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ARON

Mientras caminábamos hacia el trabajo de Adison, el silencio entre nosotros era cómodo. El aire nocturno era fresco, y cada paso parecía sincronizarse con los latidos de mi corazón. Mi lobo estaba inquieto, pero feliz. Agradecí a la Diosa Luna por haberla encontrado.

Es nuestra Luna. La protegeremos siempre.

No pude evitar sonreír ante la intensidad de sus palabras. Era cierto, Adison era todo lo que había esperado y más.

De repente, Adison rompió el silencio.

-Aron, de verdad, no hace falta que me esperes -dijo, mirándome con una mezcla de timidez y determinación-. No quiero que pierdas tu tiempo.

Me detuve y la miré, permitiendo que una sonrisa coqueta se dibujara en mi rostro.

-¿Quieres que me vaya? -pregunté, inclinándome un poco hacia ella.

Adison se ruborizó, sus mejillas tomando un suave tono rosado que la hacía aún más encantadora. Bajó la mirada por un momento antes de negarlo rápidamente.

-No, no es eso... -murmuró, intentando encontrar las palabras correctas-. Es solo que... no quiero que te sientas obligado.

No nos sentimos obligados. Queremos estar con ella.

-No me siento obligado, Adison. Quiero estar aquí -dije, suavizando mi tono para que comprendiera la sinceridad en mis palabras-. Además, me gusta tu compañía.

Ella levantó la mirada y me sonrió, una sonrisa tímida pero sincera. Seguimos caminando, y el silencio que siguió fue aún más cómodo que antes, lleno de entendimiento mutuo.

Finalmente, llegamos al café donde trabajaba Adison. Ella se detuvo frente a la puerta y se volvió hacia mí.

-Gracias por acompañarme -dijo, su voz suave y agradecida.

-Es un placer -respondí-. Estaré aquí cuando termines tu turno.

Adison asintió y, con una última sonrisa, entró al café. La observé mientras se dirigía al vestuario para cambiarse, sintiendo una oleada de orgullo y afecto por ella.

Escogí una mesa cerca de la pared de cristal, desde donde podía ver el exterior y parte del interior del café. Mientras esperaba, mis pensamientos se llenaron de ella. Su fuerza, su belleza, y la conexión innegable que sentía cada vez que estaba cerca.

El reloj marcaba las doce cuando Adison finalmente salió de la cocina, visiblemente cansada pero aún tan hermosa como siempre. Se acercó a mi mesa y me sonrió, y supe que la espera había valido la pena.

-Hola de nuevo -dije, levantándome para saludarla.

-Hola, gracias por esperar -respondió ella, su voz llena de gratitud.

-No fue problema. ¿Lista para un paseo? -pregunté, intentando sonar tranquilo aunque mi corazón latía con fuerza.

Ella asintió y juntos salimos del café. La noche era fresca y agradable, y mientras caminábamos, sentí que la conexión entre nosotros se hacía más fuerte.

-¿Cómo estuvo tu turno? -pregunté, queriendo saber cómo había sido su noche.

-Fue largo, pero se me pasó más rápido sabiendo que estabas aquí esperándome -respondió ella, su voz cálida y sincera.

Ella nos necesita tanto como nosotros a ella.

-Me alegra oír eso. ¿Damos esa vuelta antes de que te lleve a casa? -sugerí, queriendo prolongar el tiempo que pasábamos juntos.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora