caerse en su cama, suspirando y rezando porque no se escuche desde aquí los gemidos que ya ha escuchado alguna vez.

Bosteza llevando su mano a la boca. Deja que sus ojos se cierren. Parece que Kageyama se queda a "dormir" hoy.

¿Por qué tenía que ser sexópata?

Da igual, ya se acostumbrará.

Al menos eso cree cuando se oyen pasos acercándose a la puerta exterior. Corriendo, la madre de Hinata toca la puerta de este mismo—¡Cielo, Natsu ya llega!—se oyen los pasos alejarse desde el interior de la habitación.

La pareja se viste y se acomoda todo mientras que la pequeña abre la puerta y corre a los brazos de su madre.

—Hola amor, ¿qué tal el día?

—Bien, ¿y Hinata?

—Está dormido. Vamos nosotros también. Pero antes un poco de televisión y cena, ¿bien?—agarra la mano de su hija con delicadeza, yendo a la cocina—¿Ayudas a mamá?

—¡Sí!—emocionada.

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*Nota autora:

¿Qué tal el capítulo? He intentado combinar algo de drama con comedia, para que no sea tan terrible. Espero que os esté gustando la historia.

Ya queda menos para terminarlo. ¿Serán cinco capítulos, tres, seis, uno, diez?

Buen verano a todos.

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¿Fingiendo ser pareja por sexo? [ Kagehina ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora