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ARON

-Voy a despedazar a quien sea que nos haya echo alejarnos de nuestra Luna justo cuando iba a ser nuestra.

Mi lobo rebosaba de ira y frustración y no podría estar más de acuerdo con él. Salí de casa y puse en alerta a los guardias.

-Quiero que dos guardias vigilen cada entrada, cada maldita ventana de la casa y me avisen de cualquier cosa, como le pase algo a mi Luna, os despedazo, ¿ha quedado claro?

-Sí Alfa, todo claro- me respondió uno de los guardias.

Sin perder más tiempo, me transformé en mi forma de lobo, sintiendo cómo mi cuerpo se llenaba de poder y fuerza. La tierra bajo mis patas pasaba rápidamente mientras corría hacia la frontera, los árboles se difuminaban a mi alrededor.

Llegué al límite del territorio y encontré a Erol, esperándome con una expresión grave. No había tiempo para preguntas; su mirada lo decía todo.

-¿Qué ha pasado? -le pregunté, notando la tensión en su postura.

-Hemos encontrado algo, Alfa. Debes verlo por ti mismo -respondió Erol, su voz contenida pero con una nota de urgencia.

Me llevó a través del bosque hasta una pequeña explanada cerca del río. Allí, en el suelo, yacía el cuerpo de un hombre.Era Caleb, el Alfa de la manada de Nueva York.

¿Cómo diablos había llegado hasta aquí?

El cuerpo de Caleb estaba maltratado, con marcas de lucha evidentes. Esto no era un simple asesinato; era una advertencia. Mi mente empezó a trabajar a toda velocidad, evaluando las posibles implicaciones de este acto. Una muerte así, en nuestro territorio, significaba que algo grande se avecinaba.

-Esto no puede ser una coincidencia -murmuré, mi voz llena de gravedad-. Quienquiera que haya hecho esto, está enviando un mensaje.

Erol asintió, sus ojos reflejando la misma preocupación que sentía yo.

-Debemos fortalecer las fronteras y alertar a toda la manada. Nadie entra ni sale sin mi autorización -ordené, mi voz firme.

Mi lobo rugió en mi interior, compartiendo mi ira y mi necesidad de proteger a los nuestros. Miré una vez más el cuerpo de Caleb, sintiendo una mezcla de tristeza y furia. Esto solo podía significar una cosa: una guerra se avecinaba, y teníamos que estar preparados.

Estuvimos cavando un hoyo para enterrarlo, cada palada era como si algo se hubiera más en mí, una necesidad primitiva de proteger a Adison, no podía perderla, no iba a permitirlo.

Para cuando pude llegar a casa, tras darme una ducha para poder quitarme el sudor, entré en la habitación de Adison, ella seguía despierta, esperándome, eso me quitó un poco el enfado que cargaba.

-¿Todo bien?- preguntó, su voz expresaba el cansancio.

-Debe descansar, ella es humana, no aguanta tanto como nosotros.

Mi lobo tenía razón, ella necesitaba descansar. Me acerqué y le dí un beso en su frente.

-Todo está bien mi Luna, descansa un poco- me metí en la cama con ella.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora