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ARON

La tensión se acumulaba en mi pecho mientras corría hacia las fronteras, sintiendo la conexión con Adison a través de la marca. Llegué al lugar donde Tarek me esperaba, su expresión grave confirmaba mis peores sospechas.

—¿Qué pasa, Tarek? —pregunté con firmeza.

—Alfa, encontramos esto pegado en uno de los árboles fuera de la barrera —dijo, entregándome una carta arrugada.

La abrí con manos temblorosas, leyendo las palabras con creciente alarma:

Tu manada es la siguiente. Felicidades por encontrar a tu Luna. Te aconsejamos que la cuides muy bien.

Las palabras se clavaron en mi mente como cuchillos. Sin perder tiempo, me giré y corrí de vuelta a la casa, mi mente enfocada solo en una cosa: Adison.

Entré en la casa como un huracán, subiendo las escaleras de dos en dos. Busqué frenéticamente en la habitación de invitados, pero no la encontré. Mi pánico se intensificó.

—¡Adison! —grité, mi voz reverberando por toda la casa.

Lyra salió de su habitación, con los ojos muy abiertos por la sorpresa, seguida de Lusi.

—¿Qué pasa, Aron? —preguntó Lyra, alarmada por mi tono.

—No encuentro a Adison. ¡Buscadla por toda la maldita casa y avisad a los guardias! —ordené, mi voz temblando de preocupación.

Los guardias se pusieron en acción inmediatamente, dispersándose para peinar toda la manada en busca de ella. Bajé las escaleras, mi mente inundada de imágenes aterradoras. Justo cuando iba a salir a buscarla yo mismo, la vi salir de la cocina con un vaso de agua en la mano.

Sin pensarlo, me abalancé sobre ella, abrazándola con fuerza, incapaz de contener el alivio y el miedo que sentía.

—Aron, ¿qué pasa? —preguntó, sorprendida por mi reacción.

La estreché más fuerte contra mí, respirando su aroma, asegurándome de que estaba bien.

—Pensé... pensé que te había pasado algo —dije, mi voz rota por la emoción.

Adison dejó el vaso de agua en la mesa más cercana y me devolvió el abrazo, acariciando mi espalda con suavidad.

—Solo fui a por un vaso de agua —susurró, tratando de calmarme.

Me aparté un poco para mirarla a los ojos, todavía sosteniéndola con firmeza.

—Recibimos una amenaza. No puedo permitir que te pase nada —dije con seriedad, mi mirada intensa.

Ella asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—Estoy bien, Aron. Estamos juntos.

La besé suavemente, sintiendo el amor y la fortaleza en su respuesta. Sabía que había cosas que debía explicarle, y pronto. Pero por ahora, solo quería asegurarme de que estaba a salvo.

—Voy a aumentar la seguridad alrededor de la casa. No te alejes de mí, ¿de acuerdo? —le pedí, sabiendo que no podía perderla de vista.

Promesas de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora