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ADISON


Estaba de pie en medio de la habitación, con los brazos en alto mientras Greta, la modista de la manada, tomaba mis medidas con una cinta métrica. Lucy y Lyra estaban sentadas en el sofá, comentando y riéndose de vez en cuando. No sabía si reírme o preocuparme por sus comentarios.

—¡Adison, qué cintura más pequeña! ¿Te has estado saltando las comidas? —bromeó Lucy.

—¡Para nada! —respondí, tratando de no moverme mientras Greta seguía trabajando—. ¡Es el estrés de la boda!

—O quizá es porque Aron no te deja descansar —dijo Lyra, guiñándome un ojo.

Me ruboricé y traté de cambiar de tema rápidamente.

—Luna, por favor, trata de no moverse —dijo Greta con tono paciente, concentrada en su trabajo.

De repente, sentí un rugido en mi estómago y me di cuenta de lo hambrienta que estaba.

—Greta, ¿podemos hacer una pausa? Me muero de hambre. ¿Tienen una manzana por aquí? —pregunté.

—Luna, será solo un momento más. Por favor, no se mueva —respondió Greta, midiendo la distancia entre mis caderas y la cintura.

En ese momento, oímos un golpe en la puerta. Aron estaba al otro lado, claramente ansioso por entrar, y Erol y Jack estaban con él.

—¡Adison! Déjame entrar, solo quiero echar un vistazo —dijo Aron, su voz llena de impaciencia.

Lucy y Lyra intercambiaron miradas cómplices.

—¡Ni lo sueñes! —gritó Lyra—. No puedes ver el vestido antes de la boda. ¡Es mala suerte!

—¡Vamos, chicas! Solo quiero asegurarme de que todo está bien —insistió Aron.

Erol aprovechó el momento para hacer su propia pregunta.

—Lucy, ¿dónde pusiste mi camisa gris? No la encuentro por ningún lado —dijo Erol, con tono de frustración.

Lucy se levantó del sofá, riendo.

—¡Erol, este no es el momento para tus problemas de vestuario! —gritó ella a través de la puerta—. La dejé en la cesta de la ropa limpia.

—No está ahí, ya revisé —replicó Erol.

De repente, se escuchó la voz de Jack, sonando completamente desconcertado.

—Oigan, ¿cuánto tiempo tiene que estar el pollo en la lavadora? —preguntó Jack.

Hubo un momento de silencio total antes de que todas las chicas en la habitación estalláramos en carcajadas. Greta tuvo que detenerse y secarse las lágrimas de los ojos.

—¡Jack, por favor, dime que no metiste un pollo en la lavadora! —grité, tratando de recuperar el aliento.

—No sé, estoy siguiendo una receta en YouTube —respondió Jack desde el otro lado de la puerta, sonando completamente serio.

—¡Jack, el pollo va en el horno, no en la lavadora! —dijo Aron, claramente tratando de no perder la paciencia.

Mientras tanto, Greta trataba de mantener la compostura.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora