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ARON

Me encontraba sumido en la penumbra de mi habitación, enfrascado en una batalla interna con mi lobo y mis propios demonios. De repente, un golpeteo insistente interrumpió mi introspección. Agarré una almohada y la lancé hacia la puerta con frustración.

-¡No quiero ver a nadie! -grité, esperando que el intruso se diera por vencido.

Sin embargo, la puerta se abrió con decisión y allí estaba Erol, con una expresión que decía "no me importa tu drama".

-Aron, mueve ese culo de ahí. La manada te necesita, y no puedo liderar a un montón de lobos frustrados sin que te pongas de pie -dijo con un tono que rozaba entre la paciencia y la exasperación.

-Erol, en serio, me encuentro en un momento muy malo-respondí, tratando de apelar a su sensibilidad.

Erol sólo rodó los ojos y se cruzó de brazos.

-Sabes que no soy tan comprensivo como Lyra. Así que, levántate y saca tu culo de esa cama tan mugrienta. La manada no puede esperar por tus dramas de lobo adolescente -dijo con un gesto desafiante.

Me eché hacia atrás en la cama, considerando mis opciones. Sabía que Erol tenía razón, aunque odiaba admitirlo.

-¿No puedes hacerlo tú? -sugerí, esperando que cediera.

Erol negó con la cabeza con una sonrisa irónica.

-Vamos, Aron. No me hagas arrastrarte de la cama como un cachorro rebelde. Estoy listo para ver ese alfa en acción -dijo, abriendo la puerta y señalando hacia el pasillo.

Suspiré resignado, sabiendo que no tenía escapatoria.

-Está bien, está bien. Pero después de esto, necesito un buen desayuno -anuncié, levantándome con algo de teatralidad mientras Erol me miraba con diversión.

Bajé las escaleras con la sensación de que cada paso resonaba más fuerte de lo habitual en el silencio opresivo de la casa. La pesadez del deber y la confusión me abrumaban por igual. Y entonces, justo en las escaleras, me golpeó ese aroma frutal que siempre me volvía loco. Mi mente se debatía entre creer que estaba volviéndome loco o que, de alguna manera, era real. ¿Podría ser Adison?

Al llegar al pie de las escaleras y ver a Adison en la sala, junto a Lyra y Lusi, mi corazón dio un vuelco. Lyra estaba hablando, tratando de explicar algo, pero sus palabras apenas llegaban a mí. Todo mi ser estaba enfocado en Adison. Quería acercarme, pero algo dentro de mí aún se mantenía en guardia, temeroso de su reacción después de todo lo que había sucedido.

Lyra se apartó un poco, dejando espacio para que me acercara. Los ojos de Adison se encontraron con los míos, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Ella no se movió ni apartó la mirada, lo cual me llenó de una extraña mezcla de alivio y temor.

Con paso cauteloso, me acerqué a Adison. Cada paso parecía llevar consigo una carga de significado. Me incliné hacia ella, cerrando los ojos mientras inhalaba su aroma. Era tan familiar, tan reconfortante, trayendo consigo recuerdos y emociones que habían sido enterrados bajo capas de dolor y confusión.

-Te he echado de menos -susurré, mi voz quebrándose ligeramente con el peso del arrepentimiento y el anhelo.

Adison guardó silencio, pero su presencia allí, firme y sin titubear, hablaba por sí misma. Me enderecé lentamente, manteniendo mi mirada fija en la suya. Un torrente de emociones me embargaba, pero en ese momento, sentí que la esperanza comenzaba a abrirse paso entre la oscuridad que había dominado mi corazón desde que ella se fue.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora