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Abigail

Salgo del hospital sin ganas de absolutamente nada, saber que Cameron no va a seguir bailando conmigo al menos la mitad del curso por culpa de la caída me ha destrozado, y más cuando los dos hemos sido conscientes de que no vamos a poder presentarnos juntos en la sección de parejas en el siguiente certamen de danza clásica.

Subo al coche limpiándome las lágrimas de los ojos y conduzco hasta el pabellón del campus, miro la hora y me sereno, el equipo de voleibol ya habrá terminado su primer partido, lo que significa que habrá silencio para nuestra clase; por el camino me cruzo con el capitán del equipo, Alex Grayson, parece estar bastante triste a pesar de que se de primera mano que han ganado el partido, pero ni si quiera me da tiempo a saludarlo o felicitarlo cuando pasa por mi lado, parece estar tan absorto en sus pensamientos que ni si quiera me ve, aunque no creo que nunca me haya visto, así que lo ignoro y sigo mi camino, ya tengo suficiente con preocuparme por el certamen de Birmingham que es en un mes, y en el que acabo de quedarme sin pareja de baile, como para preocuparme por los sentimientos de una persona que me ignora y con la que apenas he intercambiado dos frases en los casi cuatro años que llevo aquí.

Subo las escaleras hasta el primer piso metiéndome en el vestuario de chicas, me cambio poniéndome las medias, el maillot negro de tirantes, unos pantalones por las rodillas, la chaqueta atada a la cintura y las zapatillas de media punta, por encima me pongo los calentadores y me recojo el pelo en un moño perfecto para que madame Clarisse no me regañe esta vez, es muy estricta con el tema de la vestimenta y el peinado en las clases. Cojo mis cosas y bajo rápido las escaleras encaminándome hasta mi clase, soy la primera en llegar, como casi siempre, me da ansiedad pensar que puedo llegar tarde a los sitios y siempre acabo llegando antes de tiempo a todo, a excepción de nuestra profesora, la más puntual de toda la universidad, bien podría haber pertenecido al ejército si lo de dar clase no estuviese a su alcance.

Clarisse es una mujer de mediana edad, con el pelo canoso siempre recogido en un perfecto moño, su cara, aunque deja ver perfectamente su edad, siempre está maquillada a la perfección, es de complexión delgada y alta, y nos mira a todos con condescendencia, aunque en realidad creo que realmente lo que le pasa es que envidia nuestra juventud, porque ella no supo valorar sus oportunidades y jamás pudo bailar con la compañía que tanto deseaba. Creo que por eso es tan dura con todos nosotros aquí, para que nos esforcemos al máximo, que demos todo de nosotros y consigamos nuestros objetivos, pero a veces se pasa demasiado con sus comentarios, sobre todos con aquellos dirigidos a nuestra alimentación, a nuestros cuerpos más concretamente, como lo mal que nos queda el vestuario si se entera de que te has saltado un día la dieta, o si te la han cambiado.

- ¿Y bien señorita Waldorf? – se gira mirándome y hablándome con ese acento francés que tanto la caracteriza - ¿Cómo se encuentra su compañero Cameron?

- Me temo que peor de lo que esperábamos, se ha roto el brazo, se ha partido el hueso y no saben cuándo podrá volver a las clases

Agacha la cabeza derrotada, puede que incluso en ese corazón de hielo que tiene, haya algo de compasión por sus alumnos, aunque ese pensamiento se me borra de la mente al escuchar sus siguientes palabras, lo que me demuestra que nosotros realmente le damos igual.

- Por eso siempre os digo que salir por ahí es peligroso, si esto no os lo tomáis en serio no vale la pena que sigáis intentándolo

- Pero si fue después de ensayar Madame, el suelo estaba mojado y no había cartel de advertencia, y aun íbamos con las zapatillas de clase, se resbaló y se cayó

Iba a replicarme, pero entonces entran todos los demás y por fin deja el tema, solo quiero bailar y olvidarme de todo lo demás, bailando es de la única manera que consigo dejar la mente en blanco, es el único lugar seguro donde la ansiedad o los pensamientos intrusivos que se han ido apoderando de mi a lo largo de los años no me invaden, cuando bailo solo existimos la música y yo, mi cuerpo es quien manda, nada más, y los comentarios sobre mi familia, mi apellido o si merezco estar aquí o no, desaparecen por completo. Eso es algo que me gustaba mucho de Cameron, comprendía lo que era la danza para mi, apenas necesitábamos comunicación para saber como compenetrarnos, entendía perfectamente lo que la danza era para mi, y yo entendía lo que significaba para él. Nos conocimos el primer día de clases, nos toco bailar una pieza juntos para demostrar nuestros conocimientos, y la conexión fue casi inmediata al empezar los primeros pasos, desde ese día que siempre hemos bailado juntos, así que estar ahora en las clases sin él va a ser lo más duro de este último año.

Entre RedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora