𝟐𝟗. sanando las heridas

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Celina's pov

El fin de semana llegó rápidamente. Condujimos hasta la casa de campo, disfrutando del paisaje y del tiempo juntos. El lugar era perfecto: rodeado de naturaleza, con un pequeño lago y un ambiente tranquilo. Al llegar, descargamos nuestras cosas y nos instalamos. Cuando se acercó el mediodía, decidimos preparar pastas caseras para almorzar.

Hector intentó ensuciarme con harina, y yo respondí, ensuciándolo también.

—Eso fue un golpe bajo —dijo, riendo.

—Vos empezaste —respondí, sacando la lengua.

Aunque desperdiciamos probablemente más de la mitad del paquete de harina, nos quedó una masa decente. Las empezamos a cortar, y ya estaban listas para cocinarlas. Estaban riquísimas, y la compañía hacía todo aun mejor.

Después del almuerzo, me mostró bien todos los cuartos de la casa. En uno de ellos, había una guitarra.

—Tu tocas la guitarra y cantas, Ferraris. Quiero oír un poco de música —dijo, pasándomela.

—Me da vergüenza —me quejé.

—Venga, hemos hecho tantas cosas y te da vergüenza cantar, joder.

Solté una risa nerviosa y finalmente acepté. Fuimos afuera, ya que el día estaba hermoso. Afiné la guitarra y pensé qué canciones podía tocar. Me decidí por las que más me gustan; Iris (The Goo Goo Dolls), y Wonderwall (Oasis). También por ser conocidas.

Mis dedos se movían con soltura sobre las cuerdas, y mi voz, al principio tímida, fue ganando confianza con cada acorde.
Hector escuchaba con atención. Cada vez que levantaba la vista para mirarme, podía ver la sinceridad en sus ojos. Sin importar cuánto tiempo había pasado sin tocar para alguien. Cuando finalmente terminé, lo miré.

—Te gustó? —pregunté, algo nerviosa.

—Te escucharía cantar durante horas.

—Callate —respondí sonriendo, avergonzada.

—De verdad. Por qué no le muestras esto al mundo?

—No es nada especial, en realidad.

—Tienes que estar de coña, Ferraris. Tu voz enamorada.

Me reí y me encogí de hombros.

—Capaz algún día hago algo.

Cayó la noche, y después de cenar, encendimos una fogata y nos sentamos alrededor de ella, envueltos una manta. Estábamos jugando al típico juego de mierda de las preguntitas, como para matar tiempo y reírnos un rato.

—Con cuántos chicos has salido, Ferraris? En plan, novios —preguntó.

Suspiré al acordarme de un pelotudo.

𝐃𝐄𝐋𝐈𝐂𝐀𝐓𝐄 | hector fortDonde viven las historias. Descúbrelo ahora