𝟎𝟎. prólogo

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2014, barcelona | 🇪🇸

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2014, barcelona | 🇪🇸

Narrador omnisciente

Era un cálido día de verano. El sol brillaba con intensidad sobre la casa de playa de la familia Fort, ubicada en España. Donde dos amigas se reencontraban después de mucho tiempo, presentándose a sus esposos e hijos. La tarde era perfecta: una oportunidad para que los adultos socializaran y que al mismo tiempo, sus hijos se conocerían.

Celina, con sus bucles oscuros atados en dos coletas, se bajó del auto con una mezcla de emoción y nerviosismo. Era una pequeña de solo siete años, pero tenía una actitud decidida y su curiosidad era insaciable.

Al mismo tiempo, Hector y su familia, bajaron a recibirlos. El pequeño, vestido con su camiseta preferida de fútbol, la del Barça, bajó con una actitud despreocupada. Era el niño típico de siete años al que le encantaba correr y jugar, sin preocuparse demasiado por las formalidades.

Las madres de Celina y Hector se conocían desde hacía tiempo, debido a que fueron amigas toda la escuela y la universidad. Y habían estado tratando de organizar esta reunión para estrechar la amistad entre las familias. Mientras los adultos se dirigían a la terraza para prepararse para la comida, los dos pequeños fueron presentados por sus padres. La primera interacción entre ellos no fue precisamente la más amistosa.

Celina, con una actitud inquisitiva y una mirada decidida, se acercó a Hector. Su madre le había indicado que debía saludarlo y tratar de hacerse amiga de él, algo que a Celina no le hacía demasiada gracia. Se acercó a él con pasos firmes y con el ceño fruncido, lista para enfrentar cualquier desafío que él pudiera presentar.

—Hola —dijo Celina con voz firme y clara— Soy Celina. Mis papás me dijeron que te conociera.

Hector, que estaba ocupado corriendo tras una pelota de fútbol, la miró de reojo y se detuvo por un momento. Su rostro se iluminó con una sonrisa que no prometía nada bueno.

—¿Y qué tal? Yo soy Hector —dijo, sin mucha emoción— Qué quieres?

La respuesta de Hector sorprendió a Celina. No estaba acostumbrada a ser tratada con tan poco interés. Su expresión de sorpresa se convirtió rápidamente en desdén. Se cruzó de brazos y se acercó un poco más.

—Quiero jugar con ustedes.

Hector la miró de arriba abajo, claramente sin mucho interés. Su expresión se volvió de desdén mientras se giraba hacia sus amigos, que estaban en medio de un juego de fútbol.

—Bueno, eso no es tan fácil. Tienes que ser rápida para esto. No todos pueden seguir el ritmo.

Celina frunció el ceño, sintiendo una clara frustración. No entendía por qué el niño estaba siendo tan hostil. Sus padres siempre le decían que debía ser amable con los nuevos amigos, pero Hector parecía tener otra idea en mente.

—No veo por qué no puedo intentarlo —dijo Celina, tratando de mantener la calma— Solo quiero jugar. No soy tan lenta.

Hector soltó una risa burlona y se volvió hacia sus amigos, como si Celina no estuviera allí.

—Vale, puedes intentarlo. Pero no te sorprendas si no te aceptan de inmediato.

La actitud de Hector la hizo sentir excluida y poco bienvenida.

Decidió no rendirse tan fácilmente y se acercó al grupo. Mientras intentaba integrarse en el juego, sus intentos eran constantemente saboteados por Héctor, quien parecía disfrutar haciendo que ella se sintiera incómoda. Cada vez que Celina trataba de unirse, Hector encontraba una manera de burlarse de ella o de desviar el juego hacia algo que la excluyera.

Durante el transcurso de la tarde, los dos niños encontraron diversas maneras de chocar entre sí. Las bromas pesadas y las respuestas sarcásticas se convirtieron en parte de su interacción, creando una dinámica de confrontación que parecía no tener fin. A pesar de los esfuerzos de sus padres por suavizar la situación y hacer que los niños se lleven bien, el ambiente entre Celina y Hector seguía siendo tenso.

Cuando la reunión comenzó a acercarse a su fin, Celina y Hector se encontraron en la terraza, rodeados por sus familias que se preparaban para marcharse.

—Lo siento si no me llevé bien contigo hoy —dijo Hector finalmente, con un tono que indicaba que no estaba realmente arrepentido— Supongo que simplemente no me llevo bien con chicas.

—Bueno, supongo que eso habla mucho sobre vos. Nuestros papás quieren que nos llevemos bien, pero no estoy acá para que me hagas sentir mal —respondió, tratando de mantener la calma.

Hector la miró con una expresión neutral y luego se encogió de hombros.

—Quizás lo intentemos otra vez algún día.

—Intentar qué? —preguntó Celina, confundida.

—Que quizás algún día intentemos ser amigos.

Con esas palabras, Hector se dio la vuelta y se unió a sus padres, dejando a Celina aún más confundida.

Pero a pesar de sus diferencias, el destino parecía tener otros planes para ellos. Algo que cambiaría por completo sus vidas.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | hector fortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora