Prólogo

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Esto pudo haber sido un audiolibro, pero cambié mi grabadora por dos botellas de Bacardí y el número telefónico del ex novio de mi mejor amiga, así que tendremos que conformarnos con la torpeza de una hoja de papel y el bolígrafo que conservo desde los seis años.

Sólo una vida que merece (o no) ser escrita, dentro de una habitación repleta de traumas, cenas poco románticas, violencia y catorce gramos de esperanza.

Caminando por pueblos pequeños, en parques abandonados, buscando respuestas del otro lado del mar, en cada una de las calles en las que me enamoré, en las que pude haber muerto, enviando cartas que solamente Dios ha podido leer, creo que estoy enamorándome de esto, de ser la única persona que está llorando sobre esta cama ordinaria.

Leyendo nubes que me impulsen a continuar hablando de lo que me aterra, de aquellos momentos fugaces que aún siguen tocando mis pies cuando la sábana no es suficiente. Volviendo a recorrer los lugares en los que he manchado mis zapatos, para devolver todos aquellos vagos recuerdos, los morados, los dorados y la poesía marchita que surgió a través del cielo.

Las personas son tormentas, podría decirlo más adelante de nuevo, en algunas solía bañarme, en otras podría ahogarme, pero cada una de ellas es capaz de reflejar un sentimiento que no había encontrado la manera de trasladar a una hoja que mi madre jamás se interesará en leer.

Destinatarios confusos, la tristeza en color azul, epifanías en silencio, flores olvidadas por la avenida, autos sin propiedad, palabras que dejé de comprender, promesas que escuché romper. Si tan sólo no tratara de hacer de mi vida un poema mal escrito no estaríamos aquí, teniendo la cita de nuestras vidas, recordando que esto pudo haber sido un audiolibro, pero lo arruiné, como creo que arruinaré las siguientes 286 páginas…

ESTO PUDO HABER SIDO UN AUDIOLIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora