Abigail
- Mamá cuidado, que me has pinchado – le digo moviéndome un poco incómoda sobre la tarima de madera donde me estoy probando el vestido que llevaré a la gala benéfica, el sábado de la semana que viene.
- Si te estuvieras quieta no te habría pinchado – me dice ella agachada mientras engancha la tela en mi cintura con unas agujas – estas más delgada ¿estás comiendo bien?
- Sí mamá, estoy comiendo bien, sigo la dieta que me ha preparado el nutricionista de la universidad – le digo cansada de hablar siempre del mismo tema – es solo que estoy ensayando más horas, y estoy algo estresada por la competición.
- Bueno cielo, todo va a salir bien, eres una excelente bailarina, está claro que vas a ganar, así que relájate, y estate quieta si no quieres que te pinche otra vez – resoplo y me coloco recta de nuevo frente al espejo, si supiese lo mucho que me estresa que siempre diga que soy perfecta y que todo lo voy a conseguir... A veces la gente falla, comete errores y se supone que debes aprender de ellos, pero esta familia no es así. Para Martha Waldorf fallar en algo, por pequeño que sea el fallo, es sinónimo de fracaso.
Mi madre es una de las diseñadoras de moda más importantes de todo Londres, empezó con una simple tienda donde vendía ropa de segunda mano mientras se pagaba sus propios estudios en la universidad, hasta que su trabajo de final de año llamó la atención de importantes diseñadores. Desde entonces se ha abierto paso entre la multitud creando su propia marca, y muchas de sus clientas lucen sus mejores diseños en las galas a las que solemos asistir. El vestido que me estoy probando ahora mismo, es un diseño suyo hecho a medida para mí, para la gala benéfica a la que debemos asistir.
Mi madre siempre ha tenido éxito en todo lo que ha hecho, es como si todo lo que tocase lo convirtiese en oro, incluso la empresa de mi padre; gracias al nombre y la fama de mi madre, su empresa despegó y es una de las más grandes de la ciudad, con negocios por toda Europa. En cuanto a mi, ella dice que he sacado su constancia y su dedicación, que por esa razón cree que voy a llegar lejos. Sé que me lo dice porque cree en mí, porque quiere que tenga un buen futuro, pero no es consciente de la presión que eso conlleva, es una de las principales razones por las que me he vuelto tan exigente conmigo misma.
- Vale esto ya está, por favor no adelgaces más – en su voz puedo notar cierta preocupación y la miro sonriendo a través del reflejo del espejo, aunque no lo parezca de puertas hacia fuera, en realidad es una madre muy cariñosa, no la cambiaria por nada – me tienes preocupada de verdad cielo.
- Tranquila mama, iré a ver al nutricionista y le pediré que me suba la ingesta de calorías – asiente agradecida y me da un apretón en la mano, aunque obviamente lo haré a escondidas de Madame Clarisse, si se entera de eso me lo prohibirá o empezará de nuevo con sus típicos comentarios sobre la importancia de la figura en la danza y más gilipolleces sin sentido que son del siglo pasado, pero que por desgracia siguen afectado a muchos en la universidad.
- Estás preciosa, ese color te sienta muy bien – doy una vuelta completa para verme todo el vestido y sonrío satisfecha, es de un color burdeos, con un corte en la pierna hasta el muslo y un escote corazón con mangas caídas.
- Has hecho un trabajo increíble mamá – besa mi mejilla y luego me ayuda a quitármelo sin hacerme daño.
Me vuelvo a poner mi ropa y me suelto el pelo del moño improvisado que me había hecho para ver el efecto en el vestido, vuelvo a la sala de pruebas donde mi madre está hablando con una de las modistas y cuando termina se acerca de nuevo a mí.
- ¿Te apetece que comamos juntas?
- Sí, por mi perfecto, pero a las cuatro tengo ensayo de nuevo
- Tranquila, llegarás a tiempo, yo tengo una reunión
Salimos del edificio juntas para ir a su restaurante favorito, allí la saludan como siempre y nos sentamos en una mesa cerca de la ventana donde hay unas vistas increíbles del puente de la torre y del rio Támesis. No nos hace falta ni mirar la carta, llevo viniendo a este restaurante desde que tengo uso de razón, al igual que mi madre, por lo que nos pedimos lo de siempre. Mi madre recibe una llamada y se disculpa para hablar en la calle, asiento para que vaya tranquila y me quedo sola mirando por la ventana, pensando en la competición de dentro de un mes. A Zack le salen mucho mejor los pasos, pero aun nos falta esa conexión que tenía con Cameron, y creo que nunca la voy a conseguir con otro, era como si nuestros cuerpos hubiesen sido creados para bailar juntos, adelantándonos a nosotros mismos, sabiendo lo que íbamos a hacer. Espero que se recupere pronto de su lesión, por bueno que sea Zack bailando, me niego a ir con él a la competición de final de año, ahí me juego demasiado como para arriesgarme.
De repente el sonido de una foto hecha con un teléfono me saca de mis pensamientos y me giro de golpe, no puede ser, ¿Qué hace él aquí? Alexander está de pie al lado de mi mesa, mirando su teléfono mientras el flequillo despeinado le tapa un poco los ojos; lo miro enarcando una ceja, pero no parece percatarse de que realmente lo estoy mirando.
- ¿Me acabas de sacar una foto? – le pregunto más confundida que nunca
- Sí, y muy buena la verdad – me dice enseñándomela desde su móvil, aunque lo aparta antes de que pueda cogerlo – la otra vez en tu clase me preguntaste que si quería una foto tuya, pues ahora ya la tengo.
- De verdad Alex ¿Qué narices tienes en esa cabeza? Porque te aseguro que cerebro no – le digo algo molesta por su comportamiento, después de lo que me contó Abril sobre él, aun tolero menos su compañía, si fue capaz de hacerle todo aquello a su mejor amigo... no me quiero ni imaginar cómo debe ser con el resto de las personas que no le importan ni lo más mínimo.
- La verdad, ahora debería ser yo quien te preguntase a ti que es lo que haces, ¿A caso me estas siguiendo Abby? – me pregunta acercándose demasiado, apoyando una mano en el respaldo de mi silla y la otra en la mesa, acorralándome contra el cristal de la ventana, su respiración caliente y pausada me choca contra la mejilla y su colonia me atrapa, ¿Cómo puede oler tan bien alguien tan gilipollas? Vale, puede que esa pregunta no tenga el más mínimo sentido, no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero es que tenerlo tan cerca me hace perder la razón.
- Primero que nada, no te estoy siguiendo, he venido a comer con mi madre – le digo intentando serenarme, poniendo en orden mis ideas para poder responderle – y segundo, no vuelvas a llamarme Abby, así es como me llaman mis amigos, y tú, no lo eres.
- Auch – pone cara de pena llevándose la mano al pecho, como si mis palabras realmente le hubiesen hecho daño, yo pongo los ojos en blanco y resoplo – pero bueno, en ese caso pienso esforzarme más, acabarás por no querer separarte de mí, ya lo verás.
- Hazme un favor y ni lo intentes Alex, no me interesa ser tu amiga – le digo intentando parecer seria y cruzándome de brazos, intentando poner más distancia entre nosotros, pero sobre todo, intentando creerme yo misma las palabras que estoy diciendo – y muchísimo menos voy a querer estar pegada a ti todo el tiempo, ahora desaparece de mi vista.
- Eso ya lo veremos Abigail – me dice con un tono de voz más ronco, acercándose más a mi susurrándome, y obligándome a sentir su aliento caliente sobre mi cuello, por un segundo dejo de respirar y trago saliva con dificultad, mientras el nervio me recorre todo el cuerpo, no se puede negar que existe cierta tensión entre nosotros, todavía no he sabido descifrar si es buena o mala, y me aterra averiguarlo.
Para cuando vuelvo a abrir los ojos Alex ha desaparecido y miro hacia detrás, donde están las otras mesas, lo encuentro caminando hacia una donde están sus padres y me mira antes de sentarse, me guiña el ojo sonriendo y luego se centra en su familia. Me siento erguida de nuevo en la silla, intentando aprender nuevamente a respirar de forma normal mientras me hago aire en la cara con la mano, tengo un poco de calor ahora mismo. No soy capaz todavía de procesar que acaba de pasar, solo sé que no soy capaz de tenerlo cerca y estar centrada al mismo tiempo, es como si mi cuerpo mandase sobre mí y me cuesta mantener el control; no me gusta esa sensación, o eso es lo que intento decirme a mí misma, porque esos ojos y esa mirada divertida que siempre tiene es adictiva.
Ahora mismo no se con quien estoy más cabreada, si con él por ser únicamente él, o conmigo por permitir que alguien como Alex Grayson me afecte de esta manera. Mi madre aparece de nuevo en la mesa y aparto todo este tema a un lado oscuro y recóndito en mi mente, no quiero que mi madre se percate, adora a los Grayson y lo último que necesito ahora mismo es que me obligue a pasar más tiempo con Alexander, no seria bueno para mi salud.
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Entre Redes
RomanceQue puede pasar en la alta sociedad de Londres cuando el hijo del primer ministro, y capitán del equipo de Voleibol de la universidad, se choca de bruces con la aspirante a Prima Ballerina de una de las universidades más prestigiosas de Londres, hij...