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ARON

Reuní a varios guardias en mi despacho, empezando a soltar órdenes a diestra y siniestra.

—Necesito equipos de búsqueda en el bosque ahora mismo. Quiero huellas, rastros, cualquier indicio de intrusos esta mañana. Cinco guardias mínimo deben permanecer con la Luna en todo momento, no quiero que se quede sola a menos que esté conmigo. Refuercen nuestras fronteras y manténganse alerta, no podemos permitirnos sorpresas. Y traigan a Morrigan aquí, ¡inmediatamente!

Los guardias asintieron con seriedad, y se dispersaron velozmente para cumplir con mis instrucciones. Mi mente estaba enfocada en proteger a nuestra manada y asegurar la seguridad de Adison.

Subí las escaleras hacia mi habitación y entré encontrándome con Adison aún sollozando.

¿Adison? —mi lobo habló en mi mente, alerta y angustiado—. Esto no es normal. Necesita nuestra ayuda.

Me acerqué lentamente y me arrodillé frente a ella, tratando de encontrar las palabras adecuadas.

—Adison, necesitas comer algo —dije con voz calmada, intentando romper el silencio pesado que llenaba la habitación.

Ella levantó la mirada lentamente, sus ojos hinchados por las lágrimas.

—Si me atrapa...no podré pasar por eso otravez Aron, yo...me mataré antes de que él lo haga— Una oleada de furia y preocupación se apoderó de mí.

—¡Me niego a que te rindas Adison! —exclamé, mi voz resonando con intensidad en la habitación.

En ese momento, Lucy entró apresuradamente, interviniendo para calmar la situación.

—¡Porqué le gritas imbécil! —dijo, poniéndose entre nosotros—. ¡Está pasando por mucho. Necesita apoyo, no más presión.!

Me sentí frustrado, pero entendí que Lucy tenía razón. Respiré profundamente, tratando de controlar mis emociones.

—Lo siento, Adison —dije con voz más suave, mirándola con preocupación—. Pero no puedes rendirte. No ahora.

Ella bajó la mirada nuevamente, incapaz de responder. Lucy se acercó y la abrazó con ternura, ofreciéndole consuelo en medio de la tormenta emocional que enfrentábamos.

—Aron, sal de la habitación—insistió Lucy, su voz temblorosa reflejando su preocupación profunda por Adison—. Ella necesita calma ahora mismo.

No podía apartar la mirada de Adison. Estaba sentada en el suelo, con la cabeza entre las manos, sumida en un dolor que me atravesaba el alma. Me negué a moverme de su lado, deseando ser su soporte en ese momento de tormento.

—No me iré —respondí con voz firme— yo soy su mate, tú deberías salir.

Lucy lanzó una mirada de frustración, pero antes de que pudiera decir algo más, Erol entró en la habitación con determinación en cada paso. Intentó persuadir a Lucy de que saliera, argumentando que era lo mejor para todos.

—Lucy, déjame llevarte fuera —dijo Erol en voz baja, intentando convencerla—. Adison necesita tiempo a solas con Aron ahora.

Lucy negó con la cabeza con firmeza, negándose a dejar a Adison sola en su momento más vulnerable.

—No puedo dejarla así, Erol. No puedo.

Erol suspiró, comprendiendo la situación, pero persistió en su intento de convencerla.

—Lucy, debemos darles espacio, necesitan estar solos.

Sin esperar más, Erol se acercó a Adison y le susurró palabras de consuelo, asegurándole que él estaría cerca para protegerla. Luego, dirigió una mirada seria hacia mí.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora