𝟐𝟏. piel a piel

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Celina's pov

Me desperté, viendo como el living estaba oscuro, ya que había anochecido. Sentí una una calidez y un perfume familiar, Hector. Cuando llegamos a la tarde del estadio, me había quedado dormida en su pecho, después de la conversación que tuvimos. No soy de creer en las segundas oportunidades, mucho menos de creer en los hombres. Sinceramente, tengo un leve presentimiento de que nada con Hector puede salir bien. Pero no me importa llegar salir herida de acá. O sea, en un tiempo obviamente que me va a importar, me conozco, pero tengo ganas de ver qué pasa.

Me quedé ahí, acostada con él. Luego de unos minutos, saqué mi celular del bolsillo para ver la hora; 21:15. Finalmente, Hector comenzó a despertarse.

—Qué hora es? —preguntó, estirándose

—Las nueve.

—Me olvidé de decirte, pero mis padres han salido. Qué podemos hacer..? —dijo, sentándome en su regazo.

Tragué saliva ante su acción,  su brazo rodeaba mi cintura, manteniéndome cerca. La habitación estaba en silencio y la oscuridad nos rodeaba. Luego hablé.

—Podríamos... ver una peli.

Hector suspiró, y se acercó aún más a mí.

—Qué aburrida eres —dijo, con su típica sonrisa burlona— Vale, una peli entonces. Alguna de Cars? Que sé que te gustan.

Arqueé las cejas y sonreí. Me encanta que se acuerden lo que digo.

—Estás más bueno que de costumbre.

—En qué sentido, Ferraris? —dijo, inclinando la cabeza.

—No dale, no empeces. Veamos la primera. Peliculón.

—La primera, entonces. Pero cada vez que aparezca un coche, nos besamos.

Rodeé los ojos, pero también me reí. A veces es gracioso Fort. Muy de vez en cuando.

—Imbécil.

Me acomodé en su regazo, sintiendo la calidez de su cuerpo. Hector alcanzó el control, encendió el televisor, y se metió a Disney+. Mientras esperaba, apoyé mi cabeza en su hombro y cerré los ojos, simplemente disfrutando de la sensación de estar así con él. Su mano libre comenzó a acariciar suavemente mi espalda baja. Finalmente, empezó la película. Las escenas transcurrían, y por más que intentaba concentrarme en ellas, no podía. Menos estando encima de Hector. Después de unos 20 minutos de película transcurridos, Hector suspiró y se dio vuelta para mirarme.

—Y si hacemos esto un poco más interesante? —sugirió, con una sonrisa.

Levanté la mirada hacia él. Fruncí el ceño y arqueé una ceja en señal de pregunta, esperando a que explicara su idea. Él se rio suavemente y comenzó a besarme el cuello. Me quedé literalmente paralizada, pero tampoco me disgustaba. Cerré los ojos e incliné ligeramente la cabeza, dándole más comodidad y mejor acceso a mi cuello. Un suspiro escapó de mis labios, y sentí cómo mi cuerpo se rendía a su toque. No aprendo más.

Hector se apartó, mirándome a los ojos con lujuria. Se inclinó más cerca y me besó, presionando sus labios contra los míos algo desesperado. Sus manos acariciaban mi cintura y caderas, acercándome aún más a él. Yo por mi parte, tenía los dedos enredados en su pelo, acariciándolo suavemente. Sus dedos comenzaron a jugar con el borde de mi camiseta, deslizando sus manos por debajo de ella, acariciando mi piel expuesta. Me recostó en el sillón, quedando arriba mío, sin sacar sus manos de mí. De repente, se detuvo, y levantó la mirada, esperando a que le de una señal. Yo simplemente asentí, y tras esto, me terminó de quitar la camiseta.

Comenzó besando mi pecho, y fue bajando hacia mi vientre, hasta que se encontró con mis shorts. Volvió a mirarme, pidiéndome permiso. Lentamente, los fue bajando, hasta quitármelos por completo. Me abrió las piernas y se posicionó entre ellas, corrió mi ropa interior, dejando besos por toda esa zona. Mi espalda se arqueó y dejé escapar gemidos. Ya no podía pensar con claridad, estaba completamente abrumada por la sensación, y podía sentir cómo estaba cada vez más cerca. Mi mente se estaba nublando y mi vista se estaba volviendo borrosa. Me hundí en el sillón, y finalmente, mi cuerpo se relajó. Hector se apartó un poco, mirándome. Estaba agitado, al igual que yo. Sus dedos acariciaron mi espalda y mi pelo suavemente, y su aliento se hacía más lento. Terminó de quitarse la ropa, y volvió a besarme nuevamente. Mis manos comenzaron a explorar su cuerpo, intentando sentirlo más cerca. Sus manos acariciaban mis muslos, apretándome ligeramente y empujándome hacia él, acercándome su cadera a mí mientras nuestros lenguas se enredaban y nuestros labios se movían frenéticamente.

—Para, Fort. Tenés... ? —pregunté, separándome

—Joder. Los tengo arriba en mi habitación —replicó, pasándose una mano por el pelo, claramente frustrado.

Me recosté en el sillón y lo observé irse. Suspiré ligeramente. Finalmente, escuché pasos acercándose nuevamente, y la puerta se abrió de nuevo, revelando a él, con el paquete de condones en la mano. Sus manos se posaron en mis caderas, y de un solo impulso me atrajo hacia él, haciéndome sentar a horcajadas sobre su regazo. Mis piernas se envolvieron alrededor de su cintura, y nuestros pechos se presionaron juntos.

—Cierra los ojos —susurró, colocando sus manos en mis caderas y presionandose ligeramente dentro de mí.

Obedecí, cerrando los ojos. Él comenzó a moverse. Cada embestida era lenta y controlada, como si estuviera midiendo cuidadosamente cada movimiento. Luego de un rato, cada empujón comenzó a ser más fuerte, más rápido, más urgente, por lo que clavé mis uñas en su cuello. Este soltó un gemido ahogado, pero no detuvo el ritmo de sus empujones. Mis acciones solo lo animaban a intensificar cada contacto, aumentando la urgencia y la desesperación de nuestros movimientos. Finalmente, sentí cómo una última embestida me hacía estallar nuevamente. Gemí y arqueé la espalda, apretándome alrededor de él mientras el placer me inundaba. Él también acabó un rato después, y pude sentir cómo su cuerpo se sacudía y se estremecía contra el mío. Los dos luchábamos por recuperar el aliento.

—Eso fue... intenso —susurró, sonriendo y aún luchando por recuperar el aliento— Pero no me arrepiento. Cenamos algo?

Asentí, y busqué mi camiseta que estaba tirada en el suelo, para ponérmela. Hector se puso sus pantalones nuevamente, y se levantó del sillón. Tras esto, fuimos los dos a la cocina. Hector, me acorraló contra la encimera, sentándome ahí. Me abrazó con fuerza, luego posó un beso en mi cuello, y sentí cómo su aliento acariciaba mi piel, enviando escalofríos a lo largo de mi columna. Simplemente me reí suavemente y lo acerqué más hacia mí, rodeando su cuello con mis brazos. Se inclinó más hacia mí y besó mi cuello de nuevo, dejando una pequeña mordida en la piel sensible de mi cuello.

—Parece que te sigo despertando ciertas... necesidades —susurró en mi oído, con voz ronca.

Me mordí el labio inferior, y hablé.

—Shh, callate un rato ahora.

—Cómo que "shh" ahora, eh? La ruidosa eres tú, Ferraris —dijo, posando sus manos en mis caderas, pegándome más a él.

De repente, escuchamos sonidos de llaves, provenientes desde la entrada de la casa. Intercambiamos una mirada cómplice, y nos separamos rápidamente, volviendo al living, donde estaba el resto de nuestra ropa, tirada por todo el suelo. Nos vestimos con lo que nos faltaba, y nos sentamos en el sillón, haciendo como que veíamos la tele. La puerta se abrió, Cristina y el señor Fort entraron al cuarto.

—Qué monos. Mirando una película —dice Cristina, mirándonos con ternura

—Nosotros vamos a descansar un poco. Nos vemos luego —añadió el señor Fort, dirigiéndose a su habitación con Cristina.

Una vez que se fueron, Hector y yo intercambiamos una mirada y nos empezamos a reír.

—Eso estuvo cerca.

—Demasiado cerca.

—En qué estábamos, Ferraris...?

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | hector fortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora